¿Y si se durmiese mejor en camas separadas?: «Se ha demostrado que muchísima gente descansa mejor sin su pareja»

VIDA SALUDABLE

Dormir en pareja puede ser perjudicial para nuestro ciclo de sueño.
Dormir en pareja puede ser perjudicial para nuestro ciclo de sueño. iStock

El llamado divorcio de sueño ayuda a evitar que el sueño se interrumpa durante la noche, pero a algunas personas les puede costar más quedarse dormidas sin el contacto físico

01 jun 2025 . Actualizado a las 10:53 h.

Dormir en pareja es una tradición tan profundamente instaurada en la cultura que ha marcado incluso el rumbo de la arquitectura: las suites matrimoniales están pensadas para una cama doble, en las viviendas, el uso del espacio en la habitación matrimonial está predefinido para que quepa este mueble e incluso en los hoteles, las habitaciones dobles con dos camas suelen ser más costosas. Pero ¿es realmente lo más recomendable para nuestra salud? ¿Qué efectos tiene en las fases del sueño el hecho de dormir solos?

Aunque la tradición tiene peso, la evidencia científica está empezando a inclinar la balanza hacia el lado contrario. En diversos estudios se han observado importantes beneficios asociados a la tendencia que en redes sociales se ha denominado «divorcio de sueño»: las personas reportan sentirse más descansadas y todo apunta a que el sueño puede resultar más reparador si dormimos en soledad. Analizamos la literatura científica sobre el tema con dos expertas en sueño.

Hasta que la noche nos separe

La práctica de dormir separados ha sido adoptada por cada vez más parejas y es popular especialmente entre la generación millennial. Lejos de indicar una crisis en la relación, esta decisión está fundamentada en la necesidad de dormir en un ambiente propicio para que el descanso sea el mejor posible.

Esto está respaldado por la ciencia. «Se ha demostrado que hay muchísima gente que duerme mejor separada de su pareja. Puede ser porque, por ejemplo, el compañero de cama se mueve mucho y esto hace que la persona se despierte. Igual no tardamos en conciliar el sueño, pero cada vez que el otro se mueve, nos genera un microdespertar que fragmenta nuestro sueño», sostiene Anjana López, neurofisióloga y miembro de la Sociedad Española de Sueño (SES).

Con todo, dormir en pareja es parte de la rutina de muchas personas y la compañía en la cama puede ser reconfortante en muchos casos, lo que puede ayudar a dormirse más rápido. «Esta rutina para conciliar el sueño, cuando estamos acostumbrados a dormir en pareja, puede hacer que nos cueste más conciliarlo cuando tenemos un viaje o una circunstancia que nos obliga a dormir solos», observa María José Martínez Madrid, coordinadora del grupo de trabajo de Cronobiología de la SES.

Las ventajas de dormir solo

Desde un punto de vista cronobiológico, la calidad del sueño puede mejorar cuando podemos descansar de manera individual, ya que esto reduce al mínimo las posibles perturbaciones de los ciclos del descanso. A lo largo de la noche, nuestro organismo pasa por varios ciclos de entre 90 y 120 minutos, en los que se completan todas las fases del sueño. «Después de cada uno de estos ciclos, hay un microdespertar que es fisiológico y natural, y que ocurre incluso sin que seamos conscientes de ello. En ese momento, el cuerpo va a comprobar si estamos bien, si estamos cómodos, si tenemos frío o calor», explica Martínez.

Por eso, si bien evitar las perturbaciones en el sueño es importante a lo largo de toda la noche, es en esos momentos cuando somos especialmente vulnerables, ya que un cambio como el movimiento brusco de nuestra pareja puede convertir fácilmente ese microdespertar en un despertar completo. «Esto va interrumpiendo el sueño, haciendo que no lleguemos a fases tan profundas en él», señala Martínez.

En algunos casos, es posible que el sueño se sincronice cuando dos personas duermen juntas durante cierto tiempo. «Pero todo depende de cómo sea el período de sueño y toda la arquitectura del sueño de cada uno de ellos. Si realmente se duermen a la misma vez, es posible que eso se vaya sincronizando, pero aquellas parejas en las que a lo mejor uno se acuesta antes y otro después, o que aunque se acuesten a la vez, uno se queda leyendo o lo que sea y la otra persona se duerme, no necesariamente van a coincidir en las fases», aclara la experta.

Soy búho y mi pareja es alondra

Muchas parejas se acuestan a dormir simultáneamente por hábito. Pero si tenemos cronotipos totalmente diferentes, esto puede ser un problema. «Hay gente que es más nocturna y llega a la cena con un cerebro muy activo. Esta gente tiende a acostarse más tarde y, por la mañana, les cuesta mucho madrugar. Este sería el cronotipo de búho. Y hay personas que son todo lo contrario. Tienen un cronotipo de alondra, a partir de las nueve de la noche necesitan acostarse, pero a las siete u ocho de la mañana están a tope, es su mejor momento», describe López.

Si tenemos cronotipos diferentes, acostarnos a la misma hora puede empeorar los problemas para conciliar el sueño. «Cuando uno se mete en la cama y su compañero de cama está despierto y empieza a dar vueltas, o está viendo el móvil, la tele, o se pone la radio, al final nuestro sueño también se va a ver alterado», advierte la doctora López.

«Una vez conciliado el sueño, a nivel puramente biológico y al margen de lo emocional, independientemente de cómo nos hayamos dormido, el hecho de que haya alguien al lado no nos beneficia en nada», insiste Martínez. Sin embargo, reconoce que «emocionalmente, estar en esa compañía y tener ese ritual de preparación para el sueño puede ayudar a dormirse, porque estamos más cómodos».

Un sueño de calidad

Para aquellas parejas que desean los beneficios del descanso individualizado pero no disponen de habitaciones separadas, o quieren mantener el hábito de dormir en contacto, existen alternativas que pueden ayudar. «Una solución puede ser dormir en la misma habitación, pero en camas separadas. O bien, en colchones que estén juntos pero que sean independientes. Porque si bien es verdad que la calidad del sueño es mejor si dormimos solos, y que tener compañero de cama puede fragmentar el sueño, también es cierto que hay personas que se sienten más seguras durmiendo acompañadas. Al final, dormir con nuestra pareja nos hace liberar dopamina y esta sustancia nos aporta esa seguridad», señala López en este sentido.

Otra opción que puede ayudar a controlar mejor el ambiente en el que dormimos, incluso en pareja, es seguir el método escandinavo, que se popularizó en países como Suecia, Noruega o Dinamarca y que consiste en utilizar, dentro de la misma cama, mantas separadas para poder regular la temperatura de cada lado de la cama de manera individualizada. Este método también ayuda a que los movimientos de la otra persona sean menos perceptibles para nosotros, reduciendo la probabilidad de que nos despierten. 

«El sueño esta modulado por el patrón de temperatura. Necesitamos enfriar nuestro termostato interno para poder conciliar el sueño y eso lo hacemos expulsando calor, aumentando la temperatura periférica. Por eso cuando los niños pequeños tienen sueño es muy fácil detectarlo, porque tienen las orejas y las manos calientes. En adultos sucede lo mismo. Entonces, el contacto físico con nuestra pareja puede ser reconfortante, pero a veces, sobre todo en verano, cuando necesitamos disipar calor, estar abrazados puede dificultar esa termorregulación necesaria para conciliar el sueño», explica Martínez.

Más allá de la cama, el ambiente en el que dormimos tiene un impacto importante en nuestro sueño. Por eso es clave evitar todo tipo de luces en la habitación a la hora de dormir, incluido el móvil. «Como recomendación general, disminuir el uso de dispositivos electrónicos es importante. Tengamos en cuenta que, si un miembro de la pareja está utilizándolos, incluso con los ojos cerrados la melatonina de la otra persona disminuirá por la presencia de luz. Si uno de los dos está leyendo o viendo el móvil, lo aconsejable es usar un antifaz para conciliar el sueño», destaca López.

Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.