Francisco Tinahones, endocrinólogo: «La de hacer cinco comidas al día era una recomendación equivocada»

VIDA SALUDABLE

El especialista dirige, junto a la doctora Isabel Moreno-Indias, un trabajo que profundiza en los beneficios de la restricción calórica en las aptitutes neurocognitivas
10 jul 2025 . Actualizado a las 12:09 h.La obesidad y el sobrepeso se consideran problemas de salud pública en la actualidad porque son factores de riesgo para otras enfermedades. Por eso, diferentes grupos de investigación están tratando de dar con la clave para abordarlo. El más reciente, el trabajo realizado por miembros del Instituto de Investigación Biomédica de Málaga (Ibima Plataforma Bionand), que encontraron cómo el ayuno intermitente puede mejorar la neuroinflamación en estos pacientes. El estudio, dirigido por el doctor Francisco Tinahones y la doctora Isabel Moreno-Indias, observó que aplicar este tipo de restricción calórica en días alternos beneficiaba a ciertas aptitudes cognitivas. Tinahones explica los resultados, que se acaban de publicar en la revista científica Gut.
—¿Cómo se organizaban las ingestas de los participantes en su investigación?
—Hay una alternancia de una dieta normocalórica un día y una dieta restringida a una ingesta muy baja en energía, de 200 a 300 calorías como base. Alterna un día comiendo normal con un día que restringe mucho las calorías. La persona prácticamente está en ayunas. Puede tomar infusiones, puede tomar alguna proteína pero muy baja en calorías y no puedes tomar ni grasa ni hidratos de carbono durante esa jornada.
—¿Con qué se comparaba?
—En este estudio, comparábamos el ayuno intermitente con la dieta cetogénica, que es muy baja en hidratos de carbono, y con la dieta mediterránea, planteada de una manera hipocalórica. Las tres propuestas tenían la misma restricción calórica, es decir, bajaban la cantidad de calorías e iban ajustadas. En las tres encontramos bajadas de peso significativas, pero lo que nos sorprendió y es lo que ha dado lugar a este estudio, es que el ayuno intermitente mejoraba la neurocognición de los test neurocognitivos que le hacíamos a los pacientes.
—¿Qué variables medían en ese estudio?
—Fundamentalmente, era capacidad de reacción, memoria a corto plazo y memoria a largo plazo. Desde nuestro punto de vista, nuestra hipótesis de partida, era que el ayuno intermitente debía mejorar la capacidad neurocognitiva. Si no fuera así, hubiéramos desaparecido como especie. Imagínese que en el pasado llevásemos dos días sin comer y que, de repente, el ayuno nos provocara un estado de letargia. Como es obvio, no conseguiríamos alimento y moriríamos, hubiéramos desaparecido como especie. Por eso, de alguna forma, es algo evolutivo. Es decir, que el ayuno mejore nuestra capacidad neurocognitiva, de alguna forma es algo que es plausible desde el punto de vista evolutivo.
—¿Qué mecanismos lo pueden explicar?
—Este trabajo no solo lleva el modelo humano, sino que también lleva modelos animales y celulares. El mediador pueden ser los cambios en la microbiota que produce el ayuno intermitente. Vimos que cuando trasplantamos la microbiota de los sujetos que estaban en ayuno intermitente a ratones que no tenían microbiota, sino que la alcanzaban gracias al trasplante, estos mejoraban su capacidad de memoria a corto y largo plazo. Esto se hace poniéndole un laberinto al ratón, se le coloca alimento, y la segunda vez que va a por él, intenta recordar el recorrido que hizo la vez anterior para que le sea más fácil llegar a la comida. Precisamente, eso es lo que testamos, que los ratones que recibían la microbiota de los que habían tenido ayuno intermitente, presentaban mejores test neurocognitivos. Y después lo que miramos era que qué modificaciones había podido hacer el cerebro de estos ratones para que tuvieran mejores capacidades neurocognitivas. Nos dimos cuenta que los ratones que habían recibido la microbiota de los que hacían ayuno intermitente tenían unas células, que son como barredoras de la inflamación en el cerebro, más desarrolladas. Es la microglía. Esto hacía que, de alguna forma, tuviesen menos inflamación en el cerebro.
—¿Cómo afectó el ayuno a la microbiota?
—Siempre cuando uno somete a un paciente a dieta, la microbiota cambia. De hecho, cambió en los tres grupos experimentales.La microbiota de nuestro intestino es muy dependiente de lo que comemos y cómo comemos. Pero la de los que hicieron ayuno intermitente tuvo unas características especiales que hizo que cuando se las trasplantamos a ratones libres de gérmenes, estos mejoraron su capacidad neurocognitiva, que no ocurría con los trasplantes de las otras dos dietas.
—¿Por qué eligieron ese tipo de ayuno y no uno que limitase la ventana calórica cada día?
—Hicimos un estudio que se va a publicar en breves, donde comparamos los tres tipos de ayuno. El de suprimir la ingesta de la mañana, el de suprimir la ingesta de la noche y el ayuno alternante. Y el que tenía unos efectos metabólicos más positivos era precisamente este último. Por eso fue el que elegimos para este ensayo.
—Usted indicó que estos hallazgos rompen con la visión tradicional de que solo importan las calorías. ¿Por qué?
—Claro, uno pensaba que si yo sometía a un paciente a una dieta hipocalórica, pues los beneficios venían ligados al descenso de peso, que es verdad que el descenso de peso produce beneficio a todos los niveles. Pero dependiendo de la dieta o de la estrategia que lo haga, parece que hay beneficios adicionales. No solamente importan las calorías que ingiere, sino la estrategia que haga para perder peso.
—El ayuno es una tendencia creciente. ¿Siempre debe llevar supervisión?
—Hay personas que están cogiendo un estilo de vida donde incorporan el ayuno intermitente a su vida. Es decir, hay gente que desayuna y come fuerte, y luego para compensar y no aumentar de peso, o no cenan o tienen una cena muy ligera. En este momento no hay nada que contraindique eso. Es decir, no hay déficit nutricional porque yo me salte todas las noches la cena, si hago un almuerzo y un desayuno normal. La cuestión es que el ayuno intermitente se configure como un estilo de vida, porque no hay ninguna evidencia de que yo pueda vivir mejor, más tiempo o estar más sano si como cinco veces en lugar de dos. Antes teníamos el concepto antiguo de que había que hacer cinco ingestas diarias, pero hoy en día, todos los investigadores y los que nos dedicamos a la nutrición sabemos que esta idea era equivocada.