Política exterior

| ANXO GUERREIRO |

OPINIÓN

07 abr 2005 . Actualizado a las 07:00 h.

LA DERECHA española ha desatado una auténtica cruzada contra la actual política exterior española. Tiene derecho a ello, pero debe admitir que su oposición adolece tanto de claridad como de buen estilo. Grotesco, ridículo, payaso y otras lidezas semejantes son los calificativos que, debido a su iniciativa internacional, recibe a diario Zapatero de los dirigentes del PP que, incapaces de formular una alternativa seria, han decidido sustituirla por la grosera descalificación. Sorprende tal desmesura en un partido que ha soportado sin sonrojarse a Ana Palacio como ministra de Asuntos Exteriores, y sorprende todavía más en una persona como Rajoy, al que en esta materia jamás se le ha escuchado pronunciar dos frases seguidas con la mínima coherencia. Llegados a este punto, comprenderá Mariano Rajoy que surjan interrogantes a los que debe responder con claridad para que podamos conocer cuáles son sus prioridades para la política exterior de nuestro país. ¿Es Latinoamérica una de sus prioridades? Si la respuesta fuera positiva, ¿a qué se debe entonces la desaforada reacción que ha provocado en su partido el encuentro que el presidente del Gobierno celebró con los presidentes de Brasil, Colombia y Venezuela, países que, junto a México y Argentina, son los más influyentes de la América de habla hispano-portuguesa? ¿Se debe ese rechazo a la presencia de Hugo Chávez en la reunión? ¿Quizá prefiera como interlocutor a una oposición venezolana que no aceptó el resultado de las urnas, que posteriormente declaró una huelga general política contra el Gobierno constitucional para recurrir finalmente al golpe de Estado? ¿O se trata simplemente de que el PP añora el papel de recadero de EE. UU., que el anterior Gobierno desempeñó en América Latina con motivo de la guerra de Irak? Tampoco parece gustarle al PP la recuperada relación con Francia y Alemania, hasta el punto de que la reciente intervención de Zapatero en la Asamblea Nacional ante los diputados franceses fue objeto de la mofa en las filas conservadoras que, sin embargo, habían celebrado la gloriosa comparecencia de Aznar ante el Congreso de EE. UU., convenientemente abarrotado de becarios y turistas para tan relevante ocasión. ¿Cree Mariano Rajoy que España puede ejercer verdadera influencia en la Europa ampliada y en el Mediterráneo manteniendo un radical enfrentamiento con Francia y Alemania, como sucedía bajo los gobiernos del PP? Consciente de que el mundo árabe seguirá siendo una variable estratégica en los próximos años, Zapatero intenta superar la ruptura política y simbólica que se ha producido con el mundo musulmán como consecuencia de la guerra de Irak. Pero tampoco esto parece ser del agrado de Rajoy, que ha llegado a ridiculizar la presencia de Zapatero en la cumbre de la Liga Árabe recientemente celebrada en Argelia. ¿Está o no de acuerdo Rajoy en que una fructífera relación con los países árabes es vital para nuestros intereses y nuestra seguridad? En vez de malos chistes, insultos inaceptables y groseros calificativos, el presidente del PP debería responder cumplidamente a estos interrogantes. De ese modo, al menos, sabremos de qué se habla.