Cordialidad y muchos decibelios

M.G.?Reigosa LUGO/LA VOZ.

LUGO

Unos 4.000 aficionados, con proporción de cuatro a uno para los de casa; hubo rivalidad en todos los rincones, arriba y abajo

13 nov 2010 . Actualizado a las 02:00 h.

El Pazo Provincial vistió traje de derbi, por afluencia y por ambiente. La de ayer fue la mejor entrada de la temporada, y la de más decibelios. Costaba oír la bocina de la mesa.

En esa batalla Moncho Fernández atrajo mucha atención. No en vano, fue el más abucheado y el más aclamado. La afición de casa sigue recibiéndolo con la hostilidad, con gritos de ultratumba. Pero esta vez se oyeron menos, o se ahogaron más, porque los seguidores del Obradoiro estuvieron siempre al quite. Y el técnico lo agradeció con aplausos de correspondencia. Pocas veces se habrá sentido tan arropado en Lugo.

De alguna manera, el ambiente de uno y otro lado refleja el momento y la historia de cada uno de los equipos. A los dos les tiran los ecos de la ACB. Pero se le nota más el peso del pasado al Breogán. Son más años en la élite y más tiempo alejado de la cima. El Obradoiro aprovechó su año entre las estrellas para recuperar una ilusión colectiva, no se desanimó con el descenso a la LEB, arrancó bien el curso y disfruta el momento.

Empuje azul

La hinchada local apretó y se comprometió con el derbi. Con el paso de los minutos, sus iras se dirigieron más hacia los árbitros que hacia ningún otro lado. Una discutida falta personal antideportiva a Forcada, una técnica al banquillo del Breo, una personal sobre Hopkins en el último segundo de la primera parte cuando ya los dos equipos empezaba a enfilar el túnel de vestuarios... Una de las acciones más celebradas fue una personal a Oriol en el arranque del tercer cuarto. En ese período fue cuando más se notó la superioridad numérica de la hinchada azul, coincidiendo con una reacción racial del equipo.

Desde Santiago partieron cinco autobuses y un buen número de vehículos particulares. Se hicieron notar desde media hora antes de que empezase a botar el balón y no dejaron de animar.

Raúl López pasó más inadvertido en los cánticos que en las conversaciones. Por lo que se oía, acertó ausentándose. Corbacho, que llevaba debajo de la camiseta una del Breogán, tuvo mejor recibimiento. Y, al final, la afición del Obra también coreó al Breogán.