Hace justamente un par de años, el 20 de diciembre del 2022, la Real Academia Española (RAE) incluyó en la actualización del Diccionario de la Lengua Española, la palabra «edadismo» como «la discriminación por razón de edad, especialmente de las personas mayores o ancianas», a iniciativa de una organización de pensionistas y jubilados, para dar visibilidad a la discriminación que sufren muchas personas mayores debido a su edad.
Pero el edadismo no solo afecta a las personas jubiladas o denominadas mayores. La Organización Mundial de la Salud, por su parte, reconoce que este surge cuando la edad se utiliza para categorizar y dividir a las personas provocando daños, desventajas e injusticias, definición, mucho más acertada y más acorde con la sociedad en la que vivimos, en la que la discriminación por la edad cronológica está más presente de lo que imaginamos, sobre todo en el mundo laboral y profesional. La existencia de discriminación en el mercado laboral implica que un grupo de individuos es tratado de manera diferente, tanto en oportunidades de empleo y promoción profesional, como con condiciones laborales, únicamente por pertenecer a un colectivo concreto .
Aunque la demostración más palpable de edadismo son las denominadas prejubilaciones (forzosas), cuando a un candidato la eliminan de un proceso de selección de personal por ser demasiado joven o demasiado mayor, es edadismo. Cuando a una directora de una entidad bancaria o de una multinacional la invitan a dejar su puesto de trabajo al cumplir los 49, es edadismo también. Si cuando concurres a una oferta de laboral y borras tu edad del currículo, eres víctima del edadismo. Si la única alternativa laboral que se le ofrece a una mujer desempleada con formación superior son los cuidados, es edadismo. Cuando a una persona perteneciente a una franja de edad concreta, le preguntan si tiene pensado tener hijos, igual no es edadismo, pero se le parece.
Son necesarias políticas (y no subsidios) que promuevan la igualdad de oportunidades, campañas de concienciación para promover un entorno inclusivo, fomento de la cultura que valore la experiencia y el conocimiento, incentivos a las empresas para la inversión en formación de recapacitación, para revertir un fenómeno que va en aumento y que tiene un coste económico , social y emocional que no nos podemos permitir como sociedad. No es compatible la falta de mano de obra en muchos sectores productivos con la expulsión del mercado laboral de los mayores de 45 años o con la no inclusión de manera digna a los jóvenes menores de 25 años.
Algo va mal cuando los clientes de la planta joven somos demasiado mayores para trabajar.