Memorias de tiempos aún recientes en la aldea de Carballal

CARLOS RUEDA / FRANCISCO ALBO MONFORTE / LA VOZ

LEMOS

Situada entre O Courel y A Pobra do Brollón, es un ejemplo del tradicional modo de vida de la sierra

16 jul 2017 . Actualizado a las 19:00 h.

En el mismo límite entre A Pobra do Brollón y Folgoso do Courel se encuentra la localidad de Carballal, perteneciente a este último municipio. Como otras aldeas de la sierra, ha sufrido en las últimas décadas un fuerte descenso demográfico que continúa en la actualidad. En sus mejores tiempos había veintiséis casas abiertas en las que convivían bajo el mismo techo una media de siete personas, aunque en algunos casos llegaban hasta diez. Hoy en día la población de Carballal se reduce a siete vecinos.

La única riqueza de la aldea se cifraba en la agricultura y ganadería, en su mayor parte de autoconsumo. Arsenio Fernández, un vecino de Carballal, recuerda que se plantaban todo tipo de hortalizas, patatas y principalmente cereales -trigo y centeo- en los lugares de Os Predoutos e a Campa Vella. La localidad contaba con varias airas donde se llevaban a cabo las mallas -las llamadas de Casa do Carrozo, Lameso, López y A Carreira- lo que da una idea del volumen de cereales que se sembraban. Esta labor tradicional ya empezaba a estar mecanizada. La Casa do Carrozo, la de Arsenio, disponía de una máquina de mallar. «Era unha máquina da casa Centauro que tiña motor de gasóleo, era moi potente e traballaba moi ben», recuerda el vecino.

En varias aldeas

La máquina prestaba servicio a sus propietarios y a otros vecinos de Carballal, pero también iba a las aldeas de los alrededores: O Busto, Teixeira, Lebrón, Pradelas, O Mazo, Parada de Montes, Couso, Río de Bois... «E teño ido ata Vilamor do Courel», dice Arsenio Fernández. «Cando íamos mallar ás aldeas levábamos con dúas parellas de bois, unha para levar a malladora e outra para levar o motor», añade.

Arsenio se encargaba de la malladora y su mantenemento, ya que era peligroso su manejo. En torno a 1940 cobraba por horas a razón de unos veinte duros por hora. «Pasábase moi mal, xa que estabas todo o día mallando entre moito po e calor», dice.

La castaña fue también un recurso importante para la economía local sobre todo para el consumo de la casa y para cebar a los animales. La que sobraba, castaña en seco, se llevaba a vender a las ferias de A Pobra do Brollón.

En la aldea había tres sequeiros, pero la Casa do Carrozo tenía dofuera de la aldea, uno en Froxán y otro en Ferreirós de Arriba. En tiempos la familia llegaba a cosechar hasta dieciocho fanegas de castañas -unos mil kilos- nos soutos que tenía en Carballal, Froxán e Ferreirós de Arriba.

Además Arsenio dedicaba sus pocas horas libres a ejercer de artesano. «Traballei de ferreiro, zoqueiro, cesteiro e tamén de carpinteiro facendo carros», cuenta. Además de la fragua de su casa había otras dos en la aldea, la de la Casa de Roque y la de Francisco.

Múltiples herramientas

Ademais de arreglar herramientas y aperos de labranza, Arsenio también los fabricaba. «Facía arrellas para os arados, cravos e ferraduras para os cabalos, bisagras e cravos para as portas, en definitiva un pouco de todo», explica. Como carpintero hizo tambiénarados de madeira y muchos carros. «Na casa sempre tiña tres, para o meu servizo ou para vendelos a quen lle interesase e tamén os facía por encargo», agrega. Aún conserva un carro que construyó en 1935, con las ruedas de madera de tejo. En el resto de la estructura se usaba madera de fresno, muy abundante en la aldea. «O teixo é unha das madeiras máis duras e moi dificil de traballar», dice. «Cando dabas un golpe á roda parecía que pegabas con ferro», añade.

La madera de tejo vino de la Devesa da Rogueira, en O Courel, a través de unos vecinos de Ferreirós de Arriba que se hicieorn con ella. En tiempos, la Casa do Carrozo y otras dos de Carballal se dedicaron también al transporte de mineral de hierro entre las minas de A Veneira de Roques y la ferrería de Baldomir. «Iamos polo Camiño da Vena cos carros cargados co mineral e a a medio camiño, no lugar das Penas de Miranda, había unhas cabanas onde deixábamos os carros ata o día seguinte, para volver de novo e seguir a viaxe», recuerda.

La aldea vivió

de la agricultura y la castaña, pero también del mineral de hierro