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Impuestos, sí, pero no todos

| VENTURA PÉREZ MARIÑO |

OPINIÓN

29 nov 2006 . Actualizado a las 06:00 h.

SI TUVIÉRAMOS que señalar un ámbito del ordenamiento jurídico de un Estado que nos indique si estamos o no en presencia de un país desarrollado, no nos equivocaríamos al mencionar el sistema fiscal. Siempre se ha dicho, y la practica lo corrobora, que los países con mayor presión fiscal, los países nórdicos, son los que poseen un mayor grado de desarrollo. Y al contrario, pobre del país en que se paguen pocos impuestos. En ellos sólo pueden vivir los que necesiten menos del apoyo del aparato estatal. No creo necesario por ello extenderme en argumentar que es necesario tributar y dotarse de un sistema fiscal progresivo, que aprovisione de recursos a las Administraciones públicas. Y todo ello aliñado con dos principios esenciales: el uno, la necesidad de recaudar bien, es decir, la instauración de un sistema transparente, con controles que eviten y persigan el fraude fiscal. Y el otro es que debe gastarse bien, de forma austera, en cosas útiles y necesarias (política). Ahora bien, el que haya que recaudar y gastar bien no quiere decir que se puedan establecer impuestos por todas las actividades. Hay que separar lo adecuado de lo inconveniente; la función social del impuesto, del afán recaudatorio que a veces tienen los diseñadores del sistema. En esa hipótesis, más recaudatoria que contributiva, se encuentran en mi opinión los impuestos de donaciones y sucesiones, al menos cuando los beneficiarios sean descendientes o ascendientes. No propugno nada nuevo, pues son ya varias las comunidades autónomas que han suprimido de hecho el impuesto, y en el momento actual prevé hacerlo Cataluña. La razón es clara. El dejar en herencia bienes de padres a hijos es una obligación legal y el aceptarlos es inevitable. Ningún sentido tiene que unos hijos que heredan un piso de sus padres o un negocio familiar tengan que empeñarse para pagar los impuestos que les permitan continuar o acceder a los bienes heredados. Además de perder un padre o una madre, no parece adecuado pagar porque los bienes heredados continúen en el seno familiar. Si es claro el impuesto de sucesiones, no lo es menos el de donaciones, al tratarse, en el supuesto de descendientes en línea recta, de una anticipación de la herencia o la ayuda en muchos casos para empezar la vida. España es un Estado autonómico y hay impuestos cedidos cuya cuota queda al arbitrio de las comunidades. Pero ello no obsta para que se establezcan comparaciones agraviosas. Parece un reto para inteligentes que pueden modificar su residencia y el lugar de tributación. Cambiarse a territorios libres de impuestos, paraísos fiscales testamentarios en el Estado común.