Marimer Pérez, obstetra: «Tenemos que dejar de hacer la pregunta: ''¿y el bebé para cuándo?''»

VIDA SALUDABLE

La experta acaba de publicar un libro donde reúne experiencias profesionales como obstetra con confesiones sobre su vida personal y asegura: «No cumplí el estereotipo, no he sido madre, solo tengo un perro»
13 may 2025 . Actualizado a las 16:51 h.Marimer Pérez González recuerda momentos de su vida personal por partos de otras mujeres que ha tenido que asistir. Lleva más de 20 años dedicándose a sus dos pasiones: la ginecología y la obstetricia. Los ha resumido en un libro: No me sueltes. Historias reales de una obstetra (Lunwerg, 2025), donde también tiene cabida su lado más personal. Más de 200 páginas de «verdad», porque, más allá de cambiar los nombres de las pacientes que aparecen en él, la doctora afirma que «todo lo demás, es cierto».
—¿Por qué este libro?
—Al principio me contactaron para escribir un libro acerca de casos que hubieran marcado mi carrera porque al final llevo 26 años en la profesión. Pero me di cuenta que se me hacía un poco bola, ¿voy a hablar solo yo de obstetricia? Pensé que, a lo mejor, haciéndolo más transversal e intercalando con diferentes momentos de mi vida, consigo que el libro pueda llegar a mujeres que a lo mejor no son madres, no buscan la maternidad o están en otra época de la vida. También quería hablar de otro tema: la vocación y la dedicación al trabajo por amor y de otras formas de dar amor.
—¿Cuánta verdad hay en el libro?
—Todo. No es un libro muy edulcorado. Las anécdotas de que se muere mi perro y tengo que ir a un parto, el 50 aniversario de mis padres y debo asistir a otro, o incluso cuando comento el infarto de mi propia pareja, todo es verdad.
—La obstetricia es el arte de esperar. ¿Por qué?
—Porque los partos tienen sus tiempos. Pero además, si queremos que vayan bien, nos tenemos que armar de paciencia. ¿Y por qué hablo de esto? Porque hoy en día la sociedad no está preparada para esperar. Te diría que la espera y la paciencia son dos temazos para que un parto vaya bien. Pero ¿cuánta paciencia tiene la sociedad hoy en día?
El crear una relación médico-paciente requiere de tiempo y paciencia. Igual en un día, una mujer con muchos miedos no está entendiendo nada porque está en shock y tengo que darle su espacio. Se puede extrapolar a cualquier relación personal, porque para todo tienes que tener paciencia. Igual que, si en un día una mujer con muchos miedos no está entendiendo nada porque está en shock, tengo que darle su espacio. Igual ella no tenía su mejor día para escucharme. Voy a verla al día siguiente. Es que te diría que me he convertido en una estratega de saber llevar relaciones humanas, y me encanta. Hay que saber esperar y saber cuándo y cómo dices las cosas.
—¿Qué papel cumplen las expectativas en un parto?
—Cumplen un papel que, a veces, puede jugar en contra. Creo que debemos recordar que es un proceso en el que no solo se ve involucrada la mujer, también hay un bebé. La obstetricia tiene esta curiosidad tan bonita. Tenemos dos pacientes y uno de ellos no habla nada ni puede expresar cómo se encuentra. Como obstetra, tengo que hacer de interlocutor entre ese bebé y su madre, porque a veces esas expectativas hacen que también se cree una idealización del parto y luego puede no ir bien.
—¿Cree que se sigue concibiendo una cesárea como una especie de «fracaso»?
—Por desgracia, sí. De hecho, cuando una mujer tiene que someterse a una cesárea, te lo guardas casi hasta el último momento porque es ese elefante en el garaje. Parece que todavía sigue habiendo la creencia, entre las propias mujeres, de que hay madres de primera o de segunda. Y me duele muchísimo que esto sea así porque a veces no hay otra solución mejor. No se es menos madre por necesitar una cesárea. Toda mi lucha o intención va encaminada a intentar que esas cesáreas sean respetadas y humanizadas. Son necesarias, es necesario que lo entendamos.
—En el libro mezcla las vivencias profesionales con personales. Habrá a quien le resulte raro llegar, en el libro, a un capítulo sobre el amor.
—Mi vida como mujer no ha sido «típica», no cumplí el estereotipo de lo que se espera que fuese como mujer. No he sido madre, solo tengo un perro, y me ha costado mucho encontrar a un compañero de vida. Me he dedicado en cuerpo y alma a mi trabajo y he querido contarlo por si a alguna mujer le pasaba lo mismo o se puede llegar a sentir identificada. Mujeres que creen que no les ha llegado su momento, les está costando mucho ser mamá o le encanta su trabajo. Puede que se sienta hasta aliviada, porque parece que nosotras no se nos puede, como digo, reconocer, celebrar, o tenemos que decir todo esto con la boca más pequeña. No es justo.
—Como ginecóloga y obstetra, ¿qué opina de la frase «el bebé para cuándo»?
—Esa pregunta tenemos que dejar de hacerla. Ya no deberíamos de estar preguntando a las mujeres cuándo van a ser madres, decirles que se les va a pasar el arroz o para cuándo el segundo. Es una pregunta muy íntima. No sabemos cómo está esa mujer y por lo que está pasando, y no podemos preguntarle a bocajarro en cualquier entorno, porque puedes estar tocando su fibra más sensible o su dolor más profundo. Imagínate que esa mujer acaba de sufrir un aborto. ¿Te imaginas qué chocante será para esa mujer hacerle esa pregunta? ¿O cuánto la podemos herir? Una menopausia precoz a los 30 años, o simplemente que no quieres. No es solo un sí o un no, hay una escala de grises. Además, curiosamente la solemos hacer las mujeres.
—También es ginecóloga experta en menopausia, divulgando sobre ella en redes sociales. ¿Qué le ha llevado a interesarse tanto por este tema?
—En realidad, yo abrí la cuenta de Instagram hablando sobre partos. Pero a mí me llegó una perimenopausia a los 48 años que me dejó frita. Dejé de conocerme, no me aguantaba ni yo. Me condicionó mucho a interesarme, informarme y ponerme. Y no quería que otra mujer pasase por lo mismo, sintiendo que se vuelve loca o que nadie la escucha. Validar y entender lo que le sucede a muchas mujeres.
—Me ha hablado de la elección de no tener hijos. Pero muchas veces, a una mujer se le dice que no puede tener hijos y los acaba teniendo. Desde la obstetricia, ¿qué explicación se da a estas situaciones?
—Creo que ahora estamos sobrepasadas de información en cuanto a reproducción: que si la hormona antimulleriana, la reserva ovárica, el recuento folicular... Pero antes de que existiesen todos estos términos, ya hacíamos medicina sin determinación de hormona antimulleriana. A día de nos basamos más en las cifras, pero el ser humano nunca deja de sorprender. Muchas mujeres preguntan o recurren a clínicas de reproducción que, por supuesto, se basa en unos parámetros. Pero estos no son matemáticos y hay cosas que se escapan de todo eso, por suerte. También creo que no se puede afirmar categóricamente a una mujer que no se puede quedar embarazada por parámetros orientativos como he dicho antes. Son orientativos, pero no definitivos.
—¿Cree que hay demasiada información al respecto?
—Cuando se habla tanto de un tema, hay infoxicación. Por eso también cree mi canal, porque no he inventado la pólvora, pero si no paras de bombardear a las mujeres con toda esta información, es normal que se obsesione. Pasa lo mismo con la maternidad, el embarazo y todo lo que tienes que hacer, estamos llegando a unos perfeccionismos imposibles. Y como no, también en la menopausia. No sé si a los hombres les sucederá lo mismo, de lo que se espera de ellos en cada etapa. De verdad, lo desconozco.
Por ejemplo, un parto, no es leer un libro. No va de todo lo preparada que lleves tú la lección. En el parto tiene que fluir la oxitocina, la hormona del amor y tiene mucha relación con bajar niveles de cortisol. Estar relajada, confiar y amar. No hay que aprender nada para parir mejor, es todo bastante más intuitivo.
—El libro se titula No me sueltes, ¿por qué?
—Ese «no me sueltes» es algo que percibo en mis pacientes cuando me miran, sobre todo en la sala de partos, pero también en embarazos que no son fáciles. Es una mirada que me dirigen esas pacientes. La elegí para darle título a este libro porque al final es a lo que me dedico, a acompañarlas. Lo que me dicen con la mirada es: «por favor, Mer, no me sueltes, no te vayas, acompáñame».