La provincia alberga rincones únicos que fusionan historia, gastronomía y naturaleza

María Guntín
Graduada en Periodismo por la UCM y Máster en Periodismo Avanzado Multiplataforma de La Voz de Galicia. Yo escribo desde la delegación de Lugo, pero tú puedes escribirme a maria.guntin@lavoz.es

El Conxunto Etnográfico do Mazo de Santa Comba está en territorio de la Reserva da Biosfera Terras do Miño. El río Chamoso envuelve el monumento, integrado por varias edificaciones. Todo es obra de José Ferreiro, que amplió un molino con varios mecanismos de funcionamiento hidráulico. La fuerza de la naturaleza marca un entorno privilegiado, en el que también es posible disfrutar del restaurante. El río está desbordado a estas alturas del invierno, y el bosque de alisos, carballos y otras especies sirven como cuna a un buen número de animales salvajes, que se crían y pasan la mayor parte de su vida viviendo en el bosque que envuelve al río Chamoso.

Mecanismos naturales

El agua mueve los mecanismos del molino que está dentro de una de las edificaciones anexas al conjunto. Mueve también el mazo, la serra y la moa de afiar. El giro del rodicio en el río hace girar el eje en el que se encaja la moa, que pesa una tonelada y media y gira sobre un piedra fija, triturando así el grano que pasa entre sus dos piedras. La harina va a dar a la peneira, que se conserva intacta en el interior del molino y permite observar en tiempo real cómo funcionaba el molino hace años. Allí se separa la harina y el farelo y la peneira también está accionada por un sistema hidráulico.

El río Chamoso conforma un paisaje idílico y es también la marca de entrada a un bosque de ribeira, con densa vegetación que impide el paso en algunas zonas, a los márgenes del agua. Hay corzos, jabalíes, zorros y varias especies de aves. En el tramo de río que rodea al mazo se pueden observar distintos caneiros, puentes e incluso antiguos molinos, así como un aserradero de piedra que está en desuso. Se pueden hacer rutas, aunque el invierno no es la mejor época del año para las mismas y es más recomendable adentrarse en el monte cuando llega la primavera.

El mazo se amplió, en parte, por la existencia del molino, y tiene varias partes. La Diputación de Lugo recuperó el conjunto etnográfico hace años y ofrece también visitas para grupos de escolares al llamado museo, que contiene el molino y todos sus mecanismos.

José Ramón Fernández logró una concesión de la Diputación para explotar el restaurante hace 14 años. En la vivienda anexa a los comedores está el museo que contiene el molino y que explota la Diputación. «Este sitio é impresionante, o entorno é distinto a todo o que te podes atopar», explica José Ramón, que también cuenta que ofrecen una carta con productos de la zona.

El mazo fue construido en el año 1904 y el comedor actual se corresponde con el antiguo aserradero Hasta mediados de los años 30 los ferreiros de la zona «viñan aquí preparar as barillas para logo darlles forma», explica el regente.

El comedor ofrece vistas al río, cuyo caudal ha aumentado notablemente en las últimas semanas y como consecuencia de las últimas lluvias. Para llegar desde Lugo, la ruta más rápida pasa por la N-VI y en la rotonda Nadela hay que coger la salida de la LU-546 hasta Santa Comba y, después, seguir las indicaciones que llevan hasta el mazo. El trayecto dura aproximadamente 15 minutos desde Lugo.

«Hai xente nova que quere tomar unha copa aos pés da lareira»

La Casa Grande da Fervenza está en el medio de un bosque de robles. Es una casa rural y también un lugar en el que se puede comer bien y disfrutar de un buen paisaje. Desde distintos puntos de la casa se puede ver un molino del siglo XVII junto al Miño. Está en O Corgo, a 15 minutos de Lugo, en la carretera que va de Lugo a O Páramo. Ramiro López está al frente de la Casa Grande desde hace un año y también tiene las llaves del molino. Es un amante del rural, y también de la tradición y de la tierra. Por eso se decidió a dar el paso y cumplir una espinita que tenía clavada desde hacía algunos años. «Aínda que os políticos se cansan de falar do turismo rural, todo son trabas despois. Para chegar aquí, a estrada está moi desgraciada», añade el propietario, que también explica que el balance un año después de abrir el negocio es positivo. «Gústame o rural, e dóeme que non se mime máis», añade.

Un paraíso frente al río

La finca que rodea el inmueble es un paraíso que permite observar en primer plano cómo el Miño se anega año tras año. Forma parte de la Reserva da Biosfera Terras do Miño. Hasta la casa llegan visitantes de todos los sitios, pero Ramiro López se acuerda perfectamente de dos familias, «unha de Madrid e outra de Castilla. Cada día proban un viño distinto da Ribeira Sacra. Veñen catro veces ao ano e non saen do entorno da casa». Pero Ramiro también se acuerda de las parejas jóvenes «que queren tomar unha copa pegados á lareira».

La cocina se basa en productos «da terra» y el plato estrella de la casa son huevos con patatas y jamón, aunque la carta ofrece un sinfín de alternativas más. Pero el secreto de la Casa Grande da Fervenza es la naturaleza que la rodea, un entorno privilegiado que no se puede perder. La zona de alojamiento está frente a la casa y fue en días la casa de un molinero que data del siglo XIX. Al entrar, la lareira se impone en la estancia y las cuadras se han reconvertido en estancias clásicas. Las habitaciones tienen nombre propio, aunque la más especial es la trabuqueira, explica Beatriz Rodríguez, encargada. Allí duermen los novios tras la celebración del enlace. Su nombre se debe a que se conserva el agujero por el que el molinero lanzaba el trabuco para defender su propiedad. La casa ofrece una piscina con vistas al Miño que está operativa en verano y las instalaciones intentan trasladar a los visitantes a las casas de piedra de la Galicia interior.