EN PERIODOS precongresuales los partidos políticos andan más revueltos de lo que sería deseable. La lucha por colocarse cada uno en el mejor lugar o conseguir más poder hace que salgan a relucir los sables, las navajas y todo tipo de intrigas, presiones, chantajes o amenazas para conseguir los objetivos marcados por cada sector, o para lograr aspiraciones personales más o menos legítimas. Por otra parte, también es una constatación en la experiencia política que muchas de las decisiones trascendentales o grandes crisis están provocadas por intereses personales, por necesidad de solucionar el futuro propio o de la familia, y casi nunca se provocan por la defensa de los principios, la coherencia ideológica o el bien de la comunidad. Pues bien, todo esto es lo que parece estar en la crisis provocada por José Luis Baltar, presidente de la Diputación de Ourense y presidente del PP en aquella provincia, junto con su hijo, José Manuel Baltar, heredero de los poderes de su progenitor. La disculpa para plantear el ultimátum a Manuel Fraga es la situación política de José Cuíña, quien hasta ahora ha mantenido una total discreción en su actitud política, y a quien esta nueva peripecia estratégica de Baltar no va a beneficiar en absoluto. También nos da la impresión de que otros barones del PP gallego resolvieron las crisis de forma más elegante, incluso con perjuicio personal en beneficio del conjunto de la organización. Da la impresión de que con esta nueva crisis, el denominado sector de la boina quiere recuperar predominio, quiere imponer su estilo, una forma de vivir la política donde no caben las fidelidades, ni lealtades, ni los principios. Parece muy legítimo que cada sector de un partido haga lo posible por conseguir sus propósitos y hacerse con el mayor poder posible en las organizaciones, pero la legitimidad no se consigue a cualquier precio. Casi se puede asegurar con toda seguridad que José Luis Baltar, que es lo que es gracias al PP, cuenta en estos momento con el total apoyo de su paisano Anxo Quintana y con el líder del PSdeG Emilio Pérez Touriño; cuenta con su respaldo para deteriorar la estructura del PP, en absoluto para compartir ni sus ideas ni sus métodos. Es cierto que quizás el presidente Fraga no ha logrado resolver bien una crisis; es cierto que Fraga ha podido propiciar que dirigentes provinciales se crecieran; pero también es cierto que nadie con sentido común está con José Luis Baltar en una operación de este estilo. Lo entienden como una traición y ya desde tiempos de Roma no se veía bien a los traidores. En todo caso, lo sucedido hasta ahora se interpreta como una operación dirigida directamente contra Fraga: o Fraga se pliega a las propuestas de Baltar o su nueva candidatura a la presidencia de la Xunta puede quedar deteriorada; si queda deteriorada, puede intentar forzar su renuncia para poner otro candidato más de su estilo. En cualquier caso, la crisis a la que estamos asistiendo es un enfrentamiento directo y abierto entre Fraga y Baltar. Se ha quebrado la confianza, ya nada será igual. Es el mejor regalo que podía recibir la oposición en estos momentos.