Una enfermera inmersa aquí en la contención del covid-19 idea una campaña para combatir el hambre en la zona selvática de Guinea Bissau tras cerrar las fronteras
07 may 2020 . Actualizado a las 12:24 h.Con el buzo de plástico puesto, unas gafas, los dos pares de guantes y los dos de mascarillas, atienda una urgencia y acompañe a un paciente en un trayecto de dos horas en ambulancia. Respire lo que exhale. Maréese. Cuando ya en casa repase con los dedos las marcas de las gomas en su cara, piense en una solución para el hambre de cientos de personas causada por el cierre de fronteras en Guinea Bissau. Imagine el mes de abril de Natalia Rodríguez, enfermera del 061. Y felicítela porque lo ha conseguido.
El 15 de abril estaba prevista su última salida hacia Gambasse, una zona de selva a la que vuelve cada año desde que en 2013 nació Furgoneta Solidaria, el proyecto con el que recorrió por primera vez los 5.700 kilómetros desde Lugo. El vehículo se convirtió después en un taxi, que dio trabajo a cuatro familias hasta que su motor se incendió.
La versatilidad de aquella vieja furgoneta parece ser el espíritu de la ONG porque cuando la crisis del covid-19 obligó a Rodríguez a suspender el viaje no supuso el final, sino el principio de una cuenta atrás para responder a un grito de auxilio.
Sostén económico
«Cultivan el anacardo todo el año y lo recogen en marzo y abril. Es su sostén económico, venden kilos y kilos, guardan el dinero y van comprando para comer. Al cerrar las fronteras por el coronavirus no hay quien compre el anacardo y ellos no tienen para comprar arroz», relata la persona que entre guardia y guardia de urgencias, en pleno pico de contagio en España, empezó a buscar soluciones para combatir el hambre de toda una comunidad.
Primero asumió que se había desmoronado el proyecto para hacer consulta tropical en el centro sanitario levantado por su ONG en Gambasse y al que se iban a desplazar un médico, tres enfermeras y una periodista.
Después empezó una carrera a contrarreloj para recaudar dinero y comprar arroz. El coronavirus, paradójicamente, ayudó. La pandemia había congelado en Madrid la frenética actividad de Suzanne Powell, una mujer alemana, autora de varios libros sobre coaching y con una agenda mundial de cursos y conferencias. Todo lo que recauda de manera voluntaria como directora de la Fundación Zen lo destina a ONG. Conocía la labor de Natalia en Guinea Bissau, pero nunca habían podido coincidir.
6.000 euros en donaciones
«Le cancelaron los cursos, tenía tiempo y me pudo atender. Donó parte del dinero para la campaña y otra parte la consiguió al publicarlo en su blog y en el de su fundación y hacer un mailing. Le llegó a miles de sus seguidores y empezó a entrar dinero en la cuenta todos los días. Conseguimos unos 6.000 euros», recuerda la sanitaria lucense.
Ahí entró en juego «la Natalia de Guinea Bissau», como se refiere de manera cariñosa a Djarga Samatisu, su persona de confianza en el terreno. «Si no fuera por él no podríamos hacer la mitad de lo que hacemos», reconoce. Samatisu organizó el reparto del arroz. «Hicimos un presupuesto de los más necesitados y como seguía llegando el dinero, pasamos al siguiente poblado y al otro y llegamos a 10 aldeas de toda la selva. Unas 2.500 personas recibieron arroz», enumera.
También entregaron barras de jabón para unir a la campaña contra el hambre otra sobre educación sanitaria, que Natalia impartió por videoconferencia a sus voluntarios en terreno: «Han empezado las charlas de sensibilización». Reconducida la crisis del anacardo, toca de nuevo centrarse en la del coronavirus.