Baltar y el PP de Galicia

OPINIÓN

26 oct 2004 . Actualizado a las 07:00 h.

DESPUÉS DEL congreso celebrado al pasado fin de semana, el PP gallego, en lugar de estabilizarse, quedó con una gran cantidad de activistas desestabilizadores. Tanto es así que se podrían denominar, el terminología islámica actual «células activas», nada de durmientes, dispuestas a dar la sorpresa en cualquier momento. Esa es al menos la impresión que han producido las declaraciones del presidente de la Diputación Provincial de Ourense, José Luis Baltar. Realmente se manifestó más como presidente de un organismo de poder provincial que como dirigente de un partido político, en el que deben ir todos a una, en el que no deben primar los intereses personales por encima de los de la organización. Es curioso que, ante la discreción de Fraga en la resolución de la crisis, Baltar reaccione con soberbia y arrogancia demostrando que él por la buenas es bueno de llevar pero que por las malas no, que Fraga le debe consultar todo lo que quiera hacer, que así las cosas irán bien. Es como dejar claro que el presidente Fraga se ha plegado a sus exigencias, que él ha ganado en el Congreso, que él manda, seguirá mandando y pondrá al sucesor de Fraga en el momento en que se decida. La reflexión que cabe hacer ante la situación creada es si a Fraga la vale la pena ir a las elecciones con esta amenaza permanente o si le hubiera sido mejor presentarse con un partido más saneado. ¿Será cierto que un PP genuino en Ourense no puede sacar los mismo votos que la organización del presidente de la Diputación? Los populares de aquella provincia están convencidos de que lograrían tantos votos o más. Los populares de Ourense no acaban de entender la asociación de Baltar con Cuiña; no acaban de ver qué intereses les unen, ni por qué tanto apoyo mutuo. No saben si es una unión temporal o hay unos objetivos de futuro y permanentes. Ni entienden tampoco la mentalidad dinástica de padre Baltar e hijo Baltar, conceptos, por cierto, nada democráticos. También aparece como sorprendente la apelación de Baltar a la democracia para resolver la sucesión de Fraga, cuando todos están convencidos de que la democracia ejercida plenamente en un congreso del PP gallego dejaría fuera de juego al presidente de la Diputación de Ourense. Es sorprendente la apelación a la democracia, cuando, al mismo tiempo, hacen pactos secretos para el cambio de secretario general tras el congreso, cuestión que sería escandalosa si se llega a producir. Realmente, el PP de Galicia necesita consolidarse, cohesionarse, fortalecerse para afrontar unas elecciones dentro de un año. Debe dar más paso a los perfiles urbanos del partido. Debe explotar mucho más la función de los vicepresidentes de la Xunta. Debe mostrar caras nuevas, modernas, flexibles, dinámicas. Quizás el congreso gallego no logró estos objetivos, pero sería suicida olvidarlos. Cada día que desperdicie el PP, cada mes que retrase, cada declaración de Baltar mostrándose como una amenaza interna, irá en beneficio de la oposición. Una oposición que, de seguir actuando las células activas, no tendrán que hacer ningún mérito para lograr el poder, sólo esperar que se lo entreguen. El PP no tiene un día más que perder y Fraga tiene la responsabilidad de lograrlo.