En el actual panorama empresarial se extienden propuestas efectivas y éticas para dirigir equipos de trabajo. El autor, sin embargo, plantea un símil con la película «El bueno, el feo y el malo» para contraponer un estilo de dirección que califica de clásico cuando se maximizan los objetivos propios ignorando a los equipos
27 oct 2024 . Actualizado a las 05:00 h.No hace mucho tiempo, traté en esta sección algunas de las habilidades más necesarias para ser un directivo eficaz y la pasada semana, disfrutando por enésima vez de El bueno, el feo y el malo (para gracia o desgracia de mis amigos soy devoto de la Trilogía del dólar) reflexioné sobre el hecho de que algunos de los personajes de este gran spaghetti western encarnan un particular estilo de dirección a la perfección.
El personaje más definido, el más perfilado en este sentido es Sentencia (el malo, interpretado por el genial Lee Van Cleef), que en su comportamiento muestra las siguientes notas:
Su objetivo exclusivo es su propio lucro: El propósito que persigue Sentencia, descubierta la existencia de un cargamento de oro, es hacerse con el mismo y no compartirlo con nadie, quedarse con todo; y cada una de sus acciones a lo largo de la película está orientada a este único fin.
Es esta una de las características de la dirección que podríamos denominar más clásica: El directivo quiere maximizar sus propios objetivos sin tener presentes para nada los de los miembros de su equipo e incluso ignorando si es preciso los de la propia organización.
Recordemos que una organización (cualquier empresa lo es) tiene objetivos específicos, diferentes (o al menos independientes) de los de las personas que la componen, pero quienes practican la dirección clásica ignorarán sistemáticamente cualquier meta ajena a la suya; de ahí que Sentencia trabaje siempre solo y que mantenga alguna alianza puntual e interesada a lo largo de la película, una suerte de joint-venture para llegar hasta el codiciado oro. Trabajar en equipo para él, con cierta vocación de permanencia, resultaría imposible.
No tiene mentalidad de equipo: Consecuencia directa de lo anterior, el equipo no importa, no existe; para los directivos tipo Sentencia los que los rodean carecen de relevancia (mejor dicho, solo cuentan en la medida en que algo se pueda obtener a través de ellos) y la película nos muestra buenos ejemplos: cuando el Bueno y el Feo están presos en el campo de concentración de Betterville, Sentencia emplea con Tuco (el Feo) lo que con infinita precisión mi admirado Javier Fernández Aguado denominó la DPA (dirección por amenazas).
La táctica del terror, del miedo, de tener al equipo bajo permanente tensión como único medio para que se mantenga motivado en el esfuerzo y consiga los fines que el directivo persigue; Sentencia no duda en pasar de la pura amenaza al castigo y hace que torturen al Feo para motivarlo a confesar dónde está el oro.
Recalco que «hace que torturen a Tuco», es decir, que usa a otro para hacerlo y no ensuciar sus propias manos, mientras fuma tranquilamente su pipa; típico también de ese estilo de dirección recurrir a los demás para el trabajo sucio y no mancharse; así, si vienen mal dadas podrá difuminar el directivo su responsabilidad (mejor dicho irresponsabilidad) o al menos compartirla con otros.
El fin justifica los medios: característica por antonomasia de este particular estilo de dirección, el objetivo que se pretende justifica cualquier decisión o acción por parte del directivo, pues lo que le importa es el qué, no el cómo. No hay lugar para la ética.
Para muestra, un botón: recuerden que Sentencia busca su único beneficio, por lo que cuando Baker le encarga visitar a un antiguo socio para obtener información sobre el codiciado oro y luego matarlo, no duda en asesinar al socio y a su familia y posteriormente matar también a Baker para quedarse con el dinero que este mismo le había prometido por ejecutar el encargo.
Con el pretexto (la apariencia) de cumplir aquello para lo que lo habían contratado («cuando uno me paga, siempre termino mi trabajo», llega a decir el cínico Sentencia) se carga a los dos y obtiene un doble beneficio (el dinero por el encargo y la información que el socio le transmitió sobre el oro).
Afortunadamente, de todo hay en botica y frente a este estilo de dirección, en nuestro panorama empresarial actual contamos con opciones mucho más efectivas (Sentencia, al final, se queda sin oro y sin nada) y más éticas; algo comentaremos en otra ocasión, pero sin duda la dirección clásica aplicada al mundo de hoy no es buen ejemplo de dirigir de película…
Guillermo A. Barral Varela. Abogado y delegado de Protección de Datos. Mediador civil, mercantil y familiar.