Pobreza cero

| VENTURA PÉREZ MARIÑO |

OPINIÓN

PILAR CANICOBA

12 dic 2005 . Actualizado a las 06:00 h.

EN LAS últimas décadas, en el mundo occidental, los derechos individuales y colectivos de los ciudadanos son cada vez mas abundantes y sofisticados. Sus beneficiarios son personas que pertenecen a un club elitista, de difícil acceso. Por el contrario, en la orilla del sur habita un batallón de sin derechos que conforma una muchedumbre que engorda exponencialmente. Son los que viven en países menos desarrollados, que carecen del más elemental de los derechos, del derecho a la dignidad de no pasar hambre, de no morirse de hambre, de valerse de un sistema sanitario y de un sistema educativo aceptable. No pasa, sin embargo, mes sin que se hagan públicas proclamas y manifiestos contra el hambre (objetivos de Desarrollo del Milenio incluido), y a pesar de ello la realidad es que año a año hay más diferencia de desarrollo entre los países, más habitantes en regiones subdesarrolladas y, en definitiva, más personas que pasan hambre. ¿Qué ocurre? ¿Realmente se persigue en serio la erradicación de la pobreza? ¿Se puede lograr algún objetivo? Ocurre que el hambre de países lejanos interesa poco, es un desiderátum ético y moral con muy poco grado de exigencia colectiva y política y sin venta electoral. Por eso la ayuda al desarrollo en el mundo es tacaña, mal organizada y, por supuesto, muy dificultosa su instrumentalización. Quizás con una experiencia acabada de ocurrir se comparta lo dicho. El ministro Moratinos ha visitado los pasados días Níger, el país más pobre del planeta, básico en la ruta de los traficantes de subsaharianos hacia Europa, al que España condonó 27 millones de dólares de deuda el pasado año (nunca nos los iban a pagar) y de forma bienintencionada se comprometió a una aportación para el próximo año de un millón de euros con el fin de ayudar a paliar una hambruna que amenaza a dos millones de nigerinos (0,5 euros por víctima), en línea con la política del Gobierno español, que en su último proyecto de presupuesto ha aumentado de forma considerable la ayuda al Tercer Mundo, que se reparte entre decenas de países. Sin embargo, la realidad es que, desgraciadamente, el próximo año Níger seguirá igual o más pobre, tendrá más habitantes, más analfabetos y menos control de las enfermedades y más pronto que tarde otra hambruna; o, lo que es lo mismo, la ayuda no habrá sido lo eficaz que se pretende. En mi opinión, si se quiere que sea útil debe programarse y concentrarse. Hacer planes globales, poner personas y dinero encima de la mesa. Educar y responsabilizarse de la continuidad de la ayuda y concentrarla en pocos países. No dar un pez al que pasa hambre (que no está mal), sino enseñar a pescarlo.