Carmen Tal, fundadora de Moroccanoil: Ni un pelo de tonta

MERCADOS

ABRALDES

19 may 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Una empleada novata y un tinte de pelo mal aplicado que acaba dejándote la melena de color anaranjado, además de como un estropajo, no parece, a priori, una combinación que augure nada bueno. Sobre todo, si lo que la impulsa a una a dirigir sus pasos hasta la peluquería es la idea de lucir perfecta en una boda de ensueño en un país lejano. Para tirarse de los pelos. Nunca mejor dicho.

Pues bien, a Carmen Tal, fundadora de Moroccanoil —aunque suene a compañía petrolera, no lo es—, el desastre capilar le salió redondo.

Sin tiempo para arreglar el desaguisado, obra de una de las jóvenes que trabajaban en el pequeño salón de peluquería que ella había abierto hacía algún tiempo en Montreal siguiendo los consejos de un amigo estilista, partió Carmen Tal hacia Israel para asistir al enlace de un familiar de su entonces marido. Una vez allí, pensó, ya vería cómo solucionar aquello. Sin demasiada convicción y siguiendo los consejos de su cuñada, convino la chilena en visitar una peluquería de Tel-Aviv en busca de lo que presumía imposible. Aun así, se sentó frente al espejo y se dejó hacer. Y el remedio que le aplicaron no solo le devolvió la vida a su cabello, sino que le cambió la suya. Fue el principio de su meteórico ascenso como empresaria. Y todo por unas gotas de aceite de Argán, un producto originario de Marruecos. Tan entusiasmada estaba con el milagro que aquel ungüento había obrado en su pelo, que la idea de darlo a conocer al mundo y hacer de ello un negocio empezó a rondarle la cabeza. Quiso entonces saber cuál era la empresa que lo comercializaba en Israel para lograr que le cediera los derechos para venderlo en Canadá. De contactar con la compañía en cuestión se encargó su marido por aquellas fechas. No por nada, sino por la sencilla razón de que él habla hebreo y ella no. Porque, además, él no acababa de ver claro que aquello fuese a ser negocio. Seis meses después de aquella boda, en la que Carmen, por cierto, cumplió su deseo de lucir una melena de lo más lustrosa, ya tenía en sus manos los derechos de representación en Canadá. Después llegaría el salto a Estados Unidos. Y, el éxito fue tal, que decidieron instalarse en Israel y abrir allí su propia fábrica.

Hoy, dieciséis años después de su nacimiento, Moroccanoil está presente en setenta países y tiene a gala haber ayudado a lucir esplendorosas a cabelleras tan célebres como las de Madonna, Jennifer López o Scarlett Johansson.

Pero no es por ese fulgurante éxito que el nombre de Moroccanoil está estos días en boca de muchos. Es por un motivo mucho menos agradable. Como patrocinador principal de una de las ediciones de Eurovisión más polémicas de la historia del festival, la empresa ha recibido un aluvión de críticas. Se le atribuye a Tal el empeño de la organización en mantener a Israel entre los participantes en plena ofensiva israelí sobre la franja de Gaza. Una operación militar —por llamarla de alguna manera— que, de momento, deja sobre la mesa dos cifras demoledoras: 35.000 muertos y más de 300.000 desplazados. En suelo israelí tiene Maroccanoil su sede y allí se gesta el 80 % de su producción. Da que pensar.