Hoy a partir de las nueve de la noche, viviéndolo un poquito por la tele, podremos asistir a una nueva estación del vía crucis particular del equipo capitalino. Mirando la jornada y el calendario que se nos avecina, en menos de lo que canta un gallo podemos estar hablando de que a final de temporada los de Bruno García se vean abocados, por lo menos, a jugar la promoción. Tendríamos que remontarnos a no sé cuántos años para ver al equipo que preside Manolo Vázquez en una situación tan preocupante. Hemos llegado a esta tesitura por múltiples y variadas causas. No es menos cierto que la cera es la que es y, por lo tanto, a estas alturas de competición, echarnos las manos a la cabeza no resulta nada reflexivo. ¿Qué nos queda para el partido de esta noche? Un servidor, que es poco dado a embriagarse de éxito prematuro, dice que lo que nos queda es rezar. Más o menos, todos somos creyentes; practicantes cuando el agua nos llega al cuello. Y ahora mismo, el agua del conjunto amurallado está un poco por encima de su tórax. Viajamos a Barcelona a enfrentarnos al líder. Otrora partidos intensísimos desde que los lucenses fichasen a Gustavo Marques, ahora no hay rivalidad, sino dramatismo. Porque si ganan los rivales directos, el Azkar se verá en una situación preocupante. Lo único que es seguro en esta vida es que vamos a morir y a pagar impuestos (con este gobierno, más). Por lo tanto, en el encuentro de esta tarde debemos albergar unas mínimas esperanzas de no venirnos de vacío, haciendo bueno el tópico de que hasta el rabo todo es toro, y esperando que los de O Ceao logren torear a un miura con una cornamenta francamente peligrosa.