LA ESPECTACULAR redada marbellí produce una reacción agridulce. Dulce porque realmente es azucarado contemplar cómo se detienen y ocultan personajes, hasta ayer ostentosos, que han hecho de la corrupción el eje de su vida y han prostituido las instituciones públicas hasta límites intolerables. Y agria porque resulta en parte la sensación de que no hemos hecho nada para evitarlo. Todos. Hemos descubierto de súbito cuadras de caballos, toros y helicópteros como si fueran llovidos del cielo. Empecemos con el todos . La mayoría de los ciudadanos marbellíes, y en su momento los limítrofes, votaron repetidamente a Gil y Gil y a sus adláteres y continuadores de sus andanzas, sabiendo, el que quería saber, y conociendo, el que quería conocer, los oficios que allí se empleaban y argumentando que los populistas habían traído el orden, la limpieza, el destierro de los marginados y la ubicación fuera de las calles de las prostitutas. Se justificaban con la preferencia del empleo y limpieza y cerraban los ojos a la barbarie. En el apartado todos tiene un lugar preferente la Justicia, que a pesar de abrir decenas de procedimientos judiciales desde tiempo atrás sólo tiene, al parecer, una causa terminada. Otro todos es la Junta de Andalucía, que ha cumplido como un funcionario. Ha abierto expedientes urbanísticos pero no ha llegado al fondo del asunto. No ha apurado sus competencias y no se ha mostrado parte beligerante con la contundencia que el asunto exigía. En el todos también está la Agencia Tributaria, que al parecer no ha levantado el velo y no se ha enterado de los aumentos injustificados de patrimonio, ni de los ostentosos signos externos de muchos de los hoy detenidos. Todos porque los grandes partidos, ocupados en rencillas varias, han dejado de la mano de Dios lo que ocurre en la por otra parte esplendorosa Marbella. Y por último todos , porque los legisladores no toman medidas, ni está previsto que las tomen, en orden a la lucha contra esa carcoma de la democracia que es la corrupción. Que la corrupción no es un problema sólo de Marbella lo sabemos todos. Nace, vive y se desarrolla allí donde se produce tensión urbanística. Y me permito hacer esta afirmación genérica porque es obvio que es así, con todas las excepciones que se quiera. Es más, puede señalarse que si la corrupción campa por sus respetos es porque se mira para otro lado y por ello se consiente. Cuando Maragall levantó su dedo y acusó de un 3% generalizado, sólo un empresario catalán fue a declarar en las diligencias abiertas por la fiscalía y éstas fueron archivadas. La acusación del presidente de la Generalitat resultó vana. Algo hay que hacer para intentar evitar que repeticiones y para eso me permito señalar lo siguiente: organizar policías y jueces especializados que persigan e instruyan con rapidez; modificar legislativamente para que el cohechante que denuncia el pago de comisiones a políticos o funcionarios no tenga sanción penal; y por último, la creación, más allá de la actual Fiscalía Anticorrupción, de un órgano ejecutivo que trace la política sobre el particular, coordine e indague allí donde los indicios se convierten en ladrillos.