Los que más sufren la sequía en el valle de Lemos: «Non vira o Cabe tan baixo na vida»

Carlos Cortés
Carlos Cortés MONFORTE / LA VOZ

MONFORTE DE LEMOS

Carmen Gavieiro, con el canal que pasa por su finca y que este verano no ha llevado agua nunca
Carmen Gavieiro, con el canal que pasa por su finca y que este verano no ha llevado agua nunca CARLOS CORTÉS

Dos ganaderos de Monforte y Pantón han tenido que arreglárselas este verano sin agua para regar

04 sep 2022 . Actualizado a las 11:34 h.

El 4 y el 15 de agosto. Esas fueron las únicas tandas de riego disponibles este verano para los terrenos de cultivos situados dentro del ámbito del regadío del valle de Lemos. La sequía no ha permitido más. Ni hubo riego en junio ni lo habrá en septiembre. Los agricultores esperan que se haya salvado la cosecha de maíz y asumen que tendrán una merma importante en la de hierba forrajera. Eso en general, porque los hay que no han podido regar ni una sola vez. Les pasó a los propietarios de las dos únicas explotaciones ganaderas profesionales que quedan alrededor de los 17 kilómetros de longitud del canal que va por la margen derecha del Cabe. Los dos afectados han lidiado con la falta de agua cada uno a su manera, pero los dos se levantan a diario esperando que por fin empiece a llover.

«Que chova logo e que chova todo o que ten que chover», pide Carmen Gavieiro Río, la titular de una de las contadas granjas de vacas que quedan en la periferia de Monforte. Su explotación está en el Camiño das Chás, a medio camino entre el hospital y el mercado ganadero, y por su finca pasa una acequia del canal de la margen derecha. «Cando me explicaron que este verán non lle ían abrir a auga por aquí entendino, pero non medín ben as consecuencias», cuenta. Cuando en la comunidad de regantes se debatió qué hacer este verano hubo unanimidad en que había que priorizar las explotaciones profesionales y, específicamente, los cultivos de maíz. El agua del canal riega habitualmente muchas huertas domésticas, sobre todo en los alrededores de Monforte , y eso este verano no iba a ser posible. Sacrificar una de las cortas anuales de hierba forrajera también era admisible, pero renunciar a la única cosecha de maíz supondría pérdidas económicas inasumibles para muchos ganaderos.

Así que las dos veces que el regadío se abrió en agosto solo corrió agua por el canal alto y por el de la margen izquierda del Cabe. El de la margen derecha, que pasa por terrenos muy urbanizados en las décadas posteriores a la construcción de esta infraestructura agraria, nadie pudo regar. En la granja de Carmen Gavieiro se prepararon para la sequía deshaciéndose de cuatro de las veinte vacas que tenían a principios de año. Desde que cambiaron las vacas de leche por las de carne sus necesidades de alimentación son más reducidas y ya no plantan maíz. Este año les dio tiempo a hacer una única corta de hierba para ensilar y han perdido la segunda. El resultado es que tuvieron que comprar forraje. «Houbo que meter un camión de cebada de Castela —explica esta ganadera—, pero é que ademais agora xa non temos pasto, así que xa estamos gastando do silo, que un ano normal non o comezaríamos a facer ata o mes de novembro».

A Carmen Gavieiro le queda poco para jubilarse y años como este no hacen más que desear que llegue ese momento cuanto antes. Mientras tanto, solo espera que el tiempo cambie. Y que si el año que viene vuelve a haber escasez de agua, la comunidad de regantes busque otra solución: «Sen auga non podemos quedar outra vez».

Una plantación de maíz medio seco a finales de agosto en Monforte
Una plantación de maíz medio seco a finales de agosto en Monforte CARLOS CORTÉS

Por lo menos, en la granja de Carmen Gavieiro todavía no falta agua para dar de beber a las vacas. Tiene tres pozos y en los tres hay mucha menos agua de la normal, pero algo queda. No tiene esa suerte Xosé García, el otro ganadero que queda en el canal de la margen izquierda. Él tiene su granja en Mañente (Pantón) y si sus vacas tienen en estos momentos agua para beber es porque la Confederación Hidrográfica del Miño-Sil le dio un permiso especial para que tome agua directamente del río Cabe con su cisterna. Si falta agua en la Casa da Fonte, la granja de Xosé García en Mañente, es por lo poco que ha llovido este año y porque las abundantes filtraciones del agua del regadío a los terrenos colindantes son un aporte fundamental para los pozos de todo su ámbito de influencia. Con el regadío seco, el nivel de los pozos baja.

Vacas de leche, pero sin maíz

Pero en realidad, el del agua para que beban las vacas es prácticamente el único problema al que se ha tenido que enfrentar Xosé García por el cierre del regadío. «O noso principal problema este ano foi cos acuíferos —explica—, porque eu non vira o Cabe tan baixo na vida». El resto de la alimentación de los animales no les ha supuesto todavía un inconveniente excesivamente grave.

Sus vacas son de leche, pero ellos no cultivan maíz porque alimentan a sus vacas exclusivamente con pasto y forraje. Pueden hacerlo porque la superficie de la que disponen es la apropiada para el número de vacas que mantienen. Eso sí, a principios de este año hicieron los mismo que sus colegas de la otra granja que queda en el canal de la margen izquierda del Cabe, redujeron un poco su censo de vacas, que antes rondaba las cien, para adaptarse a la reducción de alimento que anunciaba la falta de lluvias.

Para paliar el problema de la escasez de pasto habitual a finales de cada verano, guardan siempre cerca del 50% de su superficie como reserva de pasto para la época seca. El problema es que ese pasto tiene en estos momentos menos valor nutricional que cuando está verde, pero para eso organizan su rebaño de forma que los partos sean todos en torno al otoño. De esta forma, la gestación y la lactancia, las épocas en las que la demanda energética de las vacas es mayor, llegan cuando los pastos están verdes y ya son suficientes para alimentarlas bien.

Xosé García cree que lo sucedido este año debe servir para sacar conclusiones, Asegura entender a los ganaderos que recurren al maíz para alimentar a sus animales, porque proporciona una productividad por hectárea muy superior a los otros cultivos habituales. «Pero tamén hai que ter en conta o custe que ten, tanto económico como para o solo», señala. Él cree que es preciso promover una gestión del suelo diferente. Le parece algo imprescindible en un contexto en el que el tiempos parece estar cambiando hacia veranos más secos de lo que era habitual.

Vilasouto está al 28% de llenado

Lo normal es que el embalse de Vilasouto llegue a las últimas semanas del verano con menos del 50% del agua que puede contener. Las estadísticas dicen que la media de los últimos diez años para la última semana de agosto y la primera de septiembre es que esté al 41% de llenado. En estos momentos, se encuentra al 28%. Y estaría mucho peor sin la restricciones aplicadas este verano al uso del regadío, porque es de este embalse de donde se alimentan las acequias que llevan agua a los cultivos forrajeros del valle de Lemos. Las limitaciones se aplicaron desde el inicio de la temporada de riego, a principios del verano, porque ya entonces este embalse llevaba meses en niveles muy por debajo de los habituales. De hecho, este es uno de los años en que menos ha oscilado. Incluso en invierno, solo superó por poco el 40% de ocupación.