LAS MAYORES entidades financieras españolas (Banco Santander, Bilbao-Vizcaya, Caja Madrid, La Caixa...) han dirigido una carta al Gobierno en la que le recuerdan que debe esmerarse en mantener los principios de «irretroactividad, estabilidad, perdurabilidad, objetividad y predictibilidad» en lo referente a la tarifa eléctrica. Esta anécdota, aparentemente pequeña, pone, a mi juicio, de manifiesto la dependencia de las empresas generadoras (Endesa, Unión Fenosa, Iberdrola) de sus acreedores bancarios, bien por vía directa (Endesa de, por ahora, Caja Madrid), bien por empresas constructoras dirigidas por sus financiados (así Unión Fenosa e Iberdrola por ACS con la tutela del Santander y La Caixa). Porque cuando las bases del negocio real -y cautivo- se pueden ver trastocadas (el cuánto ingresamos por cada kilovatio), no es suficiente que la empresa eléctrica plantee sus condiciones. En esos momentos se hace necesaria la presencia del gran financiador y acreedor: aquel amigo gigante del anuncio de zumos. Y en esas estamos. Pero ¿hablamos de empresas con dificultades que necesiten protección? Si nos fiamos de los datos sobre las mayores subidas en la Bolsa en lo que va de año, no lo parece. De las doce empresas más revalorizadas, cuatro son las eléctricas para las que se demanda esmero en esa carta (Endesa, Iberdrola, Gamesa, Unión Fenosa) y cinco son constructoras con intereses eléctricos (Sacyr, Metrovacesa, ACS, Acciona, FCC). Sólo quedan en aquel ránking -y fuera de la carta del grupo de amigos- dos empresas de otras galaxias productivas: Inditex (con una posición mundial en su sector que no alcanzan aquéllos en el suyo) y Acerinox. Cabe sospechar, por tanto, que si tales son los éxitos bursátiles, y la exultante conducción de nuevos capitanes al control del sector, la carta de los amigos busque evitar que las expectativas sean poco sólidas. Al lector puede bastarle saber que, entre déficits tarifarios (por 2.000 millones de euros sólo en julio pasado) y primas (5.000 millones), estas empresas están descontando ya en los bancos futuros ingresos. En un caso, por subidas en los próximos años del recibo de la luz, y en otros, sólo invirtiendo en nuevas instalaciones si hay primas por cobrar que salen de recargos actuales -y esperan que futuros- en el recibo de la luz. Son las ventajas -y los inconvenientes- de la economía del contador. Como no hay competencia real, el negocio consiste en multiplicar durante cinco o diez años (cincuenta llevan ya las perdurables y estables concesiones hidroeléctricas gallegas) tantos miles de millones de kilovatios por unos cuantos céntimos de euro más; eso sí, negociados con muy poca luz y a golpe de cartas influyentes. Como se ve, es este un negocio mucho más seguro y fiable que vender coches, ropa, barcos o alimentos del mar. Por eso mismo están en el centro de la actualidad económica y política del país. Aunque que esto sea así, es para mí una preocupante señal de nuestro inexistente debate sobre los retos de la globalización.