Dinamismo económico, emprendimiento y creatividad

Fernando González Laxe
Fernando González Laxe CATEDRÁTICO EMÉRITO DE ECONOMÍA. UDC.

MERCADOS

MABEL R. G.

El modelo de crecimiento capaz de impulsar el progreso debe compaginar ideas emprendedoras nuevas y pluralismo inversor. Galicia manifiesta déficits en su apuesta por estimular la creatividad

06 nov 2025 . Actualizado a las 18:05 h.

En el siglo pasado, Joseph Schumpeter expuso en su libro Teoría del desenvolvimiento económico su famosa teoría del emprendimiento. Se centraba en «el arte del emprendedor» para advertir y evaluar el valor comercial de los descubrimientos científicos y en la audacia del empresario para introducir en los mercados algunas aplicaciones de dichos descubrimientos. Más tarde, Robert Solow (premio nobel de Economía, 1987) se animó a publicar un modelo de crecimiento impulsado por el progreso técnico exógeno, basado en el fomento de la productividad. Estas dos teorías fueron la base de la economía a la hora de plantear las distintas dinámicas de crecimiento económico a lo largo de muchos años.

Más tarde, dichos conceptos sobre el dinamismo económico se refuerzan con la introducción de dos nuevas aportaciones. La primera hace referencia a la llamada innovación autóctona, como la definió Edmund Phelps (premio nobel de Economía, 2006); esto es, aquella que nace en el interior de la nación; o sea, de la gente que trabaja en su economía, y no de la innovación suscitada por los descubrimientos científicos provenientes del exterior; y, la segunda, la planteada por Daren Acemoglou (premio nobel de Economía, 2024) fundamentada en el dinamismo y actuaciones de las instituciones.

En base a estas consideraciones, resulta necesario buscar las causas que impulsan este dinamismo y, al mismo tiempo, cómo pensar quién debe fomentar la innovación autóctona en un país. Es decir, encontrar el vínculo entre la posesión de la creatividad y el afán de utilizarla para poder imaginar, concebir y lograr el desarrollo de cosas nuevas. En este sentido, no hay duda que Phelps tenía razón cuando declaró «no podemos sostener un debate razonado sobre el rendimiento de las instituciones, hasta que no estemos dispuestos a especificar el tipo de economía que queremos tener y seamos capaces de ello». De ahí, la trascendencia de poder afirmar que debemos combinar múltiples variables; y que la productividad no es más que uno de los elementos básicos para un buen funcionamiento de la economía.

Para sostener un constante dinamismo económico deberíamos contar con las mentes de las personas y poder ofrecerles retos en la resolución de problemas, a fin de redescubrir sus talentos y ampliar sus capacidades. Consciente de que esta reflexión es muy del Renacimiento, del humanismo griego y de la Ilustración, no cabe duda que los avances económicos se fueron desarrollando a medida que irrumpían las innovaciones tecnológicas y la apertura de mercados, animando y facilitando las posibilidades de inversión. Por eso, triunfó la idea de Schumpeter al añadir que las innovaciones requieren de un «emprendedor» con «voluntad» de acometer las empresas, con estímulos de «imitación», y provocando «la destrucción creativa» de algunos productos y empleos.

Capacidades

Hoy en día, dicha teoría ha quedado un poco obsoleta. La economía se ve impulsada por propuestas tanto de base micro como macroeconómica capaces de ser desarrolladas. Esto es, se insiste en el término «capacidades» que los actores deben poseer para la creación de nuevas ideas. O, si se quiere, es preciso contar con una economía y sociedad capaces de ofrecer y disponer de estímulos y oportunidades tanto para resolver problemas como para desarrollar la creatividad necesaria para sentirse orgullosos de emprender una nueva senda. Para ello, resulta imprescindible dotarse de un dinamismo básico para generar flujos suficientes de innovación. De ahí que defendamos la idea de un dinamismo económico combinado con una riqueza de ideas emprendedoras que estimulen, con diligencia, las motivaciones para emprender nuevas ideas y agrupar un pluralismo de inversores.

En suma, el dinamismo económico deriva de la gente, no de los incentivos. Aunque los incentivos son necesarios para que las personas ejerzan su creatividad; no es menos cierto que la fortaleza del dinamismo de un país radica en la innovación autóctona a gran escala y que la gente cuente con las cualidades que el dinamismo económico necesita.

Planteadas las cuestiones fundamentales para el análisis, procedemos a auscultar si en Galicia hemos apostado por alguna de estas teorías básicas o, por el contrario, mantenemos un dinamismo fuera de los cánones académicos. Varias características sobresalen en los últimos años. En primer lugar, la inversión en I+D+i es reducida, mucho más baja que la media española y de las comunidades autónomas más dinámicas económicamente. La segunda, es que el número de investigadores y personal con especial dedicación a las actividades de innovación tecnológica es reducido y menor que las ratios españolas. La tercera, que en Galicia quien más apuesta por la I+D+i son tanto el sector empresarial como el sector de la enseñanza superior. Y la cuarta, que los presupuestos autonómicos dedican unas cantidades muy reducidas al I+D+i, al punto que solo sobrepasa ligeramente los 120 euros por persona, circunstancia muy pareja cuando comparamos el gasto per capita llevado a cabo en Galicia y España (356 euros y 462 euros per capita, respectivamente).

Estas realidades muestran la escasa atención y apuesta por estimular la creatividad y el emprendimiento. Prueba de ello, es tanto el saldo deficitario en términos tecnológicos; los niveles de especialización en actividades de tecnológica media y baja con respecto a los productos y servicios de tecnología elevada; el número reducido de patentes registradas y utilizadas; y el bajo número de empresas que incorporan tecnologías avanzadas.

Frente a estas debilidades, contrasta el despliegue de centros de investigación públicos y el creciente número de laboratorios privados. Pero, esta fotografía que, en principio, sería muy positiva, choca con la falta de coordinación existente entre los mismos (se aprecian muchas duplicidades y déficits de interconexión entre centros e institutos) y una más que evidente carencia de objetivos de país; es decir, todavía no sabemos en qué queremos especializarnos, en qué destacar y en qué enfocar nuestro propio dinamismo. De ahí, las referencias a los últimos premios nobel de Economía, Phelps y Acemoglou, que llamaban la atención sobre la innovación autóctona y el rol de las instituciones.