El año de todas las encrucijadas

MERCADOS

La cadena de televisión china CCTV retransmitió la cumbre virtual entre Biden y Xi.
La cadena de televisión china CCTV retransmitió la cumbre virtual entre Biden y Xi. THOMAS PETER | Reuters

13 sep 2022 . Actualizado a las 23:25 h.

Todo proceso significativo de cambio conduce a la aparición de encrucijadas: situaciones en las que es obligado elegir entre ir decididamente hacia delante o mantener el statu quo. En mayor medida aún cuando estemos, no ante un único fenómeno de transformación y ruptura, sino de varios que se desarrollan de forma simultánea. Pues eso es lo que está ocurriendo ahora mismo con las tendencias disruptivas —transición digital, refuerzo de los compromisos medioambientales, un cierto grado de retroceso de la globalización— que fueron decididamente aceleradas, primero por la pandemia y luego por la vuelta de tuerca provocada por el cambio geopolítico en marcha (invasión de Ucrania mediante).

El caso es que esas encrucijadas se agolpan ante nuestros ojos: de cómo se resuelvan algunos nudos que afectan a la economía, y de las decisiones que ahora se tomen, muy probablemente dependa el futuro de la economía internacional, y en particular de la europea, de cara a los próximos diez años. Lo anterior es fácil de ver en el caso del modelo energético, pues la guerra introduce un notable interrogante sobre los planes europeos de avanzar hacia la descarbonización. Por un lado, cabe temer que ante la eventualidad de una crisis general de suministros, los gobiernos se olviden de sus objetivos ya aceptados, y permitan un aumento de las emisiones. Pero, por otra parte, nadie niega ya que el viejo modelo era insostenible también en términos geopolíticos, lo que debiera estimular —parece que lo está haciendo ya— las inversiones a favor de las energías renovables. Y de ahí surgen oportunidades nuevas, con las que hace poco apenas se contaba (como la que puede representar para España el nuevo gasoducto entre España y Livorno). Todo indica que en los próximos meses se tomarán decisiones de gran trascendencia de cara al largo plazo.

Menos dudas ofrece el avance de la digitalización masiva, pues su paso parece inexorable, pero los expertos comienzan a avisar de que puede quedar en alguna medida limitada por eventuales restricciones energéticas. Y por lo demás, algunas cuestiones de gran trascendencia, relativas a la definición de políticas antimonopolio o al pago de impuestos por las grandes compañías tecnológicas, sí deberán ser abordadas a corto plazo.

En cuanto al orden global, la percepción de estar ante «momentos decisivos» es aún más clara. Como acaba de mostrar el Financial Times, expresiones como nearshoring o reshoring, que se refieren a un camino de vuelta hacia la producción nacional, multiplicaron su uso entre los ejecutivos de empresas de todo el mundo en los últimos meses. La posibilidad de una globalización escindida en dos grandes bloques, el occidental y el dirigido por China, se hace ahora más creíble que nunca, con implicaciones geoestratégicas de primer orden. Los grandes jugadores se están posicionando muy rápidamente ante ese escenario mutante. La lucha por la nueva hegemonía económica y tecnológica parece ya lanzada.

Pero junto a esas transformaciones estructurales, en lo más inmediato estamos ante una coyuntura muy singular en la que nos jugamos que el fenómeno más inesperado y perturbador de los últimos meses —la inflación— no pase de ser un episodio o, por el contrario, se convierta en algo duradero y mucho más grave. La clave estará en impedir que se formen espirales de costes-precios, y la mejor forma de hacerlo es a través de ambiciosos pactos de rentas. Pero hay que hacerlo ya. Decididamente, este 2022 puede valer por una década.