
Poca afluencia en el primer día tras el cierre por el estado de alarma, que obliga a los puestos a distanciarse dos metros entre sí
19 may 2020 . Actualizado a las 19:02 h.El mercado de la plaza de abastos reabrió esta mañana con una afluencia de gente muy mermada. Las vendedoras apuntaban a dos motivos: la clientela desconocía que hoy podrían volver a comprar allí y la que lo sabía renunció a retomar esta tradición por miedo. Maruja Novo, con un puesto de lechugas, espinacas y flores, en Quiroga Balleteros apunta que incluso más necesario que avivar las ventas era retomar la relación tejida en los últimos 50 años con clientes y compañeros.
«É unha terapia, necesitábamos casi máis relacionarnos coa xente que vender. Aquí sentímonos vivos», relata Novo con una sonrisa que se dibuja en los ojos que asoman por encima de la mascarilla. Hasta su mesa se acercan algunas conocidas. «Alégrome moito de verte, xa empezamos a vir por aquí. Vin a semana pasada, pero estaba todo esto cerrado», dice una de las clientas, en lo que fue ayer una confusión compartida.
El «antifaz»
Muchos de los que acudieron esta mañana al mercado se habían enteraron horas antes por boca de otros. «Case non te conocía, con estes antifaces que levamos...», le comenta Maruja a esta clienta. Ha vendido alguna lechuga, pero ninguna cala. «As señoras non deben de querer adornar a casa», sospecha.

Frente a ella, Mari Carmen, ataviada con una pantalla, se muestra satisfecha con el ritmo al que vende la miel. «Catro ou cinco viñeron a buscar o mel, son fixos, veñen sempre», señala. Sin embargo, cree que «moita xente non sabía que abría», de ahí que la afluencia fuera muy baja a media mañana. «Os martes sempre son malos, haberá que esperar ao venres para saber», vaticina José María López, que lleva ya 20 años con un puesto en el sótano de la plaza, donde vende patatas, cebollas y nabizas traídas de Castro de Rei.
Divina vende plantas justo frente a él. O no las vende, para ser exactos. «Vendo moito máis na casa que aquí porque a xente non sale, teñen medo e non veñen», se queja esta sarriana antes de atender una llamada en el teléfono móvil. Su sobrino suscribe las palabras de su tía: «Hai moi pouca xente», dice mientras mira a un espacio en el que hay más mesas vacías que con vendedores.

Estos transmiten confianza en las medidas de seguridad implementadaspara evitar contagios: uso obligatorio de guantes y mascarillas. «Como pienses que no estás seguro, entonces ya ni vienes. Miedo tampoco se puede tener, respeto sí, pero miedo, no», concluye el sobrino de Divina.