Cuando llegue noviembre

| EDUARDO CHAMORRO |

OPINIÓN

14 jul 2004 . Actualizado a las 07:00 h.

LA UNIÓN Europea está a la espera de un líder con el que medirse, o de que aflore sobre las aguas el surtidor que pone en marcha al ballenero a la voz de «¡Por allí resopla!». Si es con barba será San José, y sino, la Purísima. Para la variada gama de las soberanías europeas no está muy claro si habrá que ejercer de tiralevitas del que resulte elegido en Noviembre para la Casa Blanca, o de arponeros al acecho del cachalote trasatlántico. De ahí la impresión de que el euroescepticismo -antiguo y de nuevo cuño- murmura a voces sus preces a favor de que Bush no salga de donde está, mientras que los euroentusiastas de toda la vida ponen sus ojos en el candidato John Kerry, aunque sólo sea porque mira con malos ojos a Bush (que ya quisiera ver en Europa los ojitos que le pone Kerry). Las incógnitas no avalan, sin embargo, tanta promesa en el panorama de la alternativa americana. Observadores y especialistas en este tipo de campañas suelen buscar al candidato más parecido al ciudadano medio en los perfiles más acuciantes de sus inquietudes a lo largo del calentamiento de la campaña electoral. Vista la cosa desde la perspectiva europea, habría que buscar, entonces, al candidato cuyos rasgos más se parezcan a los del ciudadano medio europeo en el retrato más acusado de sus inquietudes o en el catálogo mejor elaborado de las preocupaciones que aquejan a los dirigentes europeos. Esta segunda opción es la que deja más claro lo difícil de semejante asimilación, y no sólo por el hecho evidente de que las preocupaciones que aquejan a los dirigentes europeos son, prácticamente, nulas. Si alguien supone que el Protocolo de Kioto o el Tribunal Internacional de La Haya serán cuestiones más relevantes para Kerry que para Bush, habrá tiempo sobrado para que se le quite cualquier ilusión al respecto. Y si hay quien piensa que Kerry pondrá tanto empeño y velocidad en salir de Irak como los que puso Bush en entrar, también lo habrá para saborear el canto entre los dientes. En ese sentido, las encuestas ayudan bastante a esclarecer las razones y los criterios del elector americano. Así, Bush supera en tan sólo un punto el porcentaje de los que ahora mismo estarían dispuestos a votar a Kerry. Este supera a Bush en seis puntos si la pregunta evalúa la relación con los aliados. Pero si lo que se pone en cuestión es la guerra contra el terrorismo, Bush alcanza un 54 por ciento de los votos, y Kerry se detiene en el 47 por ciento. En cuanto a la dirección de la guerra en Irak, Bush supera a Kerry en seis puntos. Kerry mejoraría la gestión de Bush en economía, seguridad social, educación, medio ambiente, relaciones interraciales y déficit público, pero empeoraría la hacienda pública americana. La posibilidad de que Bush se desembarazara del actual vicepresidente, Dick Cheney, para ofrecerle el puesto a Colin Powell, arroja un resultado del 54 por ciento frente al 44 por ciento en el que queda el tándem Kerry-Edwards. Así las cosas, y frente a la posibilidad de un cambio en la Casa Blanca para el que no deja de haber margen, quizá la Unión Europea haría bien pensando en lo que está dispuesta a ofrecer (en Naciones Unidas y en la OTAN) ante la posibilidad de que lo bueno por conocer desplace en la Casa Blanca a lo malo tan conocido.