El triste epílogo de Rodrigo Rato

MERCADOS

El exvicepresidente del Gobierno Rodrigo Rato a su llegada a un juicio en la Audiencia Provincial
El exvicepresidente del Gobierno Rodrigo Rato a su llegada a un juicio en la Audiencia Provincial Carlos Luján | EUROPAPRESS

22 abr 2024 . Actualizado a las 00:50 h.

A mediados de la década de los noventa, recién constituido el primer gobierno de José María Aznar, un alumno le preguntó a Xosé Manuel Beiras en los pasillos de la facultad —entonces compatibilizaba su actividad política con la docencia — qué esperaba que hiciese el nuevo ministro de Economía. «Que que vai facer? Pois o rato», dijo. Quien le interpelaba se quedó perplejo, tal vez porque aguardaba una respuesta algo más seria. Supongo que comparando lo que decidiría en relación a algunos de sus predecesores, como Solchaga o Solbes. Pero aquella salida, que sonó a ocurrencia, resultó de lo más premonitoria. Porque nadie podía presagiar entonces lo que vendría después. El todopoderoso artífice del milagro económico español —que se explica en gran parte por la masiva liberalización de suelo y los créditos baratos que le interesaban a Alemania, lo que generó el doloroso y costosísimo bum inmobiliario—, el exdirector general del FMI, terminaría precipitándose por la pendiente para asombro de todos los que lo encumbraron. Es desde las grandes alturas desde donde se producen las grandes caídas. La salida al parqué de Bankia, las tarjetas black (que lo llevaron a la cárcel) y un complejo entramado de tejemanejes tributarios para ocultar su ya de por sí generoso patrimonio, que le venía de familia. Un hombre endiosado, rodeado de aduladores, que sucumbió a la peor de las trampas que acarrea el poder: la sensación de sentirse impune. En los últimos años ha dejado un buen puñado de bravuconadas, como esos coletazos que dan los peces en la superficie del muelle cuando ya no pueden respirar. «Es el mercado, amigo», dijo en el 2018 durante la comisión del Congreso que investigaba la crisis financiera. La última, hace días, a la fiscal que lleva su caso. «El respeto se gana», replicó. Tal vez a Rodrigo Rato se le haya olvidado que el respeto también se pierde. Y si no, que se lo digan a él. Así que quizá debamos plagiar su memorable frase y cambiar una sola palabra. Es la justicia, amigo.