¿Agua de grifo, embotellada o de filtro?: esta es la mejor según los expertos

VIDA SALUDABLE

Según la OCU, el agua embotellada tiene un coste para el consumidor hasta cien veces superior que la de grifo, pero su calidad no está sujeta a controles más rigurosos que la del agua de red
30 ago 2025 . Actualizado a las 05:00 h.En los últimos años, el agua ha pasado de ser una necesidad básica más a un accesorio que va con nosotros a todas partes. Las botellas reutilizables cada vez gozan de más popularidad, y el sector del agua embotellada ha crecido de manera espectacular en España, donde más del 40 % de la población la consume en casa de manera habitual, según un informe publicado en el 2024 por la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU). Al mismo tiempo, aumenta el uso de filtros para el agua de grifo, dispositivos que prometen eliminar sustancias químicas y microplásticos presentes en el agua que llega a los hogares a través de la red. Pero ¿es necesario utilizarlos? ¿Podemos obtener beneficios para nuestra salud bebiendo agua mineral, o es este consumo simplemente una cuestión de gustos? Lo analizamos junto a los expertos.
Agua de grifo
Las redes de agua potable son uno de los inventos más importantes de la historia de la humanidad. En España, la extensión de las redes modernas tuvo lugar entre finales del siglo XIX y comienzos del XX, aunque ya había antecedentes de iniciativas pioneras como es el caso de Valencia, que en la década de 1850 comenzó a crear redes de tuberías. En todo caso, el poder abrir el grifo y automáticamente recibir un flujo constante de agua potable ha sido revolucionario.
Pero en el día a día no tenemos presente el tratamiento por el que esa agua debe pasar antes de salir del grifo o de la ducha en nuestros hogares. Este proceso tiene varios pasos y comienza con la captación del agua en su origen. Se extrae de fuentes naturales como ríos o embalses y, en primer lugar, se la somete a un pretratamiento que consiste en retirar sedimentos gruesos, hojas y otros residuos sólidos de gran tamaño.
En esta etapa, se aplica cloro u ozono para prevenir el desarrollo bacteriano. Se añaden coagulantes como sulfato de aluminio o sales de hierro, que agrupan partículas minúsculas formando flóculos. Luego estos se sedimentan mediante decantación. El agua fluye a través de filtros que eliminan las impurezas más pequeñas y neutralizan su sabor u olor. Se añade flúor y se ajusta su pH para evitar la corrosión de las tuberías. Una vez tratada, se almacena en depósitos y se distribuye a través de redes de tuberías.
Este tratamiento del agua es altamente eficaz para eliminar sustancias no deseadas. El nutricionista y divulgador Juan Revenga explica en este sentido: «El Sistema de Información de Aguas de Consumo, o Sinac, que depende del Ministerio de Consumo, elabora periódicamente unos informes sobre la potabilidad del agua. En el 2021 informó que el 99,5 % de todos los boletines de análisis de aguas notificados sobre la calidad de este agua fueron aptos para el consumo. Lo que sucede es que hay una potente industria del agua embotellada que alienta el consumo de esta en lugar de la del grifo».
Contexto normativo
España dispone de una red de vigilancia sanitaria sobre la calidad del agua de red, regulada por la legislación nacional y europea. El Real Decreto 3/2023 establece límites estrictos para elementos como nitratos, nitritos, cromo y plaguicidas. «Nuestro país cuenta con abastecimientos de alta calidad y rigurosos sistemas de vigilancia y de control analítico, que permiten que el agua llegue en buenas condiciones a nuestros hogares y sea consumida con seguridad. Para ello, el agua se somete previamente a un tratamiento de potabilización y a diversos controles sanitarios», detallan desde el Ministerio de Sanidad.
A su vez, se incorporan periódicamente nuevos parámetros para garantizar esta seguridad del suministro. En el 2024, la Decisión Delegada 2024/1441 estableció una metodología para introducir la medición de la cantidad de microplásticos presentes en el agua destinada a consumo humano, en cumplimiento con la Directiva 2020/2184 del Parlamento Europeo.
Gracias a estos controles, el agua del grifo no contiene sustancias tóxicas que deban preocuparnos. «En general, es segura y esto se garantiza porque se rige por una normativa de concentraciones máximas que puede tener de químicos. Si bien el consumo de microplásticos es inevitable, la cantidad de ellos presente en el agua de grifo es baja. Es más frecuente inhalarlos o comerlos con los alimentos», explica Paula Redondo, doctora en Ciencias Ambientales e investigadora del IMDEA Water Institute.
Agua mineral
El agua envasada es una incorporación reciente a los hogares de España. Las botellas no solo tienen un impacto ambiental por generar basura. Su fabricación y su transporte producen además emisiones de dióxido de carbono. Por si esto fuese poco, el agua embotellada tiene un coste para el consumidor hasta cien veces superior al agua de grifo. Los informes de la OCU sitúan el precio de consumirla envasada en torno a los 500 euros al año para una familia, frente a menos de diez euros anuales si se utiliza la de red. Entonces, ¿por qué cada vez más personas eligen beber agua embotellada?
«Tomar agua embotellada no tiene ningún efecto en el organismo, más allá del sabor. Si bien es cierto que las aguas de suministro nacional son aptas para consumo, sus características organolépticas o sensoriales pueden no ser las más idóneas y hay gente a la que no le sabe bien. Esto no significa que la calidad del agua no sea buena, pero si le notas el sabor y no te gusta, puede que recurras a aguas embotelladas», explica Revenga.
En España se comercializan principalmente tres tipos de agua envasada:
- Aguas minerales naturales (AMN)
- Aguas de manantial (AM)
- Aguas potables preparadas (APP)
Las AMN y las AM provienen directamente de la naturaleza, se envasan en origen. «Se caracterizan por su contenido en minerales, oligoelementos y otros componentes, así como por su pureza original. Estos dos tipos de aguas se diferencian únicamente por la constancia química de las AMN respecto a las de manantial, aplicándoles a ambas diferentes criterios tanto a nivel del manantial de procedencia como en el agua envasada y en el etiquetado. Por su parte, las APP, pueden tener cualquier tipo de procedencia y se someten a los tratamientos fisicoquímicos autorizados necesarios para que reúnan las características de potabilidad establecidas», detallan desde la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (Aesan).
Un aspecto relevante es que, según la normativa del 2023, el agua del grifo está sujeta a regulaciones más estrictas que la envasada, especialmente en lo relativo a plaguicidas prohibidos o no autorizados. El agua de red tiene un límite de 0,03 µg/L para esas sustancias, mientras que en el agua embotellada se mantiene el límite general de 0,1 µg/L.
Más allá de su composición, las botellas pueden introducir otros elementos en función del material del que estén hechas. «En un agua envasada en plástico se va a introducir más cantidad de ese polímero procedente del envase, algo que no va a suceder en una botella de vidrio. A veces se utilizan plásticos reciclados que, por el proceso en el que se lava esa botella para poder reutilizarla, también pueden liberar plásticos», señala Redondo.
El investigador Miguel González, del Departamento de Biología de la Universidad Autónoma de Madrid, observa: «En el agua del grifo encontraríamos unos 50 nanogramos de plástico por litro, mientras que en un estudio que hicimos con cinco marcas distintas de agua embotellada hallamos que la cantidad era mayor. Pasaríamos de una partícula de microplástico cada cien litros a 70 cada cien litros». Con todo, señala que, en términos proporcionales a nuestro consumo, «este no es un contaminante especialmente relevante».
Las alternativas de mineralización débil, que han ganado popularidad en los últimos años, tampoco son especialmente beneficiosas. Revenga explica que «el aporte de minerales que puede tener incluso el agua más dura, con más fosfatos o carbonatos, es cien veces menor al aporte de un vaso de leche. Es decir que los minerales que el agua introduce en nuestro cuerpo son varios órdenes de magnitud menos que otras bebidas, en este aspecto el agua tiene un impacto escasísimo». Esta conclusión coincide con la de la Asociación Española de Urología, que afirma en un comunicado del 2016 que no existen evidencias científicas «de que la mineralización del agua mineral natural conlleve un riesgo en la recurrencia de cálculos renales o que implique el deterioro de la función renal».
Filtros para el agua
El filtrado o la purificación del agua del grifo en casa busca eliminar la mayor proporción posible de partículas sólidas y sustancias que puedan estar presentes en el líquido que utilizamos para nuestro consumo. En este caso, el objetivo es mejorar el sabor y las características del agua.
Existen diferentes tipos de filtros para el agua. En España, los más utilizados son:
- Filtros de carbón activado. Funcionan haciendo pasar el agua a través de un bloque o gránulos de carbón activado. El carbón tiene una gran capacidad de atraer y absorber contaminantes químicos. Estos filtros eliminan cloro, compuestos orgánicos volátiles (COV), pesticidas, olores y sabores desagradables, pero no son tan eficaces a la hora de filtrar sales, nitratos, metales pesados o microorganismos. Podemos encontrarlos en formato de jarras filtrantes, filtros en el grifo u otros que se colocan bajo el fregadero.
- Ósmosis inversa (RO). Consisten en una membrana semipermeable que deja pasar solo moléculas de agua. Eliminan sales, metales pesados como arsénico, plomo o mercurio, nitratos, pesticidas, microplásticos y ciertos microorganismos, pero no quitan compuestos orgánicos volátiles. Se los suele combinar con los filtros de carbón activado. Se instalan bajo el fregadero, utilizan varios cartuchos y un depósito de almacenamiento. Comúnmente se utilizan en zonas con agua dura o de sabor fuerte, como el Levante o Canarias.
- Filtros de intercambio iónico (o descalcificadores). Utilizan resinas que intercambian iones de calcio y de magnesio, los causantes de la dureza del agua, por sodio o potasio. Eliminan mayormente la cal y algunos metales pesados, pero no reducen el contenido de cloro, microplásticos ni contaminantes orgánicos. Se instalan en las viviendas en zonas con altas concentraciones de cal, como Muscia o Baleares.
- Luz ultravioleta. Emplean pulsos de luz que atacan a las bacterias que puedan estar presentes en el líquido. La desventaja de este sistema es que no sirve para atrapar partículas sólidas, por lo que se suelen usar en combinación con otros tipos de filtros que incluyan mallas o membranas.
- Filtros de cerámica. Hacen pasar el agua a través de un cartucho de cerámica microporosa que retiene sedimentos finos y algunos tipos de bacterias. No son efectivos para eliminar sales o cloro. Se instalan en la encimera o debajo del fregadero. Su uso no es tan frecuente.
Cuando hablamos de agua para beber, Revenga asegura que los filtros «carecen absolutamente de sentido» si lo que se busca es garantizar la seguridad del líquido. Sin embargo, pueden ser útiles en algunos casos. «En la ducha, las alcachofas con filtro pueden mejorar un poco la piel, sobre todo en aquellas personas que sufren dermatitis atópica en zonas donde el agua es más dura», observa Redondo. La experta señala que, en caso de utilizar un filtro, lo mejor es optar por el sistema de ósmosis inversa, «porque es lo más eficiente en cuanto a la eliminación de químicos en el agua».
«Lo que sí es importante, y esta es una de las conclusiones a las que llegamos durante nuestra investigación, es que si utilizas filtros en casa tienes que cambiarlos cuando lo indica el fabricante. Hay gente que los deja mucho tiempo, pensando que no pasa nada, pero lo que sucede es que acumulan sustancias y las van liberando lentamente si no los cambiamos cuando tenemos que hacerlo», advierte la investigadora.