PRIMERA y única mujer que ha sido portavoz en el Parlamento vasco. De Llodio, el norte de Álava, lo mismo que Ibarretxe, al que conoce desde siempre, pues son de la misma generación. Vascos que han sacrificado su vida por la utopía para encontrar un lugar común donde resolver el mito de los derechos históricos en una comunidad mestiza en que algunos se empeñaron en rendir culto, hasta las últimas consecuencias, al iluminado Sabino Arana. Recientemente le tocó la dolorosa decisión de disolver Unidad Alavesa, al no lograr el escaño tras las últimas elecciones vascas. Y se estará preguntando si mereció la pena tanta lucha y tanto riesgo; incluso no sabe a estas alturas si en la tregua que ETA ha establecido para los políticos puede acogerse, ya que ahora no es representante político. Tuvo suerte cuando varias veces esa ETA que hoy debate su futuro entre la guerra y la paz, la señaló y le envió a los mensajeros de la muerte con sus guadañas para taparle la boca y así eliminar una disidencia con la doctrina de la construcción nacional de Euskal Herría. Tuvo la dignidad de abandonar el Grupo Popular del Parlamento, que lideraba Mayor Oreja, primero señalándolo públicamente cuando, por un retraso imperdonable, se aprobaban los Presupuestos del Gobierno vasco. Después, denunciando al partido que se empeñó en meter a nuestro país en una guerra cuyas consecuencias tienen mucho que ver con los atentados de Atocha. Activista imparable del derecho de los homosexuales a la igualdad civil, o de la igualdad de género en una comunidad como la vasca, donde las mujeres no pueden entrar en las sociedades gastronómicas. Fundó Unidad Alavesa como un movimiento social de una Álava cansada de formar parte de la Euskadi nacionalista en crónico y violento enfrentamiento con España. Más de uno, incapaz de dar la cara en tantos momentos de necesaria dignidad pública, se ha dedicado a sacar leña de su árbol; pero como los eucaliptos, aunque los corten, vuelven a nacer por estar siempre sus semillas en la tierra. Las ideas de UA han sido semilla de libertad y la voz de quienes la habían perdido en el fragor de lo políticamente correcto, que pasaba por rendir pleitesía al nacionalismo, cuando era precisamente la raíz del problema vasco. Hoy sigue viviendo en Euskadi como ciudadana... con escoltas, pero sin esconderse, fiel a su credo, esperando una paz en la que quepan todos.