Río, ¿negocio o fiasco?

MERCADOS

Los analistas coinciden en que la inversión de los juegos será insuficiente para impulsar una economía en recesión como la brasileña, pero dejará un legado de infraestructuras en la ciudad

07 ago 2016 . Actualizado a las 14:47 h.

No llegan los Juegos de Río en el mejor momento para Brasil. Ni en lo político, ni en lo social ni, por descontado, en lo económico. El país atraviesa la peor recesión del último cuarto de siglo, que dura ya dos años y que el pasado 2015 se tradujo en un desplome del PIB del 3,8 %, que los analistas no descartan que se repita en este ejercicio pese a que la estadística oficial apunta a que la caída se ha suavizado en los primeros compases del año.

El milagro brasileño, impulsado por el consumo de las familias y que llevó a su economía a crecer hasta un 7,5 % en el 2010, se ha agotado. Y la consecuencia se advierte en las cifras del desempleo, que baten récords mes tras mes: ya hay 11,4 millones de personas que quieren y no pueden trabajar, más de un 11 % de la población activa.

Nada que ver con el país pujante que en el 2009 logró la nominación como sede de los primeros juegos olímpicos latinoamericanos. En ese escenario de shock económico, no sorprende el escepticismo generalizado de los brasileños sobre el impacto económico del mayor evento deportivo del mundo. Hasta seis de cada diez consideran que los Juegos de Río traerán más perjuicios que beneficios a Brasil, mientras que solo un 32 % confían en que el balance final será positivo, según una encuesta de la consultora Ibope publicada por el diario Estado de Sao Paulo. Cifras que contrastan con el estado de opinión, mucho más optimista, que se registraba antes del Mundial de fútbol organizado apenas dos años antes.

¿Hay razones para esa desconfianza? Los estudios realizados hasta ahora coinciden en que el impacto de los Juegos en la economía brasileña será escaso y limitado, tanto en el tiempo como, principalmente, en el espacio. Así lo apunta la agencia de calificación Moody’s, que en un informe específico sobre el asunto emitido este año concluye que «los Juegos de Río dejarán en la ciudad mejorías duraderas en las infraestructuras y supondrán un aumento temporal en la recaudación de impuestos pero, tan pronto termine el evento, el país volverá a la recesión económica». Según sus cálculos, la economía brasileña se contraerá este año un 3,7 % (solo una décima menos que en el pasado ejercicio), «antes de crecer de forma anémica en el 2017 y en el 2018».

Un análisis similar al que realiza el banco de inversión Goldman Sachs, que hace apenas unos días advertía de que «la inversión es demasiado pequeña para generar un impulso significativo, dado el gran tamaño de la economía brasileña», con un PIB que ronda los 1,8 billones de dólares americanos.

Y eso a pesar de que las olimpiadas, que atraerán a la ciudad a 350.000 turistas y más de 10.500 deportistas de 206 países, han movilizado una inversión de 25.000 millones de reales (unos 6.900 millones de euros) en infraestructuras solo en el área metropolitana de Río, una cantidad similar a la de la Copa del Mundo de fútbol -que en ese caso se repartió entre las doce principales ciudades del país-a la que hay que sumar el desembolso para la construcción de instalaciones deportivas, que asciende a otros 7.000 millones de reales (1.960 millones de euros), el mismo coste que tendrá la organización directa del evento durante esta quincena.

fuentes de financiación

Y, ¿cómo se financia esta cantidad ingente de gasto en un país sumido en la recesión? Principalmente, gracias a la aportación de patrocinadores privados, que cargan con el coste íntegro de la organización. También el 60 % de las inversiones en instalaciones deportivas son asumidas por el sector privado, según Moody’s. A cada uno de los once patrocinadores globales del evento -entre los que se encuentran multinacionales como McDonald’s, Coca-Cola, Visa o Samsung-, asociar su marca a los valores del movimiento olímpico les sale por la módica cantidad de cien millones de dólares. De ahí las férreas restricciones impuestas por el Comité Olímpico Internacional a los deportistas que compiten en el evento, a los que prohíbe el uso comercial de su imagen durante el evento, evitando así que ninguno de sus patrocinadores pueda aprovechar el reclamo de los juegos sin pasar por caja.

Pero el verdadero maná de las olimpiadas está en los derechos televisivos que, tal y como muestra un estudio de Ferran Brunet, profesor de Economía Aplicada de la Universidad Autónoma de Barcelona, ya se han convertido en la principal fuente de ingresos del evento. Discovery Communications, la matriz de Eurosport, acaba de hacerse con los derechos para emitir los juegos hasta el 2024 por 1.300 millones de euros.

En su informe, Brunet analiza el impacto económico de las últimas olimpiadas, partiendo del caso de Barcelona 92, un modelo que califica de excepcional, tanto por las inversiones «en cantidad y calidad» que llevó aparejadas, como por su apuesta por la «transformación urbana». Los resultados, apunta, se percibieron desde el momento de la nominación como sede, con un descenso del paro, la reanimación del mercado de la vivienda y de la construcción, aunque fueron más intensos tras el fin de los juegos, rompiendo año tras año sus récords de crecimiento en empleo, inversión o renta. «Barcelona no solo reaccionó muy bien a los juegos, sino que supo mantener, de forma inaudita, su expansión», apunta en el estudio. De hecho, calcula que el evento ha generado un retorno económico superior a los 20.000 millones de dólares, cifras solo replicadas por los Juegos de Pekín, lo que a su juicio demuestra la «excepcionalidad de Barcelona».

A la espera de conocer los resultados económicos de las Olimpiadas de Río, pero conscientes de todas las incertidumbres que las rodean, en el Comité Olímpico han insistido en los últimos días en un mensaje de tranquilidad. Su presidente, Thomas Bach, asegura que no son ajenos a «la realidad que impera en Brasil, las dificultades que afronta», y mostró por ello su «empatía y solidaridad con el comité organizador y con el pueblo». «Confiamos más que nunca en que serán grandes juegos al estilo brasileño, llenos de pasión y de energía», zanjó. La suerte está echada.