
La empresa forestal fundada por el bisabuelo del actual gerente en 1930 en la Costa da Morte comercializa 137.000 toneladas al año y factura 8,7 millones
16 feb 2025 . Actualizado a las 05:00 h.La saga nació a comienzos de 1930, cuando Bautista Romero Moreira empezó a comprar madera en los montes de la Costa da Morte para su posterior transformación en un aserradero propio en Corcubión, y otro después en Sardiñeiro (Fisterra). Aquella materia prima se destinaba a la construcción, la fabricación de muebles o embalajes, como indica su bisnieto Darío Varela Luaces, al frente de la empresa desde que falleció su padre, hace 14 años. Más adelante, con la implantación de nuevas líneas de negocio, la actividad se amplió al puerto de A Coruña para abastecer, por vía marítima, las fábricas y la industria minera de Asturias y, después, también del País Vasco. Sin abandonar, precisa el actual gerente, el ámbito local, en camión y más tarde en tren.
Romero Moreira fue pionero en industrializar la explotación forestal, sustituyendo la carga manual o con animales por tractores. «Iba por el resto de España para traer tractores que revendía a los maderistas que trabajaban con él, para hacerlo más profesional», subraya el bisnieto. Del fundador, la empresa pasó a su yerno, Darío Varela Ron, que cedió el testigo a su primogénito, Darío Varela Romero. «Las tres generaciones llegaron a trabajar juntas. Mi bisabuelo seguía viendo a los clientes, mi abuelo continuó yendo al puerto hasta los últimos días y mi padre fue cogiendo la batuta poco a poco; tenía un barco, el Ciudad de Sada, aparte de los de mi abuelo. Fue de los últimos que se usaron porque la minería acabó parando y se abandonó esa línea de negocio », cuenta el representante del cuarto eslabón. El proceso de modernización ha sido continuo. Del corte manual al uso de motosierra, y hoy, el empleo de taladoras, procesadoras y autocargadores para la corta, el procesado y la saca de la madera. «Con esto no solo se aumenta la productividad [por lo que han sido distinguidos con el indicador Ardan entre el 2019 y el 2022], sino que también mejora la seguridad, prioritaria para esta empresa», subraya Varela Luaces.
Este ingeniero técnico industrial, especializado en centrales eléctricas, desarrolló su actividad profesional al margen de la empresa familiar hasta la muerte de su padre y ha mantenido su nombre, Maderas Darío Varela Romero. «Es un negocio muy sacrificado, como todos los autónomos, con muchas fluctuaciones del mercado, pero estoy muy contento, no volvería atrás», confiesa. Con una plantilla de diez personas y una facturación anual de 8,7 millones de euros, comercializa 137.000 toneladas de madera de eucalipto (representa el mayor porcentaje), pino, roble, castaño y otras especies, a las principales fábricas y aserraderos de la península ibérica, para su posterior transformación en celulosa, tablero, muebles, embalajes o construcción. Compra directamente a los productores forestales, o a través de asociaciones de propietarios de toda la provincia de A Coruña y, de forma ocasional, en Lugo y Pontevedra.
El gerente destaca «la alta cualificación y la gran experiencia» de su personal, «la moderna maquinaria» empleada, con una «amplia flota de vehículos industriales de carga y transporte». Incide en la «gestión forestal sostenible» como una de sus máximas y vincula «el compromiso ambiental» con el concepto de solidaridad intergeneracional: «El entorno del que disfrutamos no es un legado de nuestros padres, sino un préstamo de nuestros hijos que debemos devolverles con intereses, mejorándolo». Las certificaciones PEFC y FSC avalan su gestión, que «garantiza la trazabilidad de la madera, desde el corte en el monte hasta su destino final».
desafíos del sector
Falta de mano de obra, minifundismo y «trabas» por parte de los concellos
La carencia de mano de obra constituye «el principal problema que enfrenta el sector», en opinión, de Romero Luaces. «Nos obliga a recurrir a mano de obra extranjera, principalmente de Perú», señala. También alerta de «las trabas burocráticas por parte de los ayuntamientos, que han supuesto un lastre para el desarrollo de esta actividad en los últimos años». El problema, explica, «viene de que la maquinaria es cada vez más pesada (un autocargador de ahora pesa muchísimo más que un tractor de hace 50 años) y las pistas forestales no están adecuadas y se deterioran. Hay camiones que cargan hasta 40 toneladas y los caminos rurales no siempre aguantan eso». Asegura que algunos concellos «están empezando a pedir una cantidad a fondo perdido (a mayores del aval) y eso, poner dinero por desarrollar una actividad profesional, daña la rentabilidad». Esto se traduce, además, «en distintas condiciones laborales entre municipios limítrofes, porque cada uno marca tasas y avales diferentes». El minifundismo, añade, «resta muchísima competitividad» al sector en Galicia, frente a Brasil o Uruguay, «con costes mucho menores porque trabajan en grandes extensiones». Propone «unificar parcelas, porque no es lo mismo tener una máquina cuatro meses en un sitio que desplazarla cada semana».