El eurodiputado socialista José María Mendiluce ha decidido encabezar la candidatura de los Verdes a la alcaldía madrileña. Menudo palmo de narices se ha llevado la izquierda tradicional, especialmente el PSOE, que al parecer se siente traicionado como una novia engañada. El señor Mendiluce pretende hacerse con los votos de la izquierda desencantada ofreciendo una nueva vía al progresismo, y la izquierda tradicional alega que fraccionarse no es bueno, que para muestra las elecciones francesas. La verdad es que a mí esta candidatura me parece, al menos, una bocanada de aire fresco entre tanto político de sillón. Que la izquierda y la derecha se funden hoy en día en una masa informe bastante difícil de diferenciar, es casi una verdad de Perogrullo. Los programas electorales y las posteriores puestas en escena están tan milimétricamente calcados que a día de hoy, ser de un partido u otro es algo así como ser del Madrid o del Barça. No quedan espacios para las ideologías. Tengo la esperanza de que en algún momento, los partidos que hoy se reparten el pastel del conformismo asistan boquiabiertos al nacimiento de algún tipo de movimiento que revolucione el sistema, que nos descoloque a todos mostrando una nueva vía. No digo yo que esto lo vaya a hacer Mendiluce, pero algo es algo.