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Esta ocupación está experimentando una profunda transformación en España, pero ofrece grandes oportunidades para los que estén dispuestos a adaptarse a un contexto económico cambiante
26 ene 2025 . Actualizado a las 05:00 h.El panorama de la asesoría fiscal en nuestro país está, sin duda, experimentando una profunda transformación. Los constantes cambios normativos, la creciente complejidad y la falta de seguridad jurídica para los contribuyentes en la aplicación del sistema tributario español están redefiniendo nuestra actividad profesional, cuyos servicios profesionales son muy demandados y que deben ponerse en valor.
La principal función del asesor fiscal es la de dar seguridad a los contribuyentes en la gestión y planificación de sus obligaciones tributarias. Es básico aportar valor y certeza al empresario en la toma de decisiones con impacto y relevancia fiscal, especialmente en un modelo de gestión de los tributos como el nuestro, basado en autoliquidaciones y en un control posterior de la Administración, en la cual, este último, asume la responsabilidad de interpretar la diversa y cambiante normativa tributaria, y el riesgo de ser sancionado. En este escenario propicio para la inseguridad jurídica y el conflicto tributario, la figura del asesor fiscal adquiere máxima relevancia para dar seguridad y certeza al compliance fiscal.
Cuando reflexiono con colegas de profesión de manera informal o más formalmente participando en jornadas profesionales sobre tributación, o con los alumnos de la facultad de ADE o Derecho sobre retos, desafíos y oportunidades de esta apasionante profesión, siempre llegamos a conclusiones similares. Que existen riesgos y desafíos marcados por los efectos de la inteligencia artificial y la digitalización de la función fiscal, el creciente intrusismo profesional, la falta de certidumbre de la redacción y aplicación de la normativa tributaria… Pero también coincidimos en la diversidad de oportunidades para aquellos profesionales dispuestos a adaptarse a un contexto económico cambiante y a una formación constante, para ofrecer un servicio excelente y de calidad a los clientes. Necesitamos profesionales con vocación, ganas de desarrollo profesional en el asesoramiento fiscal, y que apuesten por esta combinación de factores: una sólida base teórica, experiencia práctica y habilidades tecnológicas en el asesoramiento fiscal de contribuyentes de muy diversa naturaleza.
En los grandes despachos se requieren cada vez más perfiles con capacidad analítica, capaces de pensar y poner en valor el conocimiento. Las últimas tendencias del management en el sector de servicios profesionales hablan de los «trabajadores del conocimiento», con capacidad de pensar en entornos marcados por la irrupción de la IA, capaces de poner la tecnología a su disposición, y no al revés. Profesionales del conocimiento a los que la tecnología va a empoderar y actuará como elemento multiplicador en las carreras de los asesores fiscales. Debemos asumir como colectivo generador de valor añadido el monopolio de las preguntas, delegando en la inteligencia artificial parte de las respuestas. La estrategia, la autenticidad y el valor añadido en nuestra profesión lo genera la capacidad de hacer las preguntas correctas, lo cual requiere saber pensar.
Sin duda, vivimos un presente (y especialmente un futuro) marcado por un uso intensivo de la digitalización y la IA dentro de la función fiscal de las empresas. Por ello, las claves en el futuro de la profesión de asesor fiscal pasaran por potenciar nuestra capacidad de anticipación al cliente y saber elaborar las preguntas clave, construir una relación de equilibrio entre la tecnología y los profesionales, y poner a nuestro favor la imparable e irrenunciable incorporación de la tecnología al sector de la fiscalidad.
Elemento diferencial
Y considero que hay un último elemento diferencial como asesores fiscales, no por ello menos importante, y es el de ser capaces de generar la seguridad y certidumbre a nuestros clientes actuando con sencillez y mucho sentido común, sentido común que nunca tendrán las máquinas. Debemos huir de la sofisticación y de los fuegos artificiales, y trabajar con una vocación de cliente, no complicando más una materia como la fiscalidad que es ya a veces tan compleja de interpretar y aplicar en la toma de decisiones de nuestros clientes.
Admiro a mis grandes maestros en este mundo de la fiscalidad que me han enseñado a ser un profesional que canalice su talento y conocimiento a través de la sencillez y el sentido común. Hacerlo sencillo a veces requiere maestría, y ese debe ser nuestro elemento diferencial y nuestro legado a los profesionales que se vayan incorporando a esta apasionante profesión.