
Fundiciones Rey, fundada en 1944 en Arousa, consiguió salvar el impacto de la invasión de Ucrania, su proveedor de lingotes de hierro, que cambió por Brasil, durante varias horas por el apagón
05 may 2025 . Actualizado a las 20:45 h.Hace tres años, poco después de la invasión rusa de Ucrania, Elías Cochón Rey, uno de los tres consejeros y el director comercial de Fundiciones Rey, expresaba su temor por el futuro inmediato de la compañía. La guerra había cortado el suministro de lingotes de hierro, su principal materia prima, puesto que prácticamente el cien por cien provenía de territorio ucraniano. «Sin lingotes de hierro tenemos que parar máquinas, así de claro», manifestaba entonces, pendiente de la eventual descarga de un barco en Bilbao, por donde entraba el material, que después transportaban por carretera.
«Pero no sé si les van a dejar atracar porque tiene pabellón ruso», advertía. Y las reservas solo garantizaban la actividad durante dos meses. «No descartamos parar», recalcaba. Algo que jamás había sucedido, en los 77 años de historia, salvo en casos de huelga del sector del metal en la provincia, «pero nunca por escasez de materia prima». «Sabemos de fundiciones de Euskadi que ya han hecho paradas de tres días», comentaba. «Fue un momento muy duro. Yo estaba en Ucrania, vine y a los cuatro días estalló la guerra», recordaba esta semana.
Finalmente, ni la planta de Vilagarcía de Arousa, donde se fundó la empresa hace 81 años, ni la segunda, Rey Bronze Castings, ubicada en Cuntis, tuvieron que suspender la producción. Algo que sí sucedió, durante unas horas, el 28 de abril, debido al apagón que dejó toda la Península sin suministro eléctrico. «Nos vimos obligados a parar. Tenemos equipos de generación de energía para las labores de enfriamiento, pero no tenemos manera de poder garantizar que se mantengan las plantas operativas. Interrumpimos los procesos. Las coladas estaban a 800 grados, si la temperatura hubiese sido algo más alta, ya estaría líquido, y al irse la luz hubiéramos tenido una avería de un mes y pico de parada. Serían unas pérdidas muy grandes», apunta.
Hace tres años, el problema radicaba en la escasez de materia prima, que han solventado a través de Brasil: «Es el tercer productor más importante del mundo, tras Rusia y Ucrania. Para nosotros ha supuesto un encarecimiento de unos 60 euros por tonelada [de lingotes de hierro]. El problema es que Brasil vende mucho a los norteamericanos, porque los tienen más cerca, y el residual, más caro, lo mandan a Europa». El cambio de proveedor se ha traducido en un aumento de los precios. «Tienes que repercutir ese gasto adicional en tus clientes. Es algo que inventaron los alemanes [en la Gran Recesión, a finales de la década de los 2000], por la fluctuación brutal del mercado de las materias primas. No solo afecta a la industria siderometalúrgica. Presumimos de haber sido la primera fundición de España en reflejar en la factura el recargo energético, que varía al alza o a la baja según el mercado, para salvaguardar la empresa. Ya es un hecho consumado en toda Europa. No es que quieras ganar más, es que si no te pagan eso, te arruinas», concluye.
Esta vez no sucedió, pero Cochón Rey vaticina nuevos «ceros energéticos». «Desgraciadamente, esto va a volver a suceder, porque seguimos empeñados en cerrar las nucleares [...]. Yo tampoco quiero contaminar, pero existe mucha hipocresía con este tema; la energía hay que producirla y eso hay que decírselo a la gente. Alemania montó hace pocos años la central térmica más grande de Europa, en Düsseldorf, y Francia tiene 52 centrales nucleares y va a instalar dos más. Reino Unido, Marruecos, Egipto o Finlandia quieren nucleares; nosotros, no», desgrana.
«Esto pasará de nuevo —insiste—, no tiene solución sin nucleares, va a encarecer el kilovatio y la industria española perderá competitividad». Explica que a raíz del apagón, el comité de dirección de la compañía se reunió de urgencia: «Tenemos que habilitar algún sistema... somos industria electrointensiva y gran consumidor también de gas».
«Los fundidores somos los agricultores de la industria, los que menos ganamos»
«Los fundidores somos los agricultores de la industria, los que menos ganamos y los que más palos llevamos», sostiene Elías Cochón Rey, arousano de 58 años, nieto del iniciador de este saga de empresarios, bautizados como «los últimos fundidores de Sargadelos de Carril». El nombre viene de la fundición que tuvo Sargadelos en Carril, donde ya había empezado a trabajar su bisabuelo. Él ha recopilado en un libro la historia de su abuelo, Ramón Rey Goldar, «que era analfabeto y llegó a encargado general de producción» de aquella planta de Sargadelos, que luego «pasó a manos alemanas, inglesas... y después fue Fundiciones Alemparte».
Acabó cerrando y su abuelo se incorporó a Talleres Latorre, en Vigo, «haciendo espoletas de mortero para la Guerra Civil española», hasta que, en 1944, regresó a Vilagarcía y puso en marcha su propia fundición. Han transcurrido 81 años y Fundiciones Rey se ha convertido en un referente en la propulsión naval: «Hacemos entre el 75 y el 80 % de la producción mundial de casquillos de bocina (entre nosotros y firmas de O Porriño o Cambados); y también cojinetes, chumaceras de apoyo... todo menos hélices y ejes», detalla.
El 75 % de lo que producen lo exportan a Noruega, Suecia, Dinamarca y Finlandia; y últimamente, con la facturación in crescendo, han ganado penetración en Italia. El resto se queda en Vigo, el País Vasco —«enviamos máquina-herramienta para todos los fabricantes de tornos, fresadoras, mandrinadoras...»— y Asturias. Trabajan, además, para el sector hydro (bombas para todo tipo de fluidos) y producen repuestos para centrales nucleares y térmicas, plantas químicas, petroleras, cementeras, la industria de la pulpa y el papel o el sector agroforestal.