MARÍA XOSÉ PORTEIRO
20 abr 2002 . Actualizado a las 07:00 h.Dice el politólogo francés Pascal Perrineau que las elecciones presidenciales que se celebran hoy en Francia son unas «elecciones de crisis» porque «la vieja política está muriendo y nace una nueva». Lo cierto es que las democracias europeas viven con normalidad la alternancia entre derecha e izquierda pero comienzan a vislumbrarse síntomas de cansancio ante lo que ya parece un trámite de rutina. Las elecciones en Francia, poco después de las portuguesas que supusieron el cambio a favor de la derecha por un estrechísimo margen, se presentan como una gran incógnita ante el duelo entre la izquierda más izquierda de Europa y una derecha que coquetea con el centro, pero que han sido capaces de cohabitar sin grandes estridencias. Puestos a identificar algunas pistas en el anunciado proceso de cambio en la forma de hacer política destacaría el papel de las mujeres en esta campaña. De todas las declaraciones que he podido escuchar, las más relevantes corresponden a las portavoces electorales de los candidatos Jospin y Chirac. Los líderes no han hecho o dicho grandes cosas pero tanto la socialista Martine Aubry como la conservadora Roselyne Bachelot, han demostrado una gran capacidad para argumentar. Aubry ha hecho el mejor balance posible para Jospin al recordar que «ha demostrado que se pueden conjugar buenos resultados económicos y justicia social». Bachelot ha definido valientemente el proceso que vive la derecha francesa cuando señala que «en la derecha no hay mutación ideológica, sino estratégica». Además, comienza a ser frecuente que los partidos pequeños presenten mujeres como candidatas. Es el caso del ecologista con Corinne Lepage o la izquierda radical con Christiane Taubira. Las vemos todavía en segunda línea de fuego, pero apuntan maneras que confirman la tendencia de cambio social que la incorporación lenta pero imparable de las mujeres a lo público acabará por producir.