DESDE hace mucho tiempo, en los círculos próximos al Gobierno central y en sectores nacionalistas, se aseguraba que el método catalán de reforma del Estatuto de Autonomía demostraba la normalidad con la que se podían hacer estos procesos. Que se podía permitir que pusieran lo que quisieran al principio, que no se les negara nada, que no hubiera crispación, que después se iría puliendo todo, se les iría convenciendo poco a poco de que el Estatuto debería estar dentro de la Constitución. Todo sería un proceso tranquilo, muy lejos de aquellas costumbres de Aznar, quien con total sinceridad decía que no de entrada, que aquello no podía ir adelante; aquella costumbre de no dar pie al engaño ni al regateo. Siempre dio la impresión de que el nuevo estilo de Zapatero suavizaría las relaciones con las fuerzas nacionalistas y que el país entraría en una nueva vía de entendimiento y cohesión. El ejemplo de todo ello eran las relaciones con los radicales de ERC. Se demostraba así que era posible tenerlos integrados en un gobierno autonómico, en actitud constructiva, al mismo tiempo que dejaban de lado su radicalismo. Todo aquello parecía cierto, parecía que la habilidad del presidente del Gobierno iba a servir para conseguir engañar de alguna manera a los dirigentes de ERC. No se trataba de un engaño claro, directo, era cuestión de ir diciendo que sí, modificar después, amagar, prometer pero al mismo tiempo buscar alternativa. Nada de ello parece que haya servido. Al final, los radicales de ERC no se han conformado, no han modificado sus posturas, no se han aproximado a las propuestas de Zapatero y salen del Gobierno. Se produce la crisis en Cataluña, se rompe el tripartito, se llega a unas elecciones anticipadas. Se revuelve todo el panorama político y se rompe la tregua. Inmediatamente he asociado la idea con la tregua de ETA. El radicalismo de ETA y de Batasuna es infinitamente más radical que el de ERC. El entorno social de ETA no se deja engañar, es fanático, unidireccional, no busca soluciones alambicadas ni admite laberintos. Son directos, contundentes. O se hace lo que dicen o se les niega abiertamente, no aceptan componendas o arreglos, sólo saben dar plazos para cumplir, pero hay que cumplir. Este es el ambiente en el que tiene que negociar el Gobierno central con el entramado de ETA. No le va a poder asegurar hoy la autodeterminación y la anexión de Navarra y mañana decirles que eso queda en el preámbulo de forma simbólica pero no real. Si el PSOE ha tenido que romper con el mundo de Carod-Rovira, no parece que pueda tener más éxito con ETA-Batasuna. Lo de estos días no es una buena noticia para nadie.