
Mark Mateschitz, propietario del 49 % de Red Bull, es el millennial más rico de Europa
12 nov 2023 . Actualizado a las 05:00 h.No serán alas lo que le ha proporcionado Red Bull a Mark Mateschitz (Austria, 1992). Pero le anda cerca. Posee la mayor fortuna de los adinerados de su generación (la de los millennial, los nacidos entre principios de los ochenta y finales de los noventa). Solo en dividendos del imperio de bebidas energéticas que heredó de su difunto padre (posee el 49 % de la empresa), acaba de recibir 582 millones de euros. El primer pago que percibe tras la muerte de su progenitor en el 2022. A los que hay que sumar otros 199 millones más, fruto de una tradición de años que pasa por un pago adicional al accionista austríaco de la firma. Porque comparte el treintañero con la familia Yoovidhya de Tailandia la propiedad —los asiáticos poseen el 51 %— de una compañía que el año pasado vendió 11.600 millones de latas de la famosa bebida y que registró unos ingresos de 9.835 millones de euros.
Mark estudió Administración y Dirección de Empresas en la Universidad de Ciencias Aplicadas de Salzburgo y, antes de que su padre falleciese, trabajaba en la firma. Desempeñaba puestos de responsabilidad en la empresa con sede en la localidad austríaca de Fuschl am See. Pero, una vez heredado el negocio, renunció a la gestión. Ahora ya solo ejerce de accionista.
No se prodiga demasiado el heredero. Apenas hay fotos de él, y no digamos entrevistas. Lo suyo ha sido pasar lo más desapercibido posible desde niño. De hecho, durante años —hasta que terminó sus estudios universitarios— empleó el apellido de su madre, Anita Gerhardter, para que se le relacionase lo menos posible con su padre, Dietrich, Didi, Mateschitz. Solo su segundo nombre, el mismo que el de su progenitor, ofrecía alguna pista a los curiosos sobre su parentesco con el hombre más rico de Austria. A Mark lo han descrito sus compañeros de clase en alguna ocasión en la prensa austríaca como «brillante, comprometido y deportista». A esto último, seguro que han contribuido, y mucho, los patrocinios que orquestó su padre para darle alas a la empresa que ideó durante un viaje a Tailandia.
Hasta allí lo llevaron los asuntos de la compañía alemana para la que trabajaba. Tan exhausto llegó Didi por los efectos del jet lag tras un vuelo agotador, que le pidió al camarero del bar de su hotel en Bangkok que le pusiera alguna bebida que lo ayudara a combatir el cansancio. ¡En qué buena hora! Lo que le sirvió fue una copa de Krating Daeng, una bebida empleada por los transportistas tailandeses para mantenerse despiertos durante los trayectos largos. Fascinado quedó el austríaco con los efectos reparadores de aquel brebaje. Tanto es así, que decidió asociarse con el creador de esa misteriosa y, para él, milagrosa, pócima, el tailandés Chaleo Yoovidhya, ya fallecido también. Juntos crearon su propia bebida. Y, para que su criatura echase a andar, pusieron cada uno 500.000 dólares sobre la mesa. Red Bull GmbH fue el nombre que eligieron para la compañía. El reparto: un 49 % para cada uno de ellos y el 2 % restante para un hijo de Yoovidha. Pero, eso sí, la gestión en manos de Mateschitz, todo un genio del márketing, que asoció la marca Red Bull con deportes de aventura como el surf o el buceo desde acantilados para dar a conocer la marca en todo el mundo. Hoy, hasta tienen equipo de Fórmula 1.
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