La revolución de las farmacias en Francia

Asunción Serena

MERCADOS

Amit Dave | REUTERS

El Gobierno francés quiere generalizar la venta de medicamentos por unidades, a lo que se opone el sector, que alega problemas de distribución y asunción de nuevos costes

08 oct 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

El pasado mes de febrero, en Francia se publicó un decreto autorizando la distribución por unidades en la dispensa de antibióticos, pero los farmacéuticos no se dieron por enterados. Ahora, el Ejecutivo francés quiere extender esta práctica a las 22.100 farmacias distribuidas por todo el territorio, según las cifras que manejan las autoridades sanitarias del país. El Gobierno considera que, incitando a los farmacéuticos a no dar más que el número exacto de comprimidos recetados al paciente, se podrá reducir la cantidad de medicamentos que cada año se acumulan en los armarios de los particulares, puesto que sólo el 40 % de los tratamientos prescritos por los médicos son seguidos correctamente por los pacientes. Según las cifras que baraja el Círculo de Reflexión de la Industria Farmacéutica (CRIP), el coste de este mal uso de medicamentos asciende a 9.000 millones de euros al año.

En el 2017 se publicaron los resultados de una experiencia piloto realizada por el Instituto Nacional de Investigación en Salud y Medicina de Francia (Inserm). Según sus conclusiones, la venta por unidades permitiría reducir en un 10 % el volumen de comprimidos vendidos. El año pasado, los franceses devolvieron a las farmacias el 70 % de los medicamentos no utilizados, es decir, 9.415 toneladas, según la asociación Cyclamed, especializada en la incineración de medicamentos.

El Ejecutivo quiere hacer frente a la escasez incipiente de ciertos antibióticos y también luchar contra los riesgos en torno a un consumo inapropiado de los mismos. Sin embargo, la presión de farmacias y los laboratorios ha impedido que hasta ahora se haya implantado este sistema. En otros países, especialmente en Estados Unidos, la venta por unidades es frecuente, especialmente exigida por las aseguradoras para limitar los costes. En general, en estos países, los laboratorios farmacéuticos venden a granel sus medicamentos, y son las farmacias las que se encargan de envasar las cantidades necesarias en frascos pequeños, según lo que haya prescrito el médico, y colocar una etiqueta con la información necesaria (dosis, fecha de caducidad, etcétera).

Pero en Francia habría que reorganizar todo el sistema de distribución de medicamentos, y tener en cuenta el coste industrial para los fabricantes (necesidad de revisar las líneas de fabricación) y el coste de organización para las farmacias para garantizar la venta por unidades, tanto en términos de espacio y flujo, como en lo relativo al sistema de facturación por unidades.

También los sindicatos de farmacéuticos han mostrado tradicionalmente su oposición a este modelo de venta, ya que les inquieta el tiempo que deben pasar cortando los blísteres. Desde el punto de vista económico, consideran que no es rentable: las farmacias que se prestan a aplicar el decreto de forma voluntaria sólo reciben 1 euro por receta, con un límite de 500 euros al año.

Los fabricantes también se muestran muy reticencentes, sobre todo teniendo en cuenta que estos últimos años han tenido que asumir inversiones para adoptar la obligación de «serializar» las cajas, que ahora van provistas de un dispositivo de inviolabilidad y trazabilidad.

También objetan que sus envases están calibrados según el tratamiento estándar establecido en las autorizaciones de comercialización, y que si hay excedente es porque los médicos no prescriben la cantidad apropiada. Pero los galenos no están de acuerdo con esto y advierten de que ellos prescriben teniendo en cuenta las características del paciente que atienden (peso, estilo de vida, interacciones con otros fármacos…) y no en función del tamaño que tiene una caja de medicamento.