CUANDO un año muere y nace otro, surge una especie de sentido de balance, de repaso de lo sucedido a lo largo del tiempo pasado y del que comienza. Y también surgen preguntas sobre informaciones a las que el sentido común no les encuentra respuesta y, a veces, ni siquiera sentido. Veamos algunas. ¿Por qué a un terrorista se le condena a 800 o 500 años de prisión, cuando en realidad va a salir a los 30 años, en el caso de que cumpla toda su condena, porque lo normal es que salga antes? El ciudadano medio agradecería saber las verdaderas razones de los jueces al imponer estas condenas, ya que tan sólo parecen servir para hacer un titular impactante, pero esconde una mentira. ¿Por qué se dice a la sociedad que una ley contra la violencia de género va a solucionar los problemas de agresiones familiares, cuando se demuestra con demasiada frecuencia que el violento dispuesto a agredir a su mujer lo hace con ley o sin ley, porque no le importa lo que le ocurra a él una vez cometida la agresión? El ciudadano agradece las leyes que pongan trabas a esta violencia, pero no es lógico decirle que así se acaba con el problema. No hay más que ver lo que ha sucedido con el asesino de Ourense, que era un agresor condenado y reincidente. Pero en otros casos, no hay denuncias, no hay antecedentes; no hay, por tanto, ninguna forma de prevenir aplicando una ley. ¿Qué pasa con los patrones de las barquillas o pateras detenidos al llegar a España? No se sabe si son juzgados y condenados, si son repatriados o extraditados, si quedan en libertad a los pocos días. No se sabe tampoco qué hacen las patrullas conjuntas hispano marroquíes, aquellas que iban a frenar el tráfico de seres humanos. Cuando aparecen los cadáveres y las personas medio muertas de frío volvemos a darnos cuenta de que algo no acaba de funcionar o de que existe mucha desidia.