Un nuevo estudio confirma los riesgos de comer ultraprocesados: «Su consumo se asocia con hasta 32 problemas de salud»

Laura Inés Miyara
Laura Miyara LA VOZ DE LA SALUD

VIDA SALUDABLE

La zona de pasteles refrigerados en un supermercado. Imagen de ultraprocesados.
La zona de pasteles refrigerados en un supermercado. Imagen de ultraprocesados. iStock

Una nueva investigación analizó la dieta de la población de ocho países y halló que por cada 10 % de ese patrón alimentario que esté compuesto por productos industriales el riesgo de muerte prematura aumenta en un 3 %

19 may 2025 . Actualizado a las 12:33 h.

La comida ya no empieza en la tabla de cortar. En las últimas décadas, y con la mayor disponibilidad de platos preparados, locales de comida para llevar, apps de reparto o servicios de viandas semanales, hemos ido dejando de cocinar y la mayoría de las personas no dedican tiempo a preparar la cena al llegar del trabajo por la noche. En cambio, se han popularizado estas opciones alternativas que, por diferentes caminos, conducen al mismo resultado: un aumento alarmante en el consumo de productos ultraprocesados.

Los riesgos de basar nuestra alimentación en este tipo de productos están documentados desde hace años. Ahora, un nuevo estudio realizado en ocho países y publicado en la revista American Journal of Preventive Medicine (AJPM) confirma las advertencias de los expertos con un hallazgo demoledor: cada 10 % de nuestra dieta que está compuesto por ultraprocesados aumenta en un 3 % nuestro riesgo de muerte prematura.

Qué son los ultraprocesados

El sistema de clasificación de los alimentos más utilizado es el Nova. Diseñada en Brasil, esta clasificación define los ultraprocesados como «formulaciones industriales elaboradas con sustancias derivadas de alimentos, aditivos cosméticos y procesos industriales, que a menudo contienen poco o nada de alimento integral», detalla el doctor Eduardo Nilson, autor principal de la investigación publicada en AJPM. «Estos productos suelen ser altos en calorías, bajos en valor nutricional, altos en sodio, grasas no saludables y azúcares añadidos y diseñados para maximizar el sabor y la comodidad», explica Nilson a La Voz de la Salud.

Estos métodos de elaboración permiten que este grupo de alimentos sean de bajo costo y tengan una larga vida útil, lo que ha contribuido al aumento generalizado de su consumo en detrimento de otras opciones frescas, tradicionales y mínimamente procesadas, desplazando así los platos e ingredientes de las gastronomías locales. «Los ultraprocesados también están vinculados a sistemas alimentarios basados en monocultivos que producen ingredientes como la soja, el trigo y la caña de azúcar, controlados por corporaciones multinacionales que promueven una dieta globalizada», señala Nilson.

El estudio

La investigación publicada en AJPM partió de un meta análisis de diferentes estudios para evaluar la asociación entre el consumo de alimentos ultraprocesados y la mortalidad por todas las causas. Esto permitió a los científicos estimar el riesgo de mortalidad por todas las causas por cada incremento del 10 % en el porcentaje de estos productos dentro de la dieta. A continuación, calcularon la mortalidad atribuible a estos alimentos en ocho países seleccionados con un consumo relativamente bajo (Colombia y Brasil), intermedio (Chile y México) y alto (Australia, Canadá, Reino Unido y Estados Unidos). El análisis se realizó entre noviembre de 2023 y julio de 2024.

Los resultados, además de confirmar lo que ya se conocía sobre el riesgo de basar la alimentación en estos productos, estiman con precisión su impacto. «Nuestras estimaciones muestran que la magnitud del impacto de los ultraprocesados en la mortalidad por todas las causas es relevante en todos los países analizados, especialmente en aquellos donde predominan en la dieta, como Estados Unidos o el Reino Unido. La diferencia entre países con un consumo menor, aunque creciente, de estos productos y aquellos con un consumo mayor muestra que se podrían lograr importantes impactos en las muertes prevenibles reduciendo su consumo», observa Nilson.

«El impacto de los ultraprocesados en la mortalidad por todas las causas es coherente con otros estudios recientes y refleja la creciente evidencia sobre los riesgos para la salud de su consumo. Una revisión general reciente reveló que el consumo de estos productos se asocia con 32 problemas diferentes de salud, entre ellos, mortalidad por todas las causas, obesidad, enfermedades cardiovasculares, diabetes e incluso patologías de salud mental. Aunque la investigación sobre la carga específica de los ultraprocesados en estos problemas sigue siendo escasa, nuestro estudio proporciona algunas de las primeras estimaciones comparativas entre diferentes países», detalla el experto.

Los investigadores se enfocaron en las muertes prematuras, definidas por la OMS como aquellas que ocurren en población de entre 30 y 69 años de edad. En general, el estudio halló que este riesgo es mayor en los hombres que en las mujeres, algo que se explica por el hecho de que «ellos consumen mayor cantidad de ultraprocesados», señala el doctor Nilson. Con todo, considera que harán falta más estudios para comprender el impacto de otros factores como edad, sexo y estatus socioeconómico.

¿Existen ultraprocesados saludables?

Si bien es cierto que no todos los ultraprocesados son iguales, hay que recordar que todos ellos se ajustan a la definición de la clasificación Nova. El gran problema de los alimentos industriales, más allá de su contenido en conservantes, grasas o azúcar, es que, por un lado, desplazan el consumo de productos frescos y, por otro, están diseñados para hacernos comer de más. Por esta razón, los expertos recomiendan priorizar otros grupos alimentarios, especialmente, las frutas y verduras frescas de temporada, las legumbres y el pescado. 

En todo caso, Nilson señala que los alimentos son más que nutrientes específicos «Algunos productos pueden estar diseñados para contener menos de estos elementos críticos como sodio, grasas no saludables o azúcar, más fibra, vitaminas y minerales añadidos. Sin embargo, la comparación debería hacerse con los alimentos frescos y mínimamente procesados que los alimentos ultraprocesados están reemplazando», destaca.

Si bien la reformulación de los alimentos ultraprocesados puede contribuir a la reducción de riesgos, disminuyendo en ciertos casos el contenido de sodio y azúcar o eliminando las grasas trans de producción industrial, el experto incide en que «el objetivo principal debería ser hacer que los alimentos mínimamente procesados, e incluso los procesados, sean accesibles y asequibles, dado que estas son las opciones más saludables para los consumidores».

«La población debe ser crítica con el márketing de la industria alimentaria, pero también debe aprender a incorporar la planificación de las comidas como parte de las actividades diarias, a comprar alimentos de temporada y de producción local, y a preparar sus platos desde cero. Estos hábitos, por supuesto, son más fáciles de llevar a cabo cuando el entorno ofrece esas opciones», señala el investigador.

En este sentido, las decisiones que tomamos en nuestra alimentación están determinadas por múltiples factores, entre los que se encuentran «el precio, la disponibilidad, la información y otros factores, y la educación por sí sola no basta para garantizar una alimentación saludable. Por lo tanto, necesitamos facilitar, hacer más accesibles y asequibles los hábitos alimentarios saludables».

«Esto implica implementar políticas fiscales y regulatorias, incluyendo subsidios a los alimentos frescos y mínimamente procesados, impuestos a los ultraprocesados, como ya se aplica a las bebidas azucaradas en algunos países, mejorar el etiquetado frontal de los alimentos, regular la comercialización de alimentos y la venta de alimentos en entornos como escuelas, lugares de trabajo y hospitales», señala Nilson.

Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.