Rafael Rodríguez, trasplantado de riñón desde hace tres décadas: «Me llamaron a las nueve de la noche y me trasplantaron a las cuatro de la mañana»

Macarena Poblete / U.R.

ENFERMEDADES

El presidente de Alcer Galicia, Rafael Rodríguez.
El presidente de Alcer Galicia, Rafael Rodríguez. JOSÉ PARDO

El Parlamento de Galicia impulsa una declaración institucional con el objetivo de prevenir, detectar y tratar de forma integral la Enfermedad Renal Crónica, que afecta a uno de cada siete gallegos

04 jul 2025 . Actualizado a las 14:38 h.

Rafael Rodríguez tiene 63 años, actualmente es el presidente de la Federación de Asociaciones para la Lucha Contra las Enfermedades Renales de Galicia (Alcer Galicia), y desde hace más de tres décadas vive con un riñón trasplantado. Su historia es una muestra del impacto vital que puede tener la donación de órganos. «Enfermé del riñón con 20 años, estuve en tratamiento renal sustitutivo de los 29 a los 31, realizando hemodiálisis, hasta que me trasplantaron», explica. La Enfermedad Renal Crónica (ERC) se ha convertido en un problema de salud pública de primer orden en Galicia, con una incidencia que va en aumento y que ya afecta aproximadamente a uno de cada siete ciudadanos. Hoy, más de 4.000 personas en la comunidad gallega necesitan tratamiento renal sustitutivo, ya sea mediante diálisis o trasplante, una cifra superior a la media nacional.

Ante esta realidad, y dado el carácter silencioso y progresivo de la enfermedad, el Parlamento de Galicia emitió una declaración institucional bajo el lema «Conoce tus riñones, cuida tu vida», impulsada por Otsuka Pharmaceutical, junto con la Sociedad Gallega de Nefrología (SGAN), Alcer Galicia y la Asociación de Lupus en Galicia (AGAL), que refuerza su compromiso con la prevención, la detección precoz y el tratamiento integral de esta dolencia.

El trasplante de Rafael llegó en el año 1993, con una llamada que lo cambió todo: «Cuando llaman para el trasplante es una ilusión muy grande porque la vida cambia mucho y a mejor. Esto fue un 15 de febrero de hace más de 32 años». Pese a la magnitud del momento, Rafael asegura que no tuvo miedo, «porque el cambio es tan grande que disfrutas la vida, porque te sientes bien de salud, alcanzas una estabilidad emocional, y tienes muchas ilusiones». 

Rodríguez recuerda aquel día con todo detalle: «Salí de diálisis y me llamaron a las nueve y media de la noche. Me trasplantaron a las cuatro de la mañana. Desperté con muchísima ilusión en la UCI porque me dijeron que el riñón ya había empezado a funcionar en el propio quirófano y que ya había expulsado orina», cuenta.

Desde entonces, asegura que todo han sido alegrías. «Estoy teniendo una vida óptima, porque he podido desarrollar un proyecto vital casi no condicionado a la enfermedad, algo que muchos de mis compañeros y compañeras, por desgracia, no han podido hacer», lamenta.

Aunque su experiencia ha sido favorable, Rafael es consciente de que no todos los pacientes comparten la misma suerte. Sabe de personas cercanas que llevan más de una década en tratamiento de diálisis, esperando un trasplante que no llega. Y es que, como bien señala, la calidad de vida durante el tratamiento renal sustitutivo dista mucho de la que se puede alcanzar tras recibir un órgano compatible.

Las diferencias entre ambas situaciones son profundas, y Rafael las detalla con precisión. «Imagínate que no puedes beber ningún tipo de líquido durante 48 horas, que con 29 años al llegar al segundo piso tenía que parar porque no era capaz de seguir subiendo, que has perdido tu puesto de trabajo porque no puedes realizar las tareas. Que a nivel sexual tienes dificultades. Cuando viene un trasplante y funciona bien, es como si entraras en un estado de euforia», cuenta el presidente de Alcer Galicia.

Salir adelante

Durante su proceso de recuperación, diversos factores jugaron un papel clave en su bienestar emocional. La cercanía de sus seres queridos, tanto familia como amistades, le ofreció el respaldo necesario para afrontar el cambio sin miedo. A esto se sumó su estabilidad económica, que en ese momento provenía de su trabajo, una fuente de autonomía que, aunque perdió temporalmente, logró recuperar. «Esa salud que te viene por un órgano, más esa independencia económica, más ese apoyo familiar y de amistades, son los pilares sobre los que se construye una vida», explica. 

Rafael también destaca el acompañamiento recibido del sistema sanitario. «Fui creciendo, haciéndome adulto acompañado del equipo sanitario de nefrología del antiguo Hospital General de Santiago», afirma.

Hoy, Rafael preside Alcer Galicia y acumula más de treinta años de trayectoria en el ámbito asociativo. Su vinculación con la entidad comenzó como socio y, apenas un año después, fue invitado a integrarse en la junta directiva, donde permanece desde 1991. A lo largo de este tiempo, ha convertido su labor en la asociación en uno de los proyectos de su vida.

Además de defender la donación, Alcer Galicia ofrece apoyo integral a las personas con enfermedad renal: «Tenemos profesionales de la psicología, de la nutrición, del trabajo social, de la terapia ocupacional, de la sexología, de la pedagogía. Porque una persona cuando enferma no solamente tiene que tener salud física, sino que también tiene que pagar las facturas», explica.

La postura de Rafael ante la donación es firme, ya que lo considera «un compromiso, y para mí es un bien social. Ser donante de órganos después de la muerte es el mayor acto de prestigio social, porque tú no lo vas a saber, porque ya te moriste».

Con el paso del tiempo, Rafael ha sido testigo de una evolución positiva en la percepción social sobre la donación de órganos. Considera que hoy en día existe un mayor conocimiento y normalización del tema, impulsados en parte por su inclusión desde hace años en los contenidos educativos. A su juicio, el trasplante ya forma parte del imaginario colectivo y está instalado en la sociedad.

Aún así, recuerda que todavía hay creencias erróneas: «En muchas ocasiones nos dicen ‘yo no me hago donante de órganos porque a lo mejor me dejan morir en el hospital'. Pero, por favor, ¿cómo te van a dejar morir en el hospital? Para un donante de órganos fallecido, la defunción y la donación tienen que estar certificadas por cuatro médicos o médicas».

Rafael transmite su mensaje con la convicción de quien ha vivido en carne propia el valor de la donación. Consciente de su poder transformador, insiste en la importancia de este acto: «Un donante de órganos puede salvar hasta a ocho personas. El mensaje es muy fácil. Donar órganos es salvar vidas. Ocho vidas, en concreto».