En la casa de Natalia Casáñez y Roberto Alejandro Saavedra reina la alegría tras meses de lucha. En junio del año pasado denunciaron a Sanitas por denegarle una póliza de seguro a su hija Candela, que tiene síndrome de Down. La sentencia llegó el lunes y fue favorable.
Condena a la empresa por publicidad engañosa y vulneración del derecho de igualdad de la niña. La empresa, que puede recurrir, deberá indemnizarlos con 6.000 euros y pagar la publicación del dictamen en la prensa.
Esas disculpas públicas son las que más satisfacción causa a la familia. Natalia recuerda: «Desde el principio solo les pedimos eso, una disculpa pública». De haberla tenido, «no hubiese hecho falta juicio».
Mientras hablan, varios programas de televisión dedican minutos al caso. En todos se hace hincapié en la indemnización de 6.000 euros. Natalia y Roberto no creen que sea justo porque no actuaron «por dinero», explica él. Es más, Roberto subraya que «esa es la indemnización mínima por daño moral».
Salieron del juicio con «mal sabor de boca» y la sentencia «cayó como una bomba» porque, según Natalia, parecía que «toda esa hipocresía iba a salir otra vez indemne».
Pero «lo importante», añade Roberto, es que hay «oportunidades y la gente tiene que saber que puede denunciar para defender sus derechos». Cree que en muchos casos «la gente se echa atrás cuando el problema toca el bolsillo o el oponente es demasiado grande, pero hay que seguir adelante». ¿Tuvieron sensación de ser una especie de David contra Goliat? «No -contesta Natalia-, no la tuvimos porque cuando vimos las cosas que eran capaces de decir los desmitificamos».
Les han llegado felicitaciones de todas partes. En una ocasión, recuerda Roberto, un hombre le preguntó en una cafetería si era él quien salía en la prensa. Cuando le contestó que sí, «nos dijo que siguiésemos adelante, que conocía unos amigos en Suiza que tenían hijo con síndrome de Down y que habían decidido no volver a España, que allí las personas con discapacidad están más protegidas y que aquí vamos muy por atrás. Nos dijo que no abandonásemos».
Labor social
Uno de los objetivos inmediatos de Natalia Casáñez es dedicarse a la «labor social, pero no de forma pasiva, tiene que ser algo con empuje». El matrimonio reconoce que durante los últimos meses se sintieron «bastante solos». Las asociaciones relacionadas con la discapacidad les prestaron «mucha ayuda de palabra, pero muy poca en realidad». La Administración tampoco fue muy atenta.
Natalia pone una excepción, la concejala de Benestar Social del Concello de Ferrol, Beatriz Sestayo, «que se puso varias veces en contacto con nosotros». Su intención es ponerse en contacto con ella para ese proyecto de labor social que está segura de que es necesario. «Creo que hay mucha gente que necesita ayuda, y no me parece bien esperar sentados tras una mesa a que lleguen, hay que ir hasta allí», afirma.