De Lugo a Kenia: dos lucenses recaudan 60.000 euros para construir una guardería en un poblado

Uxía Carrera Fernández
UXÍA CARRERA LUGO / LA VOZ

LUGO

A la izquierda, Lara Lozano, de Cospeito, secretaria de la ONG. A la derecha, padre e hija, Carla Ferreiro y Alberto Ferreiro, mentor de la ONG, de Outeiro de Rei
A la izquierda, Lara Lozano, de Cospeito, secretaria de la ONG. A la derecha, padre e hija, Carla Ferreiro y Alberto Ferreiro, mentor de la ONG, de Outeiro de Rei cedida

Lara Lozaro y Alberto Ferreiro y su hija de 12 años viajan este miércoles a Turkana con la ONG Amor Sin Barreras para llevar a cabo el primer proyecto de la organización

28 jul 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Lara Lozano y Alberto Ferreiro, de Cospeito y Outeiro de Rei respectivamente, viajan hoy en furgoneta hasta Madrid. Allí cogerán un vuelo hasta Catar, donde enlazarán con otro hasta Nairobi. Una vez en Kenia, tomarán una avioneta de dos horas y un todoterreno por el desierto en una travesía de más de tres horas. Toda esta odisea «merecerá la pena» porque es el camino hacia Turkana, un poblado donde la ONG de la que forman parte construirá su primer proyecto: un centro de educación infantil.

Los lucenses son dos de los seis integrantes de la ONG Amor Sin Barreras, una pequeña organización que nace a partir de los viajes de voluntariado en Kenia de su presidenta, Ana Baz, natural de Álava. La asociación colabora con el colegio vasco Ikastola y con la ONG Actívate, que se encuentra ya en el terreno, en Turkana, donde tienen una clínica pediátrica. Lara y Alberto son la secretaria y el mentor de la ONG y forman parte de ella desde principios del 2020. Hoy viajan por primera vez como equipo a Turkana para estrenar el primer proyecto propio de la organización.

Campaña en plena pandemia

Amor sin Barreras, a principios del 2020, se lanzó a recaudar 60.000 euros para la construcción de un centro de educación infantil en el poblado keniano. La campaña «Constructoras de sueños» estuvo en las manos de Alberto Ferreiro, que tiene una empresa de ‘mentoring’: «Fue un año muy difícil para lanzar el proyecto porque precisamente pedíamos aportaciones económicas en medio de la pandemia», cuenta. Aun así, lo consiguieron y el centro va a construirse. «Non é simplemente una gardería, senón que abarca moito máis», explica Lozano. La escuela va a tener un plan educativo elaborado por el colegio vasco, un programa alimentario de una universidad valenciana y también un proyecto psicológico de inteligencia emocional, según cuenta la secretaria.

«Que a axuda chegue ao medio do deserto xa é moito, pero nós queremos ir con vistas no horizonte e darlle aos nenos as ferramentas porque son o futuro do seu poboado», aclara Lozano. Los niños de Turkana pertenecen a una comunidad nómada que anda kilómetros para encontrar un pozo del que emane agua, comen por temporadas porque no hay recursos y no tienen asistencia sanitaria. Es por eso que lo que busca la ONG a la que pertenecen los lucenses es «compartir» y «regalar», no «salvarlos», como incide Ferreiro. De hecho, cuentan con una segunda campaña, «Los 100 de Turkana», en la que están buscando la colaboración de un centenar de empresas para poder mantener la atención del centro durante tres años. Cada empresa aporta 1.000 euros y tiene la oportunidad de viajar a Turkana, donde, al lado de la escuela, se ubica una casa para los patrocinadores. «De momento levamos 49, unha delas é de Lugo, Castel Ingeniería. Estamos abertos á colaboración de calquera particular que queira unirse», añade Lozano.

Junto a su hija de 12 años

Los dos miembros de la ONG van acompañados de una tercera lucense: Carla, la hija de Alberto, de 12 años. «En el proyecto queremos implementar la inteligencia emocional según las pautas de un psicólogo y Carla será quién le cuente las cosas a los niños. Es algo que nunca se hizo, seguramente sea la primera vez que vean a una niña de otro país», explica Ferreiro. Así, en un futuro, igual que Carla, quieren que los kenianos puedan venir a Europa también a explicarnos «esa esencia que allí conservan y aquí hemos perdido», añade.

Para los tres es el primer viaje a Kenia, ante lo que están nerviosos, pero con muchas ganas, sobre todo Alberto, convencido de que a la vez le va a dar a su hija «la experiencia de su vida».