RODRÍGUEZ ZAPATERO puede ganar las elecciones generales. Nadie sabe decir por qué, pero todo el mundo lo intuye, y por eso va a ser muy difícil que el Partido Popular encuentre los dos antídotos que necesita con urgencia: uno que contrarreste los eficaces estimulantes que operan sobre el PSOE, y otro que inhiba la anestesia que destila Aznar por su difusa e interminable sucesión, que ahora parece potenciada por las piruetas de invicto caudillo y genial pensador que el líder se marca con creciente frecuencia. Cuentan que Javier Arenas, secretario general de la derecha, anda como un basilisco por los pasillos de Génova, pidiendo a gritos que alguien le explique por qué se le sube a las barbas el trigte de Sapatero , y cómo es posible que la gente cambie con tanta facilidad y entusiasmo desde la modernidad del Gobierno al amiguismo del PSOE, o desde la molona figura de Aznar a la nostalgia del felipismo. «Con tantos sociólogos y politólogos amontonados en Génova, y teniendo línea directa con el CIS, ¿cómo es posible -pregunta don Javier-que nadie se huela la fórmula Zapatero?». Pudiera ser, responden unos, que Zapatero se haya descolgado con un programa concreto y audaz, capaz de darle la vuelta a todos los temas que ha embarrado la derecha: Marruecos, el problema vasco, el seguidismo de Bush, la pérdida de protagonismo en Europa, el plúmbeo discurso de Ana Palacio, la política social, el repunte de la inflación. ¡Pero todos saben que no es así! También podría suceder que la gente le hubiese tomado la medida a Aznar, que haya cazado la simpleza cósmica de sus silogismos, y que su pedagogía de carbonero empiece a aburrir, no sólo a las piedras, como es obvio, sino a las mismas élites que antes le escuchaban absortas y alucinadas. Pero ese dato no aparece en las encuestas, y en modo alguno podría servir para sacudir la conciencia de un presidente todopoderoso al que le falta tiempo para saborear su triunfo personal. Por eso dicen que Javier Arenas anda entusiasmado estos días con una carpeta que encontró casualmente en la plaza de Colón, cerquita de la bandera, y que, a pesar de no tener más firma que un escueto «Rocío», incluye un colosal diagnóstico del momento Zapatero , con esta perfecta explicación de la fuerza social que lo impulsa a la Moncloa: «Como una ola tu amor llegó a mi vida, / como una ola de fuerza desmedida / sentí en mis labios, tus labios de amapola, / como una ola, como una ola, / se va el poder... ¡como una ola!». Al menos ahora ya lo saben, aunque también era el diagnóstico que Aznar y Arenas más temían. Porque si una ola los puso, otra ola se los lleva. O eso parece, que para Rodríguez Zapatero es casi lo mismo.