San Froilán

Antón Grande

LUGO

07 oct 2024 . Actualizado a las 22:15 h.

Desde hace muchos años, el San Froilán lo relaciono con la llegada del otoño. Coinciden nuestras fiestas con la llegada de las lluvias, este año no será menos; la abundancia de setas en prados, pinares y robledales que convierten estas tierras en un paraíso para los amantes de los hongos; la caída de las hojas con la presencia de esas variaciones de ocres y marrones con que nos recrean los bosques, y el pulpo, rey de las mesas durante todo este mes en el que, gracias a él, hacemos una prolongación de los festejos, al menos gastronómicamente, hasta la aparición en las confiterías de los Huesos de Santo, que nos introducen en noviembre.

He vivido los san froilanes con cierta intensidad desde bien joven, con aquellas barracas que frente a las sofisticadas de hoy en día nos parecen ahora muy simples pero que tenían su encanto: “La casa de los espejos”, “La India en cueros”, “El monstruo de Nicaragua”, “La mujer araña” o “La vaca Juanita”, que era macho y hembra a la vez.

Veo pasar ahora por mi mente buenos y peores san froilanes, como aquel año en que un ciclón con nombre de mujer o de flor, casi nos deja sin fiestas al arrasar buena parte de las barracas; los cambios habidos en el reciento ferial, desde la Praza de Santo Domingo, la Ronda do Carme o finalmente al lugar que viene ocupando actualmente en las proximidades al parque Rosalía de Castro, que también recibe homenaje festero con ofrenda floral al busto de la poetisa de Padrón, realizado por el escultor Mallo, que tanto aportó al templo de la Sagrada Familia.

Estamos en fiestas. Como decía aquel tipo popular: ¡Viva San Froilán!, que é un santo moi cheo. Pues eso. ¡Y viva el pulpo!