Aunque en los últimos tiempos se aprecia un tímido cambio de tendencia hacia actividades más productivas, es necesario poner el foco en sectores que tengan una mayor capacidad de arrastre
29 oct 2023 . Actualizado a las 05:00 h.La historia del crecimiento económico está vinculada a las distintas formas de capital y de inversión. Cada etapa y ciclo se distingue por el uso de las ventajas productivas ligadas a la difusión de los procesos tecnológicos y a los diferentes modelos organizativos de las unidades de producción. Por ello, se suele afirmar que la mejora de la eficiencia y del bienestar se encuentra asociado a los bienes de capital. El análisis del crecimiento económico se interpreta a partir de ciertos activos que se van ampliando a lo largo del tiempo a medida que se van incorporando las innovaciones tecnológicas que, junto a una expansión de los agentes y mercados, inciden finalmente en la productividad. No es baladí, por lo tanto, revisar la historia económica y social de los países atendiendo a la prioridad y ámbito de sus inversiones. Unos, enfatizaron en bienes suntuarios, otros, en capital productivo, y unos terceros en infraestructuras.
La evolución del capitalismo y la productividad ha ido cambiando a lo largo de los últimos años en paralelo a la configuración de tipologías cada vez más singulares y específicas. Producto de las mismas es la clasificación de los países desarrollados, en desarrollo o emergentes. Siguiendo estos criterios, el IVIE (Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas) lleva años analizando los distintos procesos, rasgos y etapas relativos a la evolución del stock de capital en España.
Los últimos datos publicados revelan que el esfuerzo inversor público (coeficiente de la inversión sobre el PIB) de España ha disminuido tras la Gran Recesión del 2008; y, en la actualidad, se mantiene aún en niveles bajos a pesar de los impulsos generados últimamente por mor de los nuevos fondos europeos (los denominados Next Generation). Varias notas subrayan dichos comportamientos. En primer lugar, se distinguen dos etapas muy claras: la primera, el período 1995-2007, con una muy relevante inversión pública; y una segunda, correspondiente a la fase 2009-2021, cuya ratio inversora es más reducida, debido fundamentalmente a los ajustes obligados para reducir el déficit público. La segunda nota hace referencia a los cambios en las prioridades de la inversión. En la primera etapa, destaca el esfuerzo inversor en las actividades asociadas a las inmobiliarias; en tanto que en el segundo período (2009-2021) las inversiones públicas se canalizan, proporcionalmente, más hacia las infraestructuras sociales que sobre las productivas; y, en los últimos ejercicios, hacia las inversiones en conocimiento y en maquinaria. Es decir, en un principio, las políticas fiscales expansivas marcaron un significado aumento de las inversiones públicas y un esfuerzo inversor público contra-cíclico. Pero tanto el aumento del déficit como los problemas para financiarlos significaron la caída de la inversión pública. Solamente, cuando se resuelven los problemas derivados de la Gran Recesión, permitieron retomar la apuesta inversora pública; pero con menor intensidad (la inversión pública se situó en 2022 en un 55 % por debajo de la registrada en 2008).
Distribución territorial
Un tercer apunte es aquel que refleja que la mitad de la inversión se concentra en las tres mayores comunidades autónomas (Madrid, Cataluña y Andalucía); especificando, asimismo, el hecho que Madrid gana mucho peso (4 puntos porcentuales) en estos últimos años, incrementando su atractividad tanto para las inversiones nacionales como extranjeras debido al efecto sede adscrito a la capitalidad. Cataluña, en sentido contrario, pierde atractivo debido a múltiples problemas no solo políticos. Las demás comunidades autónomas apenas registran cambios muy llamativos.
Galicia, por su parte, mantiene en lo que concierne al esfuerzo inversor un porcentaje parecido (en torno al 5 % del total español) a lo largo del período 1995-2022, sin que podamos distinguir una mutación cuantitativa ostensible entre los dos períodos considerados. Ocupa el puesto séptimo del ránking autonómico; a pesar de que en el período 2009-2022 se anota una leve disminución.
Lo llamativo de Galicia radica en los cambios inversores registrados sobre las actividades. A lo largo del período 1995-2008 los activos inmobiliarios supusieron el 63,7 % de las inversiones llevadas a cabo. Es un porcentaje inferior a la media española (64,8 %), lo que prueba que aquella pasión por la especulación y bum inmobiliario tan característico de la época no tuvo una plasmación tan absoluta en Galicia. El otro 36 % de las inversiones se canalizó para el resto de los activos que agrupa a las inversiones en infraestructuras, maquinaria, TIC, etcétera. En el segundo período, 2009-2021, el destino de las inversiones inmobiliarias en Galicia desciende notablemente (representa el 52,9 % del total), pero supera a la media nacional (52,8 %). No cabe duda, por lo tanto, que se superponen varias dinámicas que plasman un cambio de orientación de las inversiones hacia nuevos activos más rentables más que productivos.
Así, si escudriñamos el análisis tendríamos un cambio en la intensidad de la inversión relacionado con las modificaciones en el aparato productivo de Galicia. Dicho de otra forma, la distribución sectorial de la inversión atendiendo a las distintas ramas sectoriales arroja lo siguiente: en primer término, el grueso de la inversión en el período 1995-2008 se concentró en los servicios privados (55,8 %), seguido de la inversión en los servicios públicos (17,9 %) y en el sector industrial (14,6 %). En el segundo período, 2008-2021, se registra un cambio muy notable. Se mantiene la primacía de la inversión privada (48,1%), pero descendiendo ostensiblemente; sube la inversión en el sector industrial hasta el 24,5 % y disminuye levemente la inversión en los servicios públicos (16,6 %). Además, se aprecia la subida de un punto porcentual de la corriente inversora en el sector agrario y pesquero y el descenso de dos puntos porcentuales en el sector de la construcción. Quiere decir que se aprecia un cambio de tendencia, aunque tímido, hacia actividades más productivas, pero con baja intensidad tecnológica; y, en segundo lugar, se constata una mayor orientación hacia servicios privados como consecuencia de una intensa liberalización económica y desregulación de numerosas actividades antaño públicas.
En suma, Galicia posee una renta per cápita y una productividad del trabajo por debajo de los promedios españoles (92,3 % y 95,6 %), pero con una tasa de paro más baja. Igualmente, en lo que atañe a la capitalización, muestra una ratio más reducida que la media nacional (5,0 %), tanto en términos de población (5,7 %) como de ocupación (5,5 %), así como una relación capital/producto inferior a la media española (95,7 %). Si queremos apostar por un mayor desarrollo y mejorar nuestro posicionamiento internacional, hay que captar inversores y efectuar inversiones que posean efectos de arrastre para sostener una dinámica sostenible tanto en el tiempo como medioambientalmente, digitalmente y de cohesión social y espacial.
Fernando González Laxe. Catedrático emérito de Economía Aplicada. Universidade da Coruña.