¿Qué es mejor: tomar azúcar o edulcorantes?

Lucía Cancela
Lucía Cancela LA VOZ DE LA SALUD

VIDA SALUDABLE

¿Son saludables los edulcorantes?
¿Son saludables los edulcorantes?

Expertos explican que ninguna de las opciones es recomendable y que el paladar se debe acostumbrar al sabor natural de los alimentos

23 jul 2025 . Actualizado a las 09:40 h.

El consumo de edulcorantes y su presencia en ultraprocesados ha aumentado en los últimos años. La industria es consciente de que, cada vez más, la gente prioriza su salud. Al incluir estas sustancias se puede reducir el azúcar, cuyos efectos perjudiciales para el organismo, cuando se ingiere de manera repetida, son de sobra conocidos. En este contexto, los endulzantes sin calorías o con un muy bajo aporte energético llegan con fuerza; parece que para quedarse.

Generalmente, resulta sencillo saber si un producto está edulcorado. Si sabe muy dulce y no tiene azúcares, dicho y hecho. Para cerciorarse, uno puede consultar la lista de ingredientes, donde debe aparecer. «Cuando un producto lleva edulcorantes, indica la palabra “edulcorantes” en los ingredientes y entre paréntesis cuál o cuáles de ellos contiene», precisa Ana Belén Ropero, profesora titular de Nutrición y Bromatología en la Universidad Miguel Hernández y bioquímica de formación.

Existen dos tipos: intensivos y polialcoholes. Los primeros tienen un poder endulzante mayor que el azúcar, «de 30 hasta 200 veces más, según el tipo», indica la especialista. No aportan calorías y no provocan caries. «Si bien los edulcorantes intensivos que se utilizan están autorizados por el Reglamento (CE) nº 1333/2008, el riesgo cero no existe y continuamente están bajo revisión», añade la profesora de nutrición, que recuerda que una vez sobrepasada la ingesta diaria aceptable no se puede garantizar que no provoque efectos adversos. Ropero explica que, al contrario de lo que sucede en otros países, como en Chile, «en España no es obligatorio indicar la cantidad de edulcorante que lleva el producto».

La Unión Europea establece diferentes máximos de cada edulcorante por kilogramo de peso. Por ejemplo, la ingesta máxima diaria recomendada de aspartamo es de 40 miligramos por kilo de peso, lo que significa que una persona que pese 60 kilos tendría que tomar unas doce latas de refresco light; con la sucralosa, donde el máximo diario recomendable es de 15 miligramos por kilo, esto equivaldría a unos sesenta sobrecitos.

Los tipos más utilizados en España, según Ropero, son la sucralosa, el acesulfamo K, los glucósidos de esteviol (estevia), el aspartamo y el ciclamato. «Se añaden a bebidas y lácteos, aunque cada vez más se utilizan en combinación con los polialcoholes en chocolates o bollería», precisa.

En el otro lado de la balanza se encuentran los polialcoholes, derivados de los hidratos de carbono, que aportan calorías porque el cuerpo humano es capaz de metabolizarlos. «En general son menos dulces que el azúcar y no provocan caries, y si lo hacen, es menor que en los azúcares. Algunos de ellos se utilizan como aditivos con otros propósitos que no son para aportar dulzor al producto», cuenta la profesora de universidad. En España, los más empleados son el maltitol y el sorbitol, que se añaden a productos sólidos como la bollería, los chocolates o las galletas.

Estos son los tipos de edulcorantes que pueden provocar efectos laxantes si se consumen en grandes cantidades. Es más, destaca Ropero, «si un producto lleva más de un 10 % de polialcoholes añadidos, debe indicarse la frase: “Un consumo excesivo puede producir efectos laxantes”». Aviso que, con frecuencia, se puede ver en chicles o caramelos.

Erika Maestro, dietista-nutricionista del Colegio de Dietistas y Nutricionistas de Madrid (Codinma), explica que la diferencia entre una versión azucarada de un producto y la versión con edulcorantes reside en que se use un edulzante calórico, como el azúcar, o uno acalórico, como la sacarina. «Entre medias, tendríamos los polioles, que se han puesto muy de moda, y engloban el eritritol, el xilitol o el azúcar de Abedul», indica la especialista. 

¿Menos calorías? Sí, con peros

Un motivo por el que muchas veces un consumidor opta por la versión edulcorada en lugar de la que tiene azúcar es por el menor aporte de calorías que supone, pero esta creencia depende de varios factores. En primer lugar, del tipo de edulcorante y del producto. Por ejemplo, en las bebidas que los contienen son de tipo intensivo. Por ello, «en los refrescos y las bebidas con zumo, sí hay disminución de las calorías puesto que lo único que aportan son azúcares, de modo que, si no se añaden, se reduce la energía. Mientras que los refrescos cero no aportan calorías porque solo son agua con edulcorantes; en las presentaciones que contengan cantidades variables de zumo, la reducción de la energía dependerá de cuánto azúcar se haya sustituido por un edulcorante», precisa Ropero.

Ahora bien, si el foco se centra en otros productos, como un pan de molde o una salsa, la diferencia no es tan significativa debido a la energía que suponen los otros nutrientes. «Además, en otras ocasiones, la diferencia de calorías no es importante, como es el caso de la bollería o los chocolates. Debemos tener en cuenta que el hecho de eliminar el azúcar no convierte a un producto en saludable, ya que puede sumar edulcorantes y otros nutrientes que afectan negativamente nuestra salud», señala la especialista, que insiste en que que un producto sea o no saludable depende de todos sus componentes, no solo de su cantidad de azúcar.

Para Maestro, la sustitución del azúcar por edulcorante no es «positiva por sí misma»: «Algunos estudios nos indican que la sacarina, por ejemplo, aunque es acalórica, despierta en nosotros la necesidad de consumo de azúcar», apunta la especialista del colegio madrileño, que añade: «Todos los edulcorantes, incluido el azúcar de mesa, provocan alteraciones en la microbiota y en la barrera intestinal, haciendo que esta sea más permeable», advierte. 

Ni uno ni otro

Así las cosas, ¿qué es mejor? La Organización Mundial de la Salud pidió, en sus últimas recomendaciones, que se redujera el consumo de edulcorantes intensivos para reducir el peso o el riesgo de padecer ciertas enfermedades. «Además, advertía de los posibles efectos negativos del consumo a largo plazo: aumento del riesgo de diabetes tipo 2, de enfermedades cardiovasculares y de mortalidad en adultos», señala la bioquímica. Con todo, esta no fue la primera institución en pronunciarse.

En el 2016, la Organización Panamericana de la Salud y la Oficina Regional en las Américas de la Organización Mundial de la Salud desaconsejaban cualquier tipo de edulcorante porque su ingesta promueve la de otros alimentos y bebidas dulces, incluso los que contienen azúcar. En otras palabras, consumir productos edulcorados sigue despertando la necesidad de dulce en las personas. Por todo ello, Ropero concluye que ningún edulcorante «es aconsejable, incluso la estevia».

Lejos de que un exceso de azúcar no sea saludable, tampoco es cuestión de demonizarlo. No se trata de un producto tóxico, ni de un veneno del que haya que huir, sino que, cómo explicaba el doctor Giuseppe Russolillo, presidente de la Academia Española de Nutrición y Dietética, en este reportaje, «tengamos que reflexionar sobre el uso que le estamos dando y los hábitos de vida y alimentación que tenemos». El problema no solo es la cucharilla que se echa al café, sino que por su palatabilidad y su presencia en muchos ultraprocesados, es fácil pasarse del límite máximo de 25 gramos que establece la OMS.

«Los edulcorantes surgen de la necesidad de dar una alternativa a personas con intolerancia a la glucosa y/o diabetes de ahí que su uso no debería extenderse a la población general», responde Maestro. Incluso, a estos últimos, se les recomienda que, poco a poco, acostumbren su paladar a sabores dulces más naturales. 

Un consejo que se extiende a toda la población, sumado a basar su dieta en materia prima de calidad y fresca. Estas sustancias no son una excusa para tener barra libre de ultraprocesados, y un refresco light al día sigue sin ser recomendable.

Lucía Cancela
Lucía Cancela
Lucía Cancela

Graduada en Periodismo y CAV. Me especialicé en nuevos formatos en el MPXA. Antes, pasé por Sociedad y después, por la delegación de A Coruña de La Voz de Galicia. Ahora, como redactora en La Voz de la Salud, es momento de contar y seguir aprendiendo sobre ciencia y salud.

Graduada en Periodismo y CAV. Me especialicé en nuevos formatos en el MPXA. Antes, pasé por Sociedad y después, por la delegación de A Coruña de La Voz de Galicia. Ahora, como redactora en La Voz de la Salud, es momento de contar y seguir aprendiendo sobre ciencia y salud.