El Arde Lucus brilla a los pies de la Muralla

Lorena García Calvo
lorena garcía calvo LUGO / LA VOZ

LUGO

El desfile de romanos y castrexos volvió a ser el momento más emocionante del día grande de la fiesta e incluyó una pedida de mano

15 jun 2025 . Actualizado a las 16:18 h.

Lucus Augusti, año XIV antes de Cristo. Paulo Fabio Máximo acaba de fundar la ciudad. El dios Baco se pasea por Lugo acompañado de sus Bacantes mientras los pretorianos se abren paso a base de tambor y gesto serio por las calles. En una esquina se representa un espectáculo teatral, en otro punto de la urbe romana se celebran matrimonios y un poco más allá, en la pacífica castra, algunos galaicos asan una pata de cordero a fuego lento mientras otros se esmeran en labrar una pieza de granito.

La inmersión que propone el Arde Lucus es completa, de 360 grados, de estímulos continuos que se filtran a través de todos los sentidos. Se escuchan los tambores y los pasos firmes de los desfiles, se saborean panes, dulces o carnes; se olfatean los asados, el cuero o el fuego; se tocan las pieles, las espadas o las finas túnicas; se observa alrededor un no parar de actividad. Así es el Arde Lucus.

En el día grande de la fiesta de recreación histórica, aunque no se vio la marabunta de gente de anteriores ediciones, los campamentos fueron parada obligada para cuanto local y visitante quiso echar un vistazo al pasado y conocer un poco más de los pueblos galaicos y del imperio romano. Porque hay fiesta, pero también divulgación.

Aunque si algo representa al Arde Lucus, es el desfile de las tropas romanas y las tribus castrexas. Un recorrido siguiendo el curso de la Muralla que fue, un año más, un momento de comunión entre las agrupaciones, que caminaban precedidas de sus estandartes, y el público, apostado en los laterales y expectante.

Con tambores, caracolas y tubas como banda sonora, cada agrupación desfiló con sus atributos. Se vieron testudos romanos, entrenamientos entre jóvenes combatientes castrexos, hilanderas, jabalíes recién cazados, senadores lanzando monedas (de chocolate) al pueblo, e incluso a una romana embarazada que se desplazaba cómodamente en un diván.

Pero quizás el momento más emocionante llegó cuando uno de los castrexos de Mercenarios Galaicos hincó la rodilla delante de A Mosqueira para pedir matrimonio a su pareja. El público, estupefacto y a empujones para tener la mejor visión, arrancó a aplaudir ante tal gesto. Porque aunque el Arde Lucus los tambores no siempre son de guerra. También los hay de amor, como se comprobó este sábado.