Montefurado, tierras de oro y aceite

carlos rueda / carlos cortés MONFORTE / LA VOZ

LEMOS

Esta parroquia de Quiroga guarda espectaculares vestigios de la minería aurífera de los romanos

15 jul 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Desde Quiroga

Es preciso tomar la carretera N-120 en dirección Ponferrada. En el kilómetro trece hay un desvío a la izquierda que conduce a la localidad de Montefurado y al túnel de A Boca do Monte

El territorio de la actual parroquia quiroguesa de Montefurado estuvo estrechamente relacionada con la explotación del oro por parte de los romanos durante los siglos II y III de nuestra era. De hecho el pueblo fue construido sobre la antigua explotación y varias de sus viviendas están justo al borde de las terrazas de los frentes mineros. Además, los vecinos supieron aprovechar la red de galerías excavadas en los frentes de explotación, que fueron convertidas en funcionales bodegas para la conservación del vino.

Pero por lo que realmente destaca Montefurado es por su espectacular túnel, construido por los romanos en el siglo II con la intención de desviar el curso del Sil en un tramo de unos tres kilómetros y de esa manera aprovechar las arenas depositadas en ese trecho de río. Fue el mayor lavadero de oro de los construidos por Roma en esta comarca aurífera. Esta impresionante obra de ingeniería antigua, a la que los vecinos de la zona denominan A Boca do Monte, tiene una longitud de unos 52 metros y una altura de veinte, aunque en sus inicios la cavidad medía 120 metros de largo. En 1934 se produjo un desplome parcial del túnel que lo dejó reducido a la mitad de su longitud, en el estado en que se encuentra en la actualidad. Aquel derrumbe provocó también la desaparición de las ruinas del castillo Pena do Corvo, que estaba justo sobre el lugar que se vino abajo.

Encima del espolón rocoso

Anteriormente la totalidad del espolón rocoso en el que fue excavado el túnel, estaba ocupado por un asentamiento prerromano conocido hoy por castro da Pena da Boca. Una buena parte de su superficie tuvo que ser aterrazada debido a sus fuertes pendiente, para de esta manera poder aprovechar el terreno para la construcción de las viviendas y hacerlo habitable. Actualmente quedan los restos de algunos de esos muros, pero las labores agrícolas y la construcción de la carretera que lleva a Os Anguieiros, alteraron en gran medida el yacimiento.

En el entorno y en el mismo núcleo de Montefurado se distinguen perfectamente dos niveles paralelos de explotación aunque situados a distintos niveles. El nivel inferior está situado por debajo del pueblo y se extiende hasta la misma carretera que da acceso a la localidad. Actualmente estos terrenos están dedicados a viñedos y huertas. En el segundo frente de explotación, situado en la cota más alta, se asienta el pueblo de Montefurado y se extiende ladera arriba, hasta las proximidades de la carretera que lleva a O Ermidón.

En ambos frentes de explotación se pueden ver todavía varias galerías de derrumbe ya preparadas para abatir el monte. La mayoría se localizan en el frente superior de la explotación, varias de ellas excavadas a distintos niveles y comunicadas entre sí.

La conocida como bodega de Ramos y el resto de su vivienda se encuentra asentada sobre una de estas explotaciones mineras. Desde la planta baja de la casa se accede a la bodega ubicada en el subsuelo, que está formada por varias galerías. Cubas de madera, garrafones y botellas de vino ocupan las distintas galerías distribuidas en diferentes niveles, «es la mejor manera de conservar el vino, ya que está todo el año a la misma temperatura», comenta el propietario de la bodega y vivienda.

En el lugar de A Caborca, por encima de la aldea, hay varias excavadas en el terreno que en su día también fueron aprovechadas como bodegas y almacenes de paja. Un poco más arriba y ya en las proximidades de la carretera que lleva a O Ermidón, también había varias galerías, apunta un vecino, pero en su mayoría están ya caídas o cubiertas de maleza.

En la parte baja del pueblo de Montefurado se encuentra la bodega de Demetrio, en el frente de explotación inferior y en la parte baja de la misma vivienda. Aquí también se aprovechó como bodega una galería excavada en el terreno, pero no llegó a alcanzar las dimensiones de las anteriores, porque el tipo de roca impedía conseguir mayor profundidad en el talud.

El molino del pueblo

Pero Montefurado también conserva interesantes testimonios sobre la elaboración artesanal del aceite, una actividad muy arraigada y que con el tiempo fue cayendo en desuso hasta prácticamente quedar en el olvido. En tiempos había un molino o almazara en el pueblo, conocido por el Muíño da Casa do Porretas. Además de moler para la propia casa, también lo hacía para los vecinos de Montefurado y del pueblo de O Ermidón. El propietario cobraba en metálico o por el sistema tradicional de la maquía, mediante el que se quedaba con un porcentaje de aceite según la cantidad de aceituna molida.

«As oliveiras estaban repartidas por toda a aldea de Montefurado -relata un vecino- e estendíanse dende aquí ata o lugar do Ermidón polo camiño arriba, hoxe denominado Camiño Real, e tamén dende a igrexa de Montefurado e ata a aldea dos Albaredos, había moitísimas oliveiras».

En Montefurado todavía quedan interesantes vestigios de su arquitectura tradicional, en la que el barro fue un elemento principal, utilizado como mortero. Prueba de ello es ese color rojizo, muy característico de la zona, y que cubre una buena parte de los muros de antiguas viviendas.

Una de las casas más importantes de la localidad era la de Campomanes, de gran abolengo y que años más tarde cambió de propietaria pasando a llamarse A Casa da Marcelina. «Tiña un forno e cocía para os veciños -cuentan los vecinos-, ademais de cocer para a casa. En tempos do racionamento, repartía fariña entre os veciños para que puidesen elaborar o pan. Se querían facelo no seu forno, só tiñan que traer a leña e a dona prestábase a atender o forno. Non lles cobraba nada, era moi boa muller».

Montefurado también cuenta con un interesante legado arquitectónico de tipo religioso, como su monumental iglesia parroquial de San Miguel. Se trata de un templo de considerables dimensiones construido en 1759, según la inscripción grabada en uno de sus sillares. Tiene planta en forma de cruz latina y es de una sola nave, distribuida en tres zonas separadas por arcos de medio punto. Su retablo mayor es de estilo rococó y los dos laterales son neoclásicos.

Sitial de ceremonia

En la capilla mayor de la iglesia destaca un sitial o asiento de ceremonia blasonado, que en tiempos era ocupado por el antiguo señorío jurisdiccional durante su asistencia a los oficios religiosos.

La piedra que fue utilizada en la construcción de la iglesia parroquial -de alto contenido en hierro y de ahí su peculiar color-, procede de una antigua cantera situada en el lugar conocido por Ferrería.

También son interesantes la fuente y el lavadero público situados en el centro del pueblo, cuya agua sobrante era destinada a regar las huertas. Tiene dos inscripciones en ambas piedras de sillería, una con la fecha de su construcción, 1738, y la otra con varios signos y letras que son de origen desconocido.