EL NUEVO TALANTE de los aires gubernamentales españoles nos auguraba un clima de serenidad social; sin embargo, cada nuevo día nos trae un motivo de crispación, gracias a acciones o declaraciones de algún miembro del Gobierno central. Estamos viviendo unos momentos de clara agresividad con la Iglesia Católica, con lo que significa el catolicismo, con las costumbres y la tradición católica. La última acción gubernamental sorprendente ha sido ver cómo un alto cargo pedía públicamente que no se señalara la casilla de la declaración de la renta para destinar dinero a la Iglesia Católica. Nunca antes nadie había hecho tal petición. No es fácil comprender esta actitud cuando el PSOE podría conseguir muchos votos de católicos si unieran lo bueno de sus ideas con el respeto al catolicismo, que es la religión de la mayor parte de los ciudadanos de este país. En esto podrían aprender del alcalde de La Coruña, que goza de gran admiración en muchos ambientes católicos y de no pocos votos. Bono podría ser un ejemplo parecido, de menos calidad, pero semejante. No parece bueno ni recomendable dar la impresión de que desde el Gobierno socialista se están promoviendo actitudes anticatólicas o de ruptura con toda cultura cristiana. Hemos tenido en España muchas experiencias de confrontación como para hacernos maduros. No se puede volver a tener una actitud de adolescente que se revuelve contra todo lo que significa su familia por el simple hecho de ser su familia, su origen, su cultura. Los dirigentes maduros no deben experimentar con reacciones sociales. Al contrario, se espera de los responsables socialistas del Gobierno evitar toda confrontación social y ellos deben dar ejemplo. Pero los motivos de crispación social no están sólo en los ataques a los valores de los católicos, también en temas sociales está provocando confrontación con los Astilleros, en lugar de lograr un cambio de actitud en la Unión Europea. Resulta que Francia puede hacer lo que quiera y no cumplir objetivos económicos sin que le pase nada gracias a España, pero España no puede ayudar a sus Astilleros. Aquí falla la política y sobran motivos de crispación. Lo mismo puede decirse de los agricultores y ganaderos españoles que no encuentran ayuda en sus gobierno para amortiguar los efectos de la brutal subida del combustible. Crispación social es la que se produce en Galicia cuando el Gobierno central trata de engañarnos con las inversiones públicas que no llegan para compensar los daños provocados por el Prestige . Es un asunto muy serio éste que le puede costar muchos disgustos al socialismo gallego. También producen crispación en la sociedad española las declaraciones del ministro de Exteriores acusando al Gobierno anterior del PP de promover el golpe contra Chávez en Venezuela. No es cierto. No es responsable y no ayuda a crear un clima de serenidad social. A estas alturas, el Gobierno socialista ya debe haber comprobado que la serenidad social no se logra sólo a base de acuerdos con la ERC, con el PNV o con los musulmanes. La sociedad española es mucho más rica.