Había -en pasado- muchas cosas que hacían diferentes a Eugenio y Omar: Uno tenía 33 años y el otro 27, uno era de Riañu y el otro de Sama, uno estaba en la cárcel de Teixeiro (A Coruña) y otro en la de Monterroso (Lugo), uno cumplía condena por «contrabando de tabaco» y el otro «por intimidación a una mujer».
Hay -en presente- dos cosas -que ellos ya nunca sabrán- y que ambos comparten: Los dos murieron en la cárcel de Villabona «de sobredosis» a las pocas horas de ser trasladados al penal asturiano (Omar en mayo de 2015, Eugenio hace un mes) y los dos tienen sendas familias que han decidido romper el silencio para denunciar otros silencios que en realidad son mutismos burocráticos que avergüenzan.
Marta, la madre de Omar, recibió una llamada de su hijo cuando este llegó de la cárcel de Galicia y se instaló en la de Asturias. «Estaba contento. Un compañero que conocía en Villabona le había dejado la televisión para que se entretuviera. Yo estaba trabajando y le dije: Cariño, me pillas liada, mañana te llamo y hablamos más tranquilamente. ¿Te parece?... Me dijo que sí. Estábamos contentos. Nos íbamos a ver en un vis a vis... Pero ya no pude hablar con él más ni verle. Cuando llamé al día siguiente me dijeron que estaba muerto... Una sobredosis dijo la autopsia... Hubo testigos que dijeron que mi hijo no tenía drogas encima y otros que dijeron que se le había encontrado una china y un mechero. No sé. Nunca supimos más». Marta acaricia el móvil. Es el mismo con el que habló la última vez con su hijo.
Estela, la hermana de Eugenio, también guarda en su teléfono los últimos recuerdos de Eugenio. «Él nos mandaba mensajes. Me decía: Tata mira esto, Tata, mira lo otro.... Es que él me llamaba Tata. El viernes iba a participar en Oviedo en un juicio como testigo. Por eso lo trasladaron desde Lugo. Llegó a las dos de la tarde del jueves a Villabona y a las cinco, mientras dormía la siesta, murió. Nos dijeron que sobredosis de pastillas y heroína. Nunca nos dieron más detalles. Lo único que supimos es que él, en Lugo, tomaba tres pastillas al día por el tema de los nervios y que el psiquiatra de Villabona el mismo día que llegó le dio quince pastillas...».
Ni a Marta ni a Estela ni a sus familias en Villabona les explicaron que tenían el derecho a realizar otra autopsia distinta a la que firmó el forense de la cárcel de Asturias. Cuando lo supieron ya era tarde, los cuerpos de su hijo y su hermano estaban incinerados.
Ni Marta ni Estela quieren callarse más. Todas y cada una de las explicaciones que han pedido a la dirección de la cárcel de Villabona han chocado contra un muro. Adepavan (que es la Asociación de Parados del Valle del Nalón) es el colectivo que se ha posicionado al lado de las familias afectadas y lidera esta denuncia pública. «Da la casualidad que dos de los últimos presos fallecidos son langreanos, pero no solo por eso, además Adepavan está al lado de todas las personas que están en exclusión social, y los presos lo están, y en Villabona más», explica Héctor Palacio, miembro de Adepavan . El pasado 5 de mayo, después de la muerte de Eugenio, la asociación envió una carta a Luis Fernández Fanjul, director de Villabona, solicitándole una reunión en el Centro Penitenciario para tratar la problemática. Aún no han obtenido respuesta. Por el medio, anteayer 23 de mayo, murió otro preso: Rubén A. M. «aparentemente» --dije la versión oficial-- «por muerte natural». Tenía 37 años. Adepavan asegura que es el décimo fallecido en el penal asturiano desde 2014.