Lugo, ya se sabe, es una provincia de gentes serenas, equilibradas, generalmente ecuánimes y poco dadas a la algarada. En Lugo, que es así, hay, no obstante, subterráneas corrientes de descontento que rara vez afloran, pero que son como un ruido de fondo, un rumor persistente en el día a día de la provincia. Es lo que pasa con el asunto Carioca; ahora sale a la superficie lo que antes estaba oculto. O con la Penitencia pública del cura Alvilares, que pone negro sobre blanco el descontento de una parte de la Iglesia lucense con los modos y maneras en que opera el poder eclesial. Fogonazos de un malestar casi siempre silencioso son también las llamadas a la movilización del alcalde Orozco en defensa del máster en Ingeniería Industrial, y del Bloque, para reclamar el AVE. En el Lugo que es tierra de gentes serenas germina soterrado el descontento. El paro y la creciente pérdida de poder adquisitivo de los trabajadores también forman parte del ruido de fondo.
A nadie se le escapaba que en los clubes de alterne del entorno de la capital se alcanzaban las más altas cotas de miseria moral y legal. Pero ahí estuvieron y en ellos operaron durante años a sus anchas, según se va viendo, rufianes de la peor especie, policías corruptos y, quizá, cargos públicos sometidos a la voluntad de un dinero tal vez ensangrentado. Ahora la sociedad lucense quiere saber más y exige que la Justicia ponga a cada uno en su sitio. Quizá el 22 de mayo haya lucenses que se pregunten dónde estaba la autoridad presuntamente competente cuando ocurría eso que ahora se llama Carioca.
En la ciudad serena que es Lugo, sus políticos llaman inútilmente a la movilización social. El alcalde y candidato a repetir en el cargo, José López Orozco, cree necesario el empuje ciudadano para que el campus lucense no pierda el disputado máster en Ingeniería Industrial. Al nacionalista Antón Bao le parece conveniente la creación de un amplio frente político y social para reclamar que el AVE llegue a Lugo. Orozco y Bao son conscientes de que sus invitaciones a la movilización no sintonizan con los anhelos más intensos de la población lucense, que son los mismos que llevaron al anciano y combativo Stéphane Hessel a lanzar ese grito de papel, esa invitación a la acción que es ¡Indignaos!: «El poder del dinero nunca había sido tan grande, insolente, egoísta con todos, desde sus propios siervos hasta las más altas esferas del Estado». En Lugo, la inflación subió desde enero un 1,7% más que los sueldos; en Lugo, como en el resto del país, se asiste con indignación a los despidos anunciados por Telefónica después de beneficios inmensos y bonus también inmensos para sus ejecutivos.
En la tierra de gentes serenas, la indignación serena y argumentada es un latigazo a las conciencias dormidas. Eso es lo que es Penitencia pública, de Xosé Alvilares, que contrapone la esencia del Vaticano II a los modos y criterios seguidos por Rouco Varela para nombrar obispo de Lugo a su sobrino Alfonso Carrasco. Avisa el batallador cura Alvilares de que el futuro «anuncia orientaciones viejas, rumbos ya vistos».
El aviso de Alvilares tiene validez más allá del campo en el que acota sus reflexiones. La tiene en el urbanismo («rumbos ya vistos»), donde la vieja historia de O Carme (PGOU de 1991) puede reeditarse en Bosende (PXOM ¿2011?); en la penuria de los pequeños ayuntamientos (tienen dificultades para disponer de técnicos); en la indefensión del consumidor (miles de reclamaciones por las facturas eléctricas); y más. En la provincia tranquila que es Lugo, crecen los lectores de Hessel y Alvilares. ¡Indignaos!
Política de subvenciones
Tanto la Diputación como el Concello de la capital han confirmado en los últimos días cuantiosas subvenciones a colectivos vecinales y sociales.