Entre el Guggenheim y el Escorial

LUGO

La falta de fondos para equipar el edificio mantiene cerrado un inmueble que asombra por su aspecto exterior y cuya construcción ya se vio envuelta en polémica

24 may 2009 . Actualizado a las 02:00 h.

Un edificio que asombra por su aspecto exterior y que por ahora solo puede ser apreciado y observado desde el exterior porque apenas hay equipamiento interior. Salvando las distancias que se quieran y se deban establecer, la casa de la cultura de Castro de Ribeiras de Lea casi podría ser definida como el Guggenheim de esta localidad chairega. No brilla junto a la desembocadura del Nervión como lo hace el museo bilbaíno desde hace años sino que está cerca del Lea; pero sí, en cierto modo, simboliza la expansión de una villa que en los últimos años ha conocido una evidente transformación.

Lo que iba para símbolo urbano, una condición que puede representar aún y mantener en el futuro, tiene hoy, sin embargo, más paralelismo con el monasterio del Escorial, cuyas obras duraron 21 años: aunque hay que remontarse a la segunda mitad del siglo XVI y recordar que las comparaciones son odiosas, la primera piedra del monasterio se colocó en 1563 y la última se puso en 1584.

En este caso, sin embargo, lo que tiene al edificio en fase de espera no es la lentitud de las obras, acabadas hace dos años, sino la falta de fondos para equiparlo. Los trabajos concluyeron tras superar discrepancias entre el Concello y la empresa adjudicataria que implicaron un parón antes de la última fase. La búsqueda de ayudas para el mobiliario necesario, con las elecciones municipales del 2007 por medio, ocupó al anterior alcalde, Arturo Pereiro, y al actual, Juan José Díaz Valiño.

Aunque el popular Pereiro y el socialista Díaz Valiño hayan compartido objetivo, la búsqueda de fondos, las cifras necesarias parecen haber sufrido alguna variación: hace tres años, se estimaba que serían necesarios 120.000 euros para ese fin; anteayer, en cambio, Valiño situó el coste del mobiliario en 200.000.

Varias zonas

El edificio consta de sótano, planta baja y dos pisos. Exceptuando la utilidad que se le dé a la zona subterránea -que podría ser un almacén, aunque hasta Valiño admite que no está del todo decidido-, la planta baja albergará un auditorio con más de 300 butacas, camerinos, un recibidor y una sala de exposiciones. En el primer piso se instalarán la biblioteca y dos salas múltiples, en tanto que en el segundo se alojará otra sala similar que además, en opinión de Valiño, puede destinarse a actividades de asociaciones locales.

Pero si están claras las funciones que cumplirán las distintas partes del edificio, se oscurece el panorama para averiguar qué administraciones pueden colaborar. Pereiro expuso sus intenciones a la Xunta, como también hizo Valiño. Tras una negativa inicial este, sin embargo, buscó en la anterior legislatura el apoyo de la Consellería de Presidencia para firmar un convenio. Llegaron las elecciones autonómicas de marzo, el PP logró la mayoría absoluta y el asunto se ha convertido en un volver a empezar.

Prudencia

El regidor afirma que se buscará otra vez el apoyo de la Xunta. ¿Cabe pensar en la Diputación como organismo colaborador? Valiño, miembro de la corporación provincial, no dice que no, pero tampoco dice rotundamente que sí: lo que sí dice es que la Diputación ya realiza otras inversiones en el municipio.

Si no está claro qué organismo puede aportar los fondos, tampoco lo está cuándo se puede abrir en condiciones el edificio. A la pregunta de si en este 2009 se logrará ese propósito Valiño responde prudente y diplomático: «Se nos dan as subvencións, si», dice.

Parece faltar, pues, un ejercicio de persuasión para que el edificio, asombroso en el exterior, atraiga también por su contenido y continente interior.